¿Se puede no creer en nada? Del nihilismo doxástico a la Cioran al pesimismo radical

Por Alejandro G. Miroli *

 

No Creo En La Magia

No Creo En El Ying Yang,

No Creo En La Biblia,

No Creo En El Tarot,

No Creo En Hitler,

No Creo En Jesús,

No Creo En Kennedy,

No Creo En Buda,

No Creo En El Mantra,

No Creo En El Gita,

No Creo En El Yoga,

No Creo En Los Reyes,

No Creo En Elvis,

No Creo En Zimmerman,

Y No Creo En Los BEATLES.

Sólo Creo En Mi

John Lennon God (John Lennon/Plastic Ono Band. 1970)

I. EL PROBLEMA CON LAS CREENCIAS

La letanía presente en la canción de John Lennon, expone el problema de una posible -o deseable- vida sin creencias; problema que así expuesto, parecería un tema de decisión personal: un agente podría elegir renunciar o mantener sus creencias, elegir algunas, descartar otras, o directamente rechazar todas las creencias, sin que importe el tipo de entidades involucradas en dichas creencias:  seres sobrenaturales, disposiciones cósmicas, personajes humanos, entidades sociales o políticas, sistemas de normas morales, estéticas o epistémicas.   El resultado será un agente que afirma que no cree ni en esto, ni en aquello, ni en lo otro, ni en lo de aquí, ni en lo de allá; lo que se resume en la frase “Yo vivo sin creencias”.   Pero ¿Se puede vivir sin creencias, al menos algunas? ”   Y en todo caso, ¿Es eso materia de decisión personal, o sea basta una declaración de renuncia, para que efectivamente se extingan dichas creencias aludidas?   Veremos que una reflexión básica mostrará que esas preguntas, así formuladas, sin ninguna especificación, presentan una serie de confusiones.

La posición que subyace las afirmaciones “Yo no creo en nada”/”Yo puedo vivir sin creencias” se puede llamar nihilismo doxástico, una doctrina que se podría resumir así:

(ND) Sean lo que sean las creencias, son totalmente prescindentes para la vida; en ese sentido, el rechazo de toda creencia permitiría una vida adoxástica, que en algún sentido sería superior a una vida cargada de creencias, una vida doxástica.

En esta formulación hay dos partes: (i) la primera parte que podemos llamar la parte adoxástica- y (ii) la segunda parte, que podemos llamar la parte vital.   Naturalmente es posible afirmar la primera parte sin la segunda, es decir es posible sostener la exigencia de abandonar las creencias, sin afirmar que dicho abandono redunde en algún beneficio personal o colectivo.   Pero en rigor, quienes proponen ND o quienes declaran que viven sin creencias, en general conectan el abandono de algunas o todas las creencias con algún beneficio personal o social.   En esa línea,  como veremos al examinar el caso de E. Cioran como caso paradigmático de ND, los autores que afirman la parte adoxástica, parecen tener en foco la parte vital.   Y ello partiría de una valoración negativa de las creencias para la vida, en la medida que las interminables diferencias de creencias y la inagotable variación de ellas, generarían desunión, desencuentro, conflictos y querellas continuas; y una vida que pueda ser vivida, debería prescindir por de estas situaciones.

Pero ND presenta algunos problemas:

(i) ¿Se puede hablar de creencias en general, como si no hubiera alguna diferencia entre ellas, diferencia que pueda ser relevante respecto de la tesis el abandono por mera decisión personal?

(ii) ¿Es correcto mencionar la vida sin dar alguna especificación de que sea ella, o de que tipos de vidas estarían involucradas en la situación adoxástica?

(iii) ¿Es correcto afirmar -sin prestar atención a la cuestión (i)- que una vida adoxástica sería mejor que una vida doxástica?

En lo que sigue trataremos de examinar estas cuestiones, a fin de salir de la exposición ingenua de ND y llegar a algún nivel de análisis que permita abordar las cuestiones disputadas.

Ariana Jenik. Serie música. Tinta sobre papel

II. UN EXPONENTE DEL NIHILIMO DOXASTICO EMILE CIORAN

Emile Cioran [1]  ha escrito una extensa obra en forma de aforismos y breves ensayos, más que reflexiones sistemáticas, a manera de reflexiones que cultivan  una posición escéptica -de talante pirrónico- ante las filosofías académicas, en la cual aparece una visión crítica de las creencias en general[2]:

