Un análisis epistemológico de Edipo rey de Sófocles I: La cuestión de Yocasta.

Por Alejandro G Miroli [1] y Salvador Martínez  [2]

 

 

  • I.Edipo Rey como cuestión epistemológica.
  • II.La cuestión de Yocasta. La visión desde el escepticismo radical.
  • III. La cuestión de Yocasta. La visión desde las teorías proposicionales del conocimiento (Teorías de un nivel).
  • IV.La cuestión de Yocasta. La visión desde las teorías más-que-proposicionales del conocimiento (Teorías de dos niveles).
  • V.Conclusión

 

Sección I. Edipo Rey como cuestión epistemológica

La obra Edipo Rey de Sófocles ha tenido una enorme literatura exegética e interpretativa desde el punto de vista simbólico o psicológico como nombre para un complejo, que es fundamental en la doctrina psicológica que propuso el psiquiatra austríaco Sigmund Freud, pero no ha tenido el mismo comentario desde el punto de vista epistemológico.

El primer tema que aparece es lo que llamamos la cuestión de Yocasta, está expuesta en este fragmento de la obra:

Edipo. – Sería imposible que con tales indicios no descubriera yo mi origen.

Yocasta. – ¡No, por los dioses! Si en algo te preocupa tu propia vida, no lo investigues. Es bastante que yo esté angustiada.

Edipo. – Tranquilízate, pues, aunque yo resulte esclavo, hijo de madre esclava por tres generaciones, tú no aparecerás innoble.

Yocasta. – No obstante, obedéceme, te lo suplico. No lo hagas.

Edipo. – No podría obedecerte en dejar de averiguarlo con claridad.

Yocasta. – Sabiendo bien que es lo mejor para ti, hablo.

Edipo. – Pues bien, lo mejor para mí me está importunando desde hace rato.

Yocasta. – ¡Oh desventurado! ¡Que nunca llegues a saber quién eres! (Sófocles, 2000)

Yocasta pide a Edipo que no siga con su investigación para averiguar quién fue el asesino de Layo, porque ella sabe algo y esto la angustia terriblemente ante la posibilidad de un futuro catastrófico.

Yocasta tiene un estado cognitivo en el cual:

(i) hay cierta información condicional sobre quién puede ser Edipo,

(ii) hay cierta estimación de cuál sería el riesgo en el caso de que esa información condicional se confirme.

La presencia de riesgo la lleva a sugerir que su marido aborte esa empresa cognitiva que ha comenzado. La cuestión epistemológica que interpela a Yocasta es la cuestión del abandono del conocimiento.

El segundo tema es lo que podemos llamar la cuestión de Edipo que involucra el contraste entre una concepción absoluta y una concepción contextual del conocimiento. La llamada cuestión de Edipo difiere de la de Yocasta, puesto que implica el problema de actuar bajo información encuadrada en un contexto epistémico y la posible evaluación moral que se le pueda atribuir.  Algunos intérpretes han llamado necio a Edipo porque corre impertérrito a su destino sin reparos.  Pero esta asociación sólo tiene sentido suponiendo que Edipo tiene un conocimiento de todos los factores relevantes que se involucran en su acción. Y lo que el texto señala es que no los tiene, que en rigor no tiene ninguno.

En la búsqueda de un responsable por la muerte del anterior rey de Tebas, Layo, Edipo comienza una investigación para averiguar quién fue el asesino. En su partida de Corinto en la cual un profeta habría señalado que era un hijo adoptivo de Pólibo y Mérope, el viajero Edipo se encuentra en una encrucijada de tres senderos distintos con un carro tirado por caballos, en el cual viajaban un heraldo y un hombre anciano que lo atacaron violentamente y en esa trifulca Edipo mata a ambos. En ese caso, Edipo ignoraba quien era ese hombre anciano y resulta que desde una perspectiva externa a la que tenía Edipo en ese momento se da la identidad:  Pasajero del carro = Layo rey de Temas = Padre de Edipo. Pero el tema central no se trata de mera negligencia epistémica, i.e que había conocimiento disponible bajo su control que él no quiso tener presente al momento de actuar, sino que tenía ignorancia tal que, en su posición, le era imposible llegar a ese conocimiento. En ninguna circunstancia dado el contexto general de su historia, a saber, nacido y adoptado en Corinto, huyendo hacia el oráculo de Delfos para poder dilucidar quién era, etc., existía la posibilidad en la cual él pudiera saber que el anciano viajero en el carro era Layo rey de Tebas y su padre biológico.

Para este análisis es importante introducir una distinción central entre: ignorar X = no posible conocer X en ninguna circunstancia bajo control del agente y desconocer X = decidir no considerar X o rechazar deliberadamente algún medio bajo control para reconocer X.

