“En nombre de nadie (y de todos)” Selección de poemas de A. Sly

 

I myself do nothing. The Holy Spirit accomplishes all through me

William Blake

 

A mi entender, el acontecimiento poético no está ligado con la política, ni con las ideologías, ni con una técnica a través de la cual se construye deliberadamente un discurso que pretende ser poético, sino que el mismo hecho poético sucede en la medida que nos religamos con la dimensión de lo sagrado, de lo completamente Otro.

Escribir poesía es predisponerse a que lo insondable apaciente la trágica existencia humana. La vivencia de lo poético, a mi modo de ver, está atravesada por la experiencia de la fe, aquella dimensión de lo humano que es capaz de aceptar el misterio abrazándolo. Éste es el abrazo que se suscita por el amor, que excede los límites racionales, como la madre abraza al hijo sin comprender el porqué de su conducta.

Soy consciente de que los poemas presentados remiten a la lo real en tanto el habitar una situación de encierro físico, pero también sé que no puedo dar cuenta de las líneas escritas, como lo podría hacer un científico. Los versos que he escrito no son tributarios de mi libre voluntad, sino de la voluntad capaz de abrirse a lo desconocido, a la inmensidad del misterio. Los poemas son los que son, sin explicación alguna (al menos de mi parte). Lo que sí puedo afirmar es que todos han nacido en el período en el cual nos hemos sumido en la pulcra clandestinidad. Sin embargo, no creo, que esto diga mucho de lo escrito, sino que simplemente es el marco a través del cual han sido recibidas las palabras para ser dichas en nombre de nadie y de todos.

Alejandro Sly

 

Pisadas

En la hondonada
de aquella travesía
hasta el más fiel cartílago
se estancó llorando
su tuétano.

El andariego pie
desolló su carnadura
y el hueco tímpano
desoyó
un febril anuncio
de caja de zapatos.

Vida entumecida que croa
la desdicha,
conjetura la nostalgia del ayer.
Dibuja en su pecho
con la angustia del lápiz
la esperanza
de la vida renacida.

Qué las llagas el porvenir
suturen las miserias
de nuestras pisadas
sobre esta tierra.

 

Payaso

La barbarie de los sentimientos
murmura plegarias cristalinas
en la mesa de los lamentos.

Un grito pedestre
se despierta en el lecho
de amarras rupestres.

Concisa es la mirada
sobre el vértice de las sirenas
que abrazan los huesos del mundo
con el canto
y el espanto.

Estampados en las perpetuas paredes
sin recuerdo
morimos y resucitamos
ante las inclemencias del tiempo
que clava sus dagas en la historia.

Una pradera gris en las afueras
y un mundo pintado de colores vivos
en el recinto carcelario
nos mantiene alegres y un poco tristes

Aprendices de payaso somos.
La tragedia y la comedia han de ser
si el huerto de nuestras vidas
ha de florecer

 

Intra muros

Conmiserados hasta al hartazgo
bebemos del vientre
de una realidad superlativa
que nos empequeñece
hacia la pubertad del grito
encerrado,
incomprendido.

Mientras los muros crecen
sobre las vívidas paredes
que relatan nuestra historia
crece el laberinto de nuestra mente
a través del bosque frondoso
de nuestro inconsciente.

Subterráneos los pasillos
de la bruta gruta
que baña nuestros cuerpos
en el perfume de lo inefable.

El aciago despertar
busca
el aroma a café emanado
por la piel de mi familia.

Desayuno el olor del amor
con el ayuno de la plegaria
alrededor de la fuente
que vierte toda vida y toda muerte.

 

Nubes sine lumine

El llanto del Sol asoma
sobre el dibujo triste
de una nube clandestina.

Sombras alunadas
en el teatro del ayer
disipan su enjambre
de una colmena enlutada,
fallecida la reina.

En una cárcava de ensueños
los títeres piden asueto
y las largas voces
caminan sobre la pizca
de verde que pinta
nuestros cuerpos.

Atigrados
en la melodía
que cantan las sirenas
anochecidas.
Vástagos del tiempo
nos fundimos
en la volátil materia
de nuestros sueños.

 

El inconsciente y la mar

Inconmensurable
la profundidad del océano
que baña las orillas
de una conciencia opaca.

Barcos de papel
dibujan azulados los sueños
en las amarras
solitarias
de nuestras almas.

Los rasguidos llorosos
que suenan
desde las costillas del mar
vierten una melodía
que sólo la melancolía
ha de escuchar.

Sonetos vagabundos
revolotean el mirar absurdo
de un conquistador,
que alza su espada
forjada con mermelada.

 

Humanidad

La cándida noche
arroja los harapos
de una luna perturbada.

Sucinta se muestra
la clarividencia
ante los ojos esperanzados
de un croto
que croa el horizonte
de su destino.

Hogar que se desvanece
en el lujurioso silencio
del afuera.
Hogar que desvela
en el terruño de lo propio
transmutado en habitáculo.

Esas son las fuerzas
del encierro.
Impúdicas corroen
la intimidad
de nuestra morada.

Hogar seguiremos siendo,
a pesar,
de las gárgolas pestilentes
que susurran el olvido
de la humanidad.

 

Umbilicus Mundi

Rechinan las paredes
de lados yuxtapuestos
empequeñeciendo
a rebencazos
el corcoveo del zaino
que bufa tierra
en su malestar.

Del otro lado del mundo
la pestilencia
deviene antídoto
para el desamor.

Crujen los techos,
hartos del deambular
errante
que fabrica sueños.

En la esquina
de nuestra angustia
se dibuja una plaza
colmada de niños
repleta de bullicio.

En el aroma de la azucena
resucitamos
la cuarentena.
Derribando los muros
de nuestra mente,
el Alejandro grita vehemente:
¡libertad!

 

Aurora

Entre el ser y la nada
se dirime la existencia,
anunciaba una voz anónima
mientras tejía
los hilos del tiempo.

La muerte vestida de gala
se aproxima con elegancia,
mientras la vida sigue creciendo
en los pastizales
de una pradera sin nombre.

Vida que es muerte
muerte que es vida,
dijo el tuerto de la esquina,
mientras sonaba su nariz
con el barbijo de su vecina.

Alto ahí,
dijo un hombre muy azul.
Usted va preso por insolente,
manifestó.

En la ciénaga de la aurora
crece locuaz el lodo
de la palabra enterrada,
pútrida
en el tiempo del olvido,
florece.

 

Envido

En el encierro del cuerpo
mi alma se acostumbró a viajar.
Cuatro paredes son suficientes
para gritar las oscuras penumbras
que todos llevamos a cuesta.


Departamentos cuboides
enredados por los yoes que lo habitan.
Monjas de clausura,
ciudadanos de clausura.
¡Escuchen la voz de las paredes!
Escuchen el eco de vuestras almas.

Las praderas de nuestra mente
corren verdes
hacia el acantilado de pájaros
y corceles.

En el hilván del tejido
el yo se deshilacha
y las hebras del otro
cantan envido.

 

Milagro

En el estupor de la ciénaga
fumo un cigarro
esperando
que acontezca un milagro.

¿Cuándo cesará?

La penumbra del día
fustiga la claridad
de nuestros ojos.
En el recoveco de las fortalezas
somos débiles
y fuertes,
cual junco que piensa.

Brutal es la madeja
de la cabeza,
que suspira el encierro
acariciando la brisa
a través de una ventana.

Los cuerpos ausentes
en las calles de Buenos Aires
gritan su huella
pisada por fantasmas.

La quietud de la ciudad
murmura
mientras nosotros esperamos
el milagro…

 

Ilustraciones: Alejandro Sly.