por Ricardo Hamlet Taddeo
Pocas personas he conocido que profesen la religión del arte hasta el límite de su éxtasis. Nuestro artista es una de ellas. Alejandro mantiene un compromiso visceral con el impulso creativo, y es este el que dirige, musa ancestral, su obra. Cuando la creatividad aparece, ella lo posee por completo.
En él, vida y obra se encuentran intrínsecamente unidas y mágicamente hermanadas. No ha cesado de buscar y amar el arte. A veces desde el cielo y otras desde el infierno. Es en esta vida de devoción creativa donde encontramos el motor filosófico de su arte.
Y esto nos lleva a la dimensión metafísica de su creación. Para Alejandro, el arte trasunta un potencial soteriológico. Salvación. Sanación. Transformación. El artista cree fervientemente en el arte como inspiración divina. Este fervor se manifiesta claramente en su obra. Todos los dibujos aquí presentes han sido creados en un estado de inspiración. Apertura ritmada, escucha atenta de la melodía de la noche y el arpegio del día. El artista se abandona al crear. Y en ese abandono bendito los personajes que lo habitan cobran existencia. Se trata de un acto estético, pero también, y eminentemente, espiritual.

Este vaciamiento se vuelve una técnica, una poética de la carencia. “Bienaventurados los pobres de Espíritu”, reza la Escritura… Esta frase es la clave de su método. El artista debe ser “pobre”, la línea debe ser “pobre”, su trazo despojado pero poderoso; de esta manera, se vuelve cóncavo a la inspiración. Vacío, el Todo puede habitarlo.
Metafísicamente, la forma da origen al volumen. Esto significa la unión de Apolo y Dioniso: la ascesis apolínea del trazo único que contiene multitudes de formas. Poco le basta al gran dibujante para construir enteros universos: un brazo, una mano, una pierna, un gesto… da origen a un laberinto de sueños donde la vida se hace carne. El contorno geométrico de las cosas basta para alimentar infinitos. El límite de lo real constituye lo real mismo. La des-ontologización total de las ideas se torna una mística del contorno…

Observemos ahora cómo esta fe metafísica se materializa en el trazo. Al igual que las ideas, las líneas aparecen como un relámpago ante él y descienden, savia bendita, desde el cielo a la yema del dedo. En un sentido técnico el trabajo de la línea y de las sombras recuerda al dibujo chino y al maestro Shitao, quien veía el trazo como manifestación del universo.
Y son estos cuerpos dibujados, estos paisajes del alma, los que contienen el dolor. El dolor que se tornará, Dios así lo promete, en oportunidad de transformación. Es por eso por lo que sus personajes tienen algo de indescriptible… Ellos sufren, habitan su desazón, pero también esperan, quizá, ser redimidos. Siempre hay luz en la sombra de sus trazos… siempre sombra en la luz de sus líneas.
Sus personajes no portan máscaras… son máscaras, revestidas de piel. La forma corpórea cifra en sí misma las alegrías y los dolores del humano. La anatomía de los cuerpos en su obra no responde exactamente a los libros de medicina sino a la inspirada visión de su arte: la carne manifiesta estados del alma en su propia configuración geométrica. Así, cuando contemplamos uno de los dibujos, nada está donde debería y todo está donde debería: una mano es un rostro y el rostro, mano; un pie, ojo y una pierna… tobogán celeste por donde transitan los ángeles… y los demonios.

Esta configuración del cuerpo revela una temporalidad suspendida. Los personajes que habitan el universo alejandrino parecen a un tiempo danzar y permanecer estáticos en el rito de un instante eterno. Tiempo detenido, infinitud fluyente. Tergiversación del tiempo, magnificación del espacio.
Alejandro apostó a la creatividad como camino de vida, contra viento y marea. Fraguó su obra con denuedo, con maestría… pero sobre todo con amor. Con amor a la vida y al misterio que la envuelve.
Un alma puede redimirse en el arte. Puede hallar el mapa exacto de su propio exilio y su retorno. Contemplen, pues, este paisaje. Ante ustedes yace la yuxtaposición del insomnio, el sufrimiento atroz, los avatares de la vida… pero también: la esperanza, el amor, el sol del mediodía que se abre en oportunidad. Dios es sabio. Aquí su premio. Para nuestro deleite.
Adéntrense en el misterio de la línea hecha forma. Deléitense y espántense. He aquí el Hombre.
Octubre 2025