Mientras que el desconocer frente al conocer está bajo el control de uno en la medida que un agente puede ser llamado negligente si decide desconocer lo que sí puede conocer, el no poder conocer no es una restricción del agente cognitivo. Tampoco se trata de un defecto cognitivo, es decir, una discapacidad en obtener información empírica o en almacenarla o en interpretarla.

Al ser confrontado por Tiresias este le dice: «Afirmo que tú eres el asesino del hombre acerca del cual están investigando» (Sófocles, 2000)(360-365). La posición de Tiresias es la posición de un cognoscente absoluto, en la medida que él tiene información completa sobre una situación acaecida precedentemente que lo involucra a Edipo, pero de la cual Edipo no tiene información alguna. El propio Tiresias como cognoscente absoluto le dice a Edipo:

«Y puesto que me has echado en cara que soy ciego, te digo: aunque tú tienes vista, no ves en qué grado de desgracia te encuentras ni dónde habitas ni con quiénes transcurre tu vida. ¿Acaso conoces de quiénes desciendes? (Sófocles, 2000)(415)

Dicho de otra manera, Tiresias un cognoscente absoluto, le imputa a Edipo ser un cognoscente relativo, es decir, que conoce dentro de un contexto que circunscribe aquello que pueda conocer en modo efectivo. Ahora bien, si desde la perspectiva de Tiresias, Edipo mata a Layo, desde la perspectiva epistémica en la que se encuentra Edipo en esa encrucijada él no mata a Layo, sino a un paseante que intentó matarlo previamente. Él ignora esa identidad, y este es precisamente el debate acerca del contextualismo epistémico: ¿qué significa decir de un agente que no puede conocer que P sea el caso? El mismo análisis se aplica a su matrimonio con la viuda del Rey con la cual es requerido casarse como premio al haber liberado a la ciudad de Tebas de la amenaza de la esfinge.

Edipo es un caso de conocimiento indagatorio o erotético, muy diferente del conocimiento deductivo que aparece en la tradición epistemológica académica y sus múltiples derivas.   Se trata de examinar la estructura del conocimiento del acontecimiento por medio de un sistema de preguntas encadenadas, en un modo análogo al que instala por primera vez en forma reflexiva Heródoto de Halicarnaso.

En lo que sigue examinaremos el tema de la cuestión de Yocasta. En la sección II examinaremos las derivas de la cuestión en el ámbito del abandono de la empresa cognitiva o sea el escepticismo radical. En la sección III abordaremos las llamadas teorías preposicionales del conocimiento, en la sección IV abordaremos las teorías más que proposicionales, y en la sección V haremos un balance crítico de estas observaciones.

 

Sección II La cuestión de Yocasta.  La visión desde el escepticismo radical.

Si el tópico es el abandono del conocimiento el primer candidato a considerar es el escepticismo radical. Pero para abordar esta cuestión es necesario remover dos malentendidos muy comunes en la recepción de dicha corriente de pensamiento.

El primer malentendido es considerarlo una teoría filosófica del conocimiento que niegue toda posibilidad de que exista tal cosa, un nihilismo epistemológico. Se trata de un error habitual que surge porque se ignora que en rigor el escepticismo radical es una expresión de abandono de toda posición dogmática o tética, no porque esto sea posible o imposible, sino porque en la indagación que el escéptico radical ejerce hasta su presente, él encuentra que, hasta ese momento, toda querella le es indiscernible y ese constante argüir y contra argüir lo embarulla y confunde; por ello, él, al no poder discernir, abandona – epojé – la empresa cognitiva y que suceda lo que suceda, y súbitamente sucede aquello que buscaba por medio de los dogmas.

El segundo malentendido es considerar al escéptico radical como una teoría epistemológica fiabilista, que proponga algún gradiente de justificación epistémica, en el sentido de una métrica que permita afirmar ciertos dogmas, pero sin involucrar criterios absolutos de conocimiento como sería el caso de la certeza, sino señalando que tienen un grado mayor de plausibilidad.   Un caso de ello es la interpretación fiabilista de Carnéades, quién era proponente de una de las primeras teorías fiabilistas de la historia, cuando él, en rigor ofrece tal “teoría”, como polémica contra la epistemología absoluta de los estoicos, tratando de señalar que una teoría fiabilista llega a los mismos resultados que la teoría estoica del conocimiento, lo que las hace indiscernibles y por ende vacía a esta última de toda eficacia.

El problema es que para el escéptico la indiscernibilidad no depende del grado de plausibilidad que tengan las distintas alternativas, sino que la propia plausibilidad sea indiscernible.  El problema no es el grado de justificación, sino la propia indiscernibilidad, y esta no depende de ningún grado de justificación relativa, que se presente en un momento dado, que pueda suceder que en otro momento ese grado de justificación se revierta, y al escéptico no le aparezca en ese momento que ello no vaya a suceder.

La exposición mínima del escepticismo radical, en su formulación india o su formulación griega, es simplemente la exposición un reporte verbal con el cual el escéptico abandona la empresa cognitiva o dogmática. La declaración escéptica que tiene una forma común en la formulación helénica por Pirrón de Elis y en la formulación india por Sañjaya Belaṭṭhaputta; Pirrón de Elis expone lo siguiente:

… cualquier hombre, que no sea precipitado y ligero a la hora de juzgar, debe tener siempre a mano estas palabras pronunciadas por Pirrón, a quien ellos consideran promotor de esta filosofía: “No es mejor que esto sea así o de aquella otra manera, o de ninguna de las dos”. (Gelio, 2006, págs. ., XI, V)

«Por tanto, no debemos poner nuestra confianza en ellas, sino presentarnos ante ellas sin opiniones, sin prejuicios, de modo impasible, diciendo acerca de cada una, que no más es que no es o bien que es y no es [al mismo tiempo], o bien ni es ni no es.» ( Eusebio, Praep. Evang., XIV, 18, 1-4)

«No más esto que aquello (otro). Tal vez sí, tal vez no. Todo es incomprensible.» (Sexto Empírico, H.P., I, 187-209.)

Y Sañjaya Belaṭṭhaputta declara:

«Yo no pienso: ‘X es así’, yo no pienso: ‘X es de este modo’, yo no pienso: ‘X es de otro modo’, yo no pienso: ‘X no es así’, yo no pienso: ‘X no: no es así’». (Belaṭṭhaputta, 1978)

En ambos casos, el escéptico radical abandona el conocimiento, al exponer –en un lenguaje no dogmático, no tético- que dado cualquier dogma X, sobre cualquier asunto o materia, se retira de su afirmación aislada, o de su negación aislada, o de su afirmación mutua y relativa o de su negación mutua y relativa, o de cualquier combinación posible, dado que en ningún caso le aparece que sea discernible ninguna opción respecto de su contraria.

Por ello, el escéptico radical pirrónico lleva a cabo una crítica del lenguaje para exponer que sus usos del lenguaje no son téticos o dogmáticos, que su uso de aserciones y denegaciones simplemente exponen lo que le aparece y no afirma ni niega nada acerca de la naturaleza de las cosas. Pero el escéptico tiene que vivir y actuar, decidir y escoger sobre materias varias, y le sería imposible estar vivo sin actuar. Y la acción le impone la elección: no hay acción sin elección, y no hay elección sin criterio. Es así que el pirrónico pretende tener un criterio* no dogmático:

…el filósofo escéptico, en efecto, si no quiere estar completamente inerte e inactivo en las actividades de la vida, debe tener por necesidad algún criterio de elección y a la vez de rechazo, esto es, la apariencia, tal como testimonia Timón cuando dice: “Mas, por doquiera que esta se presenta, siempre se impone, firme, la apariencia”. (Empírico, 2012, págs. VII, 30 )

“Atendiendo a los fenómenos, vivimos sin dogmatismo, en la observancia de la exigencias vitales… <que son> (i) la guía natural… según la cual somos capaces de sentir… (ii) el apremio de las pasiones según la cual el hambre nos incita a la comida y la sed a la bebida, (íii) el legado de las leyes y las costumbres… asumimos en la vida como bueno el ser piadosos y como malo el ser impíos y (iv) el aprendizaje de las artes según el cual son somos útiles en aquellas artes para la que nos instruimos” (HP, 1, 23-4) .

El ejemplo más empleado en los testimonios sobre el escepticismo radical pirrónico es el caso de la miel, Timón en su escrito Sobre las sensaciones dice: “Que la miel sea dulce no lo afirmo, pero reconozco que me aparece de tal modo” DL, IX, 104-5 P63A). En el caso de la presencia de un pote de miel ante sí y de su deseo de endulzar un pastel, probará ese pote de miel en ese caso y decidirá tal como le aparezca, si le aparece dulce en ese caso usará la miel y no la mostaza. Si la miel le apareciera agria o muy ácida no la usará y buscará un reemplazo que le aparezca dulce y que cumpla la función que él quiere para el pastel que está haciendo. Sus acciones se circunscriben a lo que le aparece en el momento, y en ningún caso le va a decir a un tercero que siempre emplee la miel para endulzar un pastel en cuanto lo que a él le aparece a otro podrá no aparecerle. Es claro que el escéptico no podrá escribir una receta del pastel invitando a todos a que lo endulcen con miel, en tanto la receta del pastel es una exposición dogmática que presupone propiedades organolépticas presentes en las cosas y no la forma en las cosas le aparezcan en tal o cual momento y circunstancia.

Lo que aparece no es sólo una cuestión de rasgos individuales, sino que aparecen acontecimientos completos como por ejemplo si una casa se incendia y a él le podría aparecer en ese caso, un calor insoportable y una sensación de pérdida de la respiración, un riesgo de lastimarse o morir, y podrá ocurrir que abandone rápidamente la vivienda en llamas en ese caso.  Para actuar bajo lo que aparece en un caso, no se necesita ninguna inferencia causal, no necesita ninguna regla general que diga que tal propiedad de la miel se expone organolépticamente como dulzor o que tal gas emitido por una sustancia en combustión produzca asfixia: el escéptico radical actúa por lo que a él le aparezca en cada caso como le aparezca, y no impondrá una regla general ni de gastronomía ni de seguridad.   A él le aparece el riesgo y obra en consonancia en ese caso tal como las cosas aparecen.

Esto plantea una cuestión: ¿Es el abandono que Yocasta le pide a Edipo (No quieras saber) el resultado de la aplicación del criterio* pirrónico, en tanto a ella le aparece un riesgo catastrófico? Ello nos lleva a la propia noción de riesgo: ¿es el riesgo de X algo que puede aparecer como tal, simplemente o es el resultado de una vinculación inferencial entre información y predicción, un caso de información condicional, y en ese caso, sería una exposición dogmática?

En la exposición de Yocasta, le aparece el riesgo –específicamente que Edipo se entere que él mató a Layo = el viajero iracundo que lo intercepta y que Edipo = el hijo de Layo y Yocasta, y que él se casó con su madre y tuvo varios hijos y por ello pide a su marido Edipo, rey de Tebas, investido como tal por haber liberado a la ciudad del asedio de la esfinge que cese la indagación.

Lo que aparece es un riesgo catastrófico, ¿puede decirse que el riesgo se puede entender como lo que aparece en el caso?

Los cuatro criterios* pirrónicos son:

(i) la guía natural = las sensaciones presentes en el momento.

(ii) el apremio de las pasiones = disposiciones y tendencias irresistibles en el momento.

(íii) el legado de las leyes y las costumbres = las instituciones de la sociedad en la que se encuentre.

(iv) el aprendizaje de las artes = las reglas técnicas de la actividad que se ejerce en el momento.

Si Yocasta lleva a cabo una indagación similar a la de Edipo, sólo que ella anticipa el resultado no estamos ante ninguno de estos casos. Ese resultado no es una sensación, sino que es una representación cognitiva, no es una pasión que la pueda atribular en un modo que sea imposible de remover, no son instituciones y tampoco son reglas técnicas. En ese caso la cuestión de Yocasta tendrá que ver con las consecuencias negativas de un proceso de conocimiento dogmático en la medida que ella entiende que la conclusión a la que arriba, que es la todavía Edipo no obtiene, es plausible y por ende debe ser atendida vistos los daños potenciales.

Sin embargo, la cuestión del riesgo se puede conectar con (ii), el apremio de las pasiones. El problema no es doxográfico sino es el modo en que el riesgo se presenta o no se presenta, es decir, el modo en que un yo capta algo llamado riesgo.

¿Es el riesgo un estado cognitivo o es una vivencia de lo que aparece? Se puede analogar el concepto de riesgo al de miedo en el sentido de que esta sensación pueda ser inferencial o vivencial.  El tema no es la naturaleza del riesgo, que es un asunto sobre el que hay una enorme bibliografía, sino la vivencia del riesgo y la cuestión es si ésta vivencia es el resultado de un proceso cognitivo, o si por lo contrario hay en esta vivencia elementos independientes de toda cognición.

Toda la compleja vida pública de Tebas se presenta como un caleidoscopio, en el cual los personajes y sus actuaciones se va modificando en cada segundo. En cada caso Yocasta -como los demás intervinientes- se desenvuelven en una trama de relaciones cambiantes y posibilidades diversas en ese proceso, y de la indagación de Edipo se van abriendo nuevas posibilidades. Todos los intervinientes conforman una estructura gestáltica en la que puede estar el horror y la catástrofe. Pero, así como el estado siguiente de un caleidoscopio no es una función de los estados anteriores, el estado futuro de dicha estructura de la vida pública de Tebas no es una función de las situaciones precedentes, ya que se va planteando una constante resignificación de lo que sucede, por ejemplo: Edipo y Yocasta pueden matar a Creonte, o pudieran encontrar una cura para la peste y asumir el incesto al mismo modo en que las casas reales del Egipto antiguo.

Podemos conjeturar que, así como se presentan propiedades en el momento que involucran órganos de percepción simples, se presentan propiedades en el momento que podemos llamar gestálticas, en el momento se le presenta a Yocasta el cuadro general de lo que hasta ese momento Edipo ha ido juntando como piezas de su investigación para resolver el problema del asesinato de Layo.

Yocasta no es una escéptica, y ella quiere lograr que Edipo cancele su indagación porque el escenario que ella intuye será catastrófico. Así lo pone Sófocles, pero la cuestión de Yocasta pone en cuestión la vivencia del riesgo en el alcance de los llamados criterios pirrónicos.  En lo que sigue vamos a abordar la cuestión de Yocasta, a partir de las teorías filosóficas del conocimiento, para las cuales la empresa del conocimiento es posible y no debe abandonarse.

 

 

III. La cuestión de Yocasta. La visión desde las teorías proposicionales del conocimiento (Teorías de un nivel).

Existe una amplia tradición en la epistemología contemporánea que aborda un tipo de conocimiento muy específico que podemos llamar el conocimiento proposicional.  Para poder distinguir este tipo de conocimiento es importante mencionar una distinción que hemos ofrecido a partir de un desarrollo de la teoría de la experiencia de Raimon Panikkar, y es la distinción entre experiencia cognitiva y experiencia epistémica:

– Experiencia cognitiva: la experiencia cognitiva es la que le sucede a un agente y que involucra todos sus capacidades psicológicas y fisiológicas para recibir información sensoperceptual, almacenarla, trasponerla en un lenguaje articulado, vincular con otra información, actualizarla cuando sea menester, incluirla en su toma de decisiones y sus procesos de elección, es la experiencia en tanto lo que le ocurre a un sujeto corpóreo.

– Experiencia epistémica: la experiencia epistémica es aquella que un agente cognitivo transcribe en forma escrita en un documento, y ese documento adquiere una deriva pública independiente del autor original. No trata de una mera transcripción escrita de una experiencia cognitiva, sino de una hecha bajo restricciones procedimentales y lingüísticas. El caso ejemplar de ellos es la declaración testimonial en el caso de un proceso judicial, las exposiciones orales del testigo están transcriptas por el oficial de justicia en un texto que luego es leído y al cual el testigo debe prestar conformidad o no y en cuyo caso se harán las correcciones necesarias y al final presta la conformidad y suscribirá con su firma hológrafa ese testimonio forense. Lo mismo que en informe a una base de datos científica que tiene una serie de requisitos sobre cómo se transcribe dicha experiencia. El núcleo central de la experiencia epistémica es que es una experiencia externada del sujeto, y como está externada es una experiencia pública que pasa a ser parte de un colectivo de experiencia o una comunidad epistémica. (Miroli, 2023)

A partir de esta distinción podemos decir que las teorías epistemológicas de un nivel dan cuenta fundamentalmente de la experiencia epistémica externada y de existencia documentaria, por eso será una teoría del conocimiento que abstraiga todo elemento psicológico o biográfico, y que tome los contenidos de los estados cognitivos en tanto y en cuanto estos contenidos sean información externable. Todo otro elemento que no lo sea o que no pueda traducirse a alguno de los recursos del lenguaje categórico con el que se produce dicha externación documentaria, o se considera parte del contexto personal de experiencias cognitivas o de otro tipo, que nada tiene que ver con la tarea específica de la teoría epistemológica que es determinar las cláusulas por las cuales una formulación de conocimiento cualquiera es reconocida como conocimiento genuino.

Por eso las llamamos teorías de un nivel, que sólo consideran esta dimensión proposicional del fenómeno del conocimiento. Tradicionalmente la presentación de una teoría estándar de este formato se remonta, al diálogo Teeteto de Platón, en donde aparece como una de las teorías que expone Sócrates en su análisis crítico de la noción de conocimiento. Esta teoría se ha conocido como la teoría tripartita en tanto define conocimiento a partir de tres cláusulas.   Una presentación moderna es la que ofrece Campos Havidich para quién S conoce que P supone:

(Cláusula de creencia) Necesitamos creerlo <tener> estados representacionales con propiedades semánticas …contenido <que> determina una condición de verdad: dice del mundo que es de una determinada manera… (Campos Havidich, 2002b, pág. 7)

(Cláusula de verdad). necesitamos que sea verdad y

(Cláusula de justificación) nuestra creencia tiene que estar justificada. (Campos Havidich, 2002a, pág. 8)

Otra versión, influyente en las ciencias de la educación es la que propone Israel Scheffler:

S conoce que p:

 

  • Cláusula de creencia: S cree (= está dispuesto a actuar asumiendo que p es el caso dado que tiene información que p pueda ser el caso y tiene motivos para asumir que p es el caso) que p;
  • Cláusula de justificación: S tiene razones (= conjuntos de informaciones) que cumplen con criterios externos que le dan derecho a estar seguro que p;
  • Cláusula de verdad: p es verdadera.(Scheffler, 1973, págs. . 106-10, 143)

 

La teoría tripartita se ha enfrentado a numerosas críticas y revisiones cuya literatura técnica es inmensa, las que han llevado a que se ofrezcan variaciones de ella, que intentan sortear dichas complicaciones.  Una de las propuestas más interesantes es la que hizo Luis Villoro:

S sabe que p si y sólo si:

 

  1. S cree <= tiene un estado representacional con contenido semántico> que p es el caso,
  2. S tiene razones objetivamente suficientes para creer que p sólo si:

 

  1. i) Las razones son suficientes (esto -es, concluyentes, completas y coherentes) para S <respecto de cualquier otro conjunto de razones alternativo>;
  2. ii) S puede inferir que ningún sujeto de la comunidad epistémica pertinente <= a la que pertenece> tiene razones suplementarias. que revoquen su creencia.

iii) Sus razones son objetivas si son aceptadas por terceros en forma neutral. (Villoro, 2009, págs. 166, 175).

Con todas las diferencias de cláusulas que se hayan propuesto, para resolver las cuestión de la versión clásica de la teoría tripartita –como la que propone Villoro- siguen siendo teorías del conocimiento proposicional externado, o de un nivel. En estas teorías, como la evidencia justificatoria o refutadora, es argumentativa; en la medida que hay procesos psicológicos inferenciales, estos se externan como argumentos deductivos, inductivos o abductivos. Esas relaciones son relaciones objetivas y públicas, que prescinden de los rasgos subjetivos de quienes porten dichas creencias o hayan sido los proponentes originales de alguno de esos argumentos. Así el riesgo solo será relevante si se puede externar y medir con recursos estadísticos.

En ese caso, en el enfoque que analizamos la cuestión de Yocasta se convierte en la conclusión de Yocasta, ella infiere proporcionalmente que Edipo aún no pudo llegar a concluir; ella evalúa las probabilidades de esas consecuencias y ante la mayor probabilidad de un escenario catastrófico, exige que Edipo aborte su indagación.

 

Sección IV. La cuestión de Yocasta. La visión desde las teorías más-que-proposicionales del conocimiento (Teorías de dos niveles).

Las teorías de dos niveles intentan dar cuenta de la experiencia cognitiva, de los estados cognitivos de un agente y de cómo se emplea la atribución de dichos estados para explicar el comportamiento y las actitudes del agente; son casos en los cuales no es necesario que el agente tenga conciencia plena de estos estados cognitivos, que pueden estar condicionados por emociones, sesgos y demás.

A título de exposición del estado de las teorías de dos niveles podemos mencionar las presentaciones que hacen cuatro autores contemporáneos en esa perspectiva teórica:

  1. Este artículo pretende demostrar que la cognición humana no puede caracterizarse en términos puramente mentalistas. Tiene una base corporal y la cognición es, por tanto, el producto de la interacción entre mente, cuerpo y cerebro. Así es como la idea de la corporeidad y su importancia se hace realidad y se afianza tanto en la filosofía como en la ciencia cognitiva. Esto supone un cambio radical que introduce un nuevo marco para la filosofía y la ciencia cognitiva. (Gupta, 2021)
  2. Estudios empíricos recientes sobre la categorización, el desarrollo de conceptos, la estructura semántica y el razonamiento revelan las insuficiencias de todas las teorías que consideran el conocimiento como estático, proposicional y sentencial. Estos estudios demuestran que la estructura conceptual y el razonamiento se basan en patrones de experiencia corporal. Las estructuras de nuestras orientaciones espaciotemporales, interacciones perceptivas y programas motores proporcionan una base imaginativa para nuestro conocimiento y razonamiento sobre dominios más abstractos. (Johnson, 1991)
  3. El conocimiento encarnado es un tipo de conocimiento en el que el cuerpo sabe cómo actuar (por ejemplo, cómo escribir a máquina, cómo montar en bicicleta, etc.). Una de las características importantes de este conocimiento es que el cuerpo, y no la mente, es el sujeto conocedor. Los procedimientos de actuación están incorporados, de modo que el cuerpo sabe cómo actuar en una situación determinada. El conocimiento incorporado no se limita únicamente a las habilidades motoras, sino que se refiere a la variedad de experiencias humanas, todas las cuales comparten la propiedad de «hacer sin representar».(Tanaka, 2011)
  4. En este artículo se expone el concepto clave que abarca todos los aspectos de la vida y que, por tanto, constituye una clave para comprender cómo todos los aspectos están intrínsecamente interrelacionados. Ese concepto clave -la animación- se explica concretamente en términos de biología evolutiva y fenomenología. Comienza con la clásica afirmación de Darwin de que «la mente es función del cuerpo» y muestra cómo un análisis fenomenológico del movimiento respalda la afirmación de Darwin. Además, muestra cómo las interpretaciones comunes del movimiento distorsionan sus realidades dinámicas, cómo en la vida cotidiana normal se obtiene una congruencia dinámica entre las emociones y el movimiento y, por lo tanto, cómo «una ausencia del cuerpo por debajo del cuello» en la investigación científica sobre las emociones desvía la atención de las sinergias del movimiento significativo que anclan la vida humana. Al final se demuestra claramente que las mentes no se encarnan; los cuerpos son conscientes.(Sheets-Johnstone, 2011)

Las teorías de dos niveles pueden abordar las vivencias de riesgo, y rechazar que la cuestión de Yocasta = la conclusión de Yocasta. A ella se le aparece el riesgo en toda su constitución somática, todo su ser entra en temblor y congoja; le impone a su marido que aborte su investigación.  Y ello porque para estas teorías, el conocimiento involucra la corporeidad y todos sus fenómenos, y esta es siempre presente. Y por ello Yocasta ya vive esa eventualidad que se le hace insoportable, en toda su corporeidad. No es que la indagación de Edipo vaya a tener consecuencias futuras catastróficas, sino que ya las tiene, porque el conocimiento que tiene Yocasta no es inferencial sino corpóreo. No se trata de un anticipo que permita tomar medidas precautorias como fuera el caso de un riesgo calculable, sigo un riesgo ya está presente y que ya tiene efectos.

En tanto hay una vivencia que desborda hacia el futuro, nos encontramos que la demanda de prohibición o cancelación, vista desde una teoría de dos niveles, no tiene una justificación en ese futuro posible, sino que es la reparación de algo que ya ha sucedido.

 

Sección V. Comentarios críticos sobre La cuestión de Yocasta.

En el Apéndice I de su libro Conocimiento prohibido (Shattuck, 1998) Roger Shattuck, propone seis categorías de lo que él llama modos del conocimiento prohibido, modos en los cuales un agente cognitivo debe abstenerse de conocer. Ahora bien, el deber que menciona el autor no debe considerarse como un deber moral –o sea que expone obligaciones- sino, al menos en algunos de los casos que presenta, ese deber es prudencial –por ejemplo, el caso (1). Así reconoce el autor:

  • conocimiento inaccesible: Hay ámbitos de la realidad que son fácticamente inaccesibles para las facultades cognitivas de los agentes cognitivos humanos. El ejemplo más simple es el pasado, conocemos el pasado por la facultad de la memoria o por la indagación histórica, la extremadamente hábil y la segunda conjetural. Así el conocimiento del pasado nunca es equivalente al conocimiento del presente que vamos llevando. Pero no solo el conocimiento del pasado también el conocimiento del futuro, también el conocimiento de escalas de realidad absolutamente inconmensurables con nuestra escala de realidad de nuestra existencia corpórea. Estos y otros límites son límites fácticos y en particular límites que por la carencia de instrumentos son límites tecnológicos. (Shattuck, 1998, págs. 391-393),
  • conocimiento bloqueado por mandato (divino, humano): Es el conocimiento que no está permitido lo que no se explícitamente sustraído de nuestras posibilidades cognitivas podemos, no debemos. En la historia epistémica de la humanidad la prohibición fundamental es acerca de lo que no habremos de conocer como señala el autor Adán, Eva, Prometeo y Psique. En estos casos estamos hablando de una prohibición general, pero en la cuestión de Yocasta la prohibición o el pedido de restricción que Yocasta le solicita a Edipo no en general, sino que es en la circunstancia. No está en juego ninguna estructura fundante de la cognición humana a partir de una censura básica No ese es el tema. (Shattuck, 1998, págs. 393-394),
  • conocimiento peligroso, instructivo o indeseado: Si viene el autor no menciona la categoría, toda la parrafada en donde él habla supone el concepto de riesgo, conocimiento riesgoso. Se trata de un conocimiento que debe ser pasado por un análisis prudencial sin que haya una regla general que me diga sobre tal peligro o tal no peligro en la medida que el riesgo siempre se da en un contexto específico. También puede abarcar lo que denomina conocimiento de lo oculto y que en otras tradiciones se llama conocimiento esotérico es decir conocimiento que no puede estar disponible para el común de los agentes cognitivos, sino que exigen una adecuación previa tradicionalmente llamada iniciación. (Shattuck, 1998, págs. 394-395, 403-408),
  • conocimiento frágil y delicado: Se trata del conocimiento disimulado, aquel que no puede exponerse en forma franca sino con circunloquios o una nomenclatura simbólica como era el caso de la simbología alquímica que resultaba muy confusa para aquel que no estuviera iniciado. (Shattuck, 1998, págs. 395-396),
  • conocimiento doblemente prohibido: Se trata de una categoría que el autor propone en forma análoga a las anteriores, aunque en rigor no parece serlo. Lo que el autor expone es la imposibilidad de conciliar simultáneamente dos cosas: (i) una tendencia que él llama conocimiento subjetivo, que se dirige hacia el tema de conocimiento, y que nos hace perder objetividad o neutralidad, hace genera lo que podemos llamar una suerte de complicidad con el asunto sobre el que se dice conocer, y por otro lado (ii) una tendencia que él llama conocimiento objetivo que pone el énfasis en una neutralidad sistemática e irrenunciable, y por eso nos hace perder lo que él mismo llama el vínculo simpático o lo que hemos llamado complicidad con el tema sobre el que se dice conocer. (Shattuck, 1998, págs. 396-399),
  • conocimiento ambiguo: Bajó este nombre el autor designa lo que en rigor no es ninguna ambigüedad en el sentido semántico de la palabra, sino es un conocimiento invertido en el sentido que lo que se dice conocer tal como se expone resulta finalmente exactamente lo contrario, es decir un conocimiento que cambia completamente sus evaluaciones y su significado cuando se profundiza o se desarrolla hasta las últimas consecuencias. (Shattuck, 1998, págs. 399-400)

En principio esta clasificación parece heteróclita y hay algunas distinciones que se solapan con otras. Además, la categoría prohibida no tiene el mismo significado cuando se aplica a una restricción tecnológica que a una restricción que podemos llamar en un sentido amplio moral. Y en ese sentido el autor parece confundir la categoría de prohibido con la categoría de irrealizable, lo que en algún sentido vacía en parte a la primera. Lo mismo ocurre con la noción de conocimiento doblemente prohibido, no exhibe ningún tipo de prohibición en el sentido literal de la palabra, lo que plantea es un problema genuino de la teoría del conocimiento aplicado, es decir los problemas que surgen por la incertidumbre relativa de una situación respecto a los sujetos que le están conociendo. Pero nuevamente aquí la palabra prohibido carece de sentido genuino. Además, hay categorías que se solapan como la de conocimiento peligroso y conocimiento ambiguo.

Pero con la independencia del rigor metodológico que tiene esta taxonomía es claro que la cuestión de Yocasta se encuentra en la encrucijada de estas dos últimas clasificaciones. Aquello que Edipo vaya a saber si culmina su proceso de inquisición, se convierte en conocimiento peligroso porque incrementa exponencialmente el riesgo de la vida pública en Tebas.

Si se requiere un análisis prudencial, la visión escéptica parece inadecuada, el criterio escéptico en cualquiera de sus cuatro manifestaciones no incluye ningún pasaje de lo que aparece a lo que pueda aparecer; si el riesgo que le aparece a Yocasta en el momento en que le pide a Edipo que cese es una pasión, estamos dentro del ámbito del criterio pirrónico, pero si la cuestión es lo que vaya a suceder cuando culmine la investigación estamos en el ámbito de las teorías dogmáticas del conocimiento.

A través de la cuestión de Yocasta, proponemos una lectura distinta a lo que solemos encontrar de la tragedia de Sófocles, donde se plantea una reflexión profunda sobre los límites y consecuencias del conocimiento humano. Yocasta, atrapada entre el saber y el riesgo catastrófico que intuye, representa la tensión entre el deseo de comprender y el temor al impacto devastador de ciertas verdades. Su dilema nos revela cómo el conocimiento, lejos de ser una búsqueda puramente racional, puede implicar decisiones éticas, riesgos personales y sociales, y resistencias a la verdad por sus posibles consecuencias destructivas. Este análisis muestra que, en el contexto epistemológico de la tragedia, el conocimiento no siempre es deseable o inocuo, sino que puede ser un bien perturbador y, en algunos casos, prohibido. La postura de Yocasta sugiere que, en ciertas circunstancias, abstenerse de saber puede ser una forma de protegerse del peso de conocimientos intolerables.

 

 

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[2] Alumno de la carrera de Filosofía de la FFHyEO de la USAL.

[1] Profesor de Epistemología y Lógica.