  1. ¡Ojalá pudiera tamizar las lágrimas, ojalá pudiera prensar el llanto, para con sus heces envenenar mis creencias bajo un cielo fugitivo! (Cioran, 2006, pág. 184)
  2. Una civilización empieza por el mito y se termina con la duda; duda teórica que, cuando la enfrenta a sí misma, se torna duda práctica. No sabría empezar poniendo en tela de juicio valores que aún no ha creado; una vez producidos, se cansa y se aparta de ellos, los examina y los pesa con una objetividad devastadora. Las diversas creencias que había engendrado y que ahora van a la deriva, son sustituidas por un sistema de incertidumbres; organiza su naufragio metafísico y lo logra maravillosamente cuando un Sextus le ayuda. (Cioran, 1977, pág. 54)
  3. La filosofía, que se había impuesto como tarea minar las creencias, en cuanto vio que el cristianismo se extendía y que estaba a punto de triunfar, hizo causa común con el paganismo cuyas supersticiones le parecieron preferibles a las necedades triunfantes. (Cioran, 1981, pág. 106)
  4. Llevamos en nosotros, como un tesoro irrecusable un fárrago de creencias y de certezas indignas. Incluso quien llega a desembarazarse de ellas y a vencerlas permanece, en el desierto de su lucidez, todavía fanático: de sí mismo, de su propia existencia; ha humillado todas sus obsesiones, salvo el terreno en el que afloran; ha perdido todos sus puntos fijos, salvo la fijeza de la que provienen.(Cioran, 1998, pág. 46)
  5. La inteligencia sólo florece en las épocas en que las creencias se ajan, en las que sus artículos y sus preceptos se relajan, en las que sus reglas se hacen más flexibles. Todo fin de época es un paraíso para el espíritu, que no recupera su juego y sus caprichos más que en medio de un organismo en plena disolución (Cioran, 1998, pág. 59)
  6. La «verdad» sólo se vislumbra en los momentos en los que los espíritus, olvidados del delirio constructivo, se dejan arrastrar por la disolución de las morales, de los ideales y de las creencias. Conocer, es ver; no es ni esperar ni emprender.(Cioran, 1998, pág. 65)
  7. Es tanto como decir que la tolerancia -bien supremo de la tierra- es también al mismo tiempo el mal. Admitir todos los puntos de vista, las creencias más dispares, las opiniones más contradictorias, presupone un estado general de cansancio y esterilidad. (Cioran, 1998, pág. 115)
  8. Un elemento de felicidad entra innegablemente en todo cambio súbito, incluso se adquiere una sobrecarga de vigor: el renegar rejuvenece. Nuestra fuerza se mide por el número de creencias a las que hemos abjurado; así, cada uno de nosotros debería concluir su carrera como desertor de todas las causas. (Cioran, 1988, pág. 141)
  9. Instintos vacilantes, creencias podridas, manías y chocheces. Por todas partes conquistadores jubilados, rentistas del heroísmo, frente a jóvenes Alaricos que acechan a las nuevas Romas; por todas partes, paradojas de linfáticos. (Cioran, 1990, pág. 66)
  10. Como sus garras se han embotado, pero no el deseo de servirse de ellas, toda su violencia se ha convertido en desolación (pues la desolación no es más que la agresividad rota, humillada, impotente para hacerse valer). Ha comenzado por sabotear sus pasiones; después les tocó el turno a las creencias. El proceso era inexorable. Esta revelación que ha presidido sus días: adherirse a cualquier casa participa del infantilismo o del delirio;… (Cioran, 2000 , pág. 77)
  11. Puesto que todas nuestras creencias son intrínsecamente superficiales y no tienen alcance más que sobre apariencias, de aquí se sigue que unas y otras están al mismo nivel, en el mismo grado de irrealidad. (Cioran, 2000 , pág. 83)
  12. A pesar de todo, el hombre sigue ahí y seguirá hasta que haya pulverizado su último prejuicio y su última creencia; cuando al fin acabe por decidirse, deslumbrado y anonadado por su audacia, se encontrará desnudo frente al abismo que sucede al desvanecimiento de todos los dogmas y todos los tabúes. (Cioran, 1983, pág. 17)
  13. Es lamentable que debamos afrontar la fase final del proceso histórico en un momento en el que, por haber liquidado nuestras viejas creencias, carecemos de disponibilidades metafísicas, de reservas sustanciales de absoluto (Cioran, 1983, pág. 31)
  14. Que todos los ideales sean declarados nulos; las creencias, bagatelas; el arte, una mentira, y la filosofía, pura chirigota. Que todo sea erupción y desmoronamiento. Que vastos trozos de suelo vuelen y, cayendo, sean destrozados; que las plantas compongan en el firmamento arabescos insólitos, hagan contorsiones grotescas, figuras mutiladas y aterradoras 41 (Cioran, 1990, pág. 41)

Estos textos nos permiten reconocer una cierta doctrina de las creencias:

  1. El autor parece hablar en forma general de todas las creencias/todos los puntos de vista. (#7, #8)
  2. Las creencias se asocian a la apariencia, irrealidad, superficialidad; desconexión efectiva entre un sujeto y la realidad, carencia de criterio alguno de éxito o razonabilidad. (#1, #11)
  • Ello precipita que, en general, fracase la pretensión de que las creencias -al menos algunas de ellas- puedan tener algún vínculo con la realidad. (#7, #10)
  1. La posesión de creencias o la insistencia en ello supone, en algún sentido, necedades, indignidades, ignorancia, falsedad, cansancio, esterilidad mental, debilidad; bagatelas; infantilismo, prejuicios. (#4, #7, #12)
  2. El abandono de las creencias, nos quitaría las disponibilidades metafísicas huecas e indignas, y nos colocaría ante una realidad fragmentada, que sería la forma de la verdad en esa dimensión adoxástica, en la que  eliminaría todo prejuicio, y nos permitiría empoderarnos como efectores de nuestra vida. (#2, #5, #6, #8, #12, #14)

La exposición que hace Cioran conecta la parte adoxástica y la parte vital de ND.   En efecto, la prescindencia de las creencias se debe a que ellas -las que, en su exposición, serían creencias indeterminadas- son completamente deficientes -II-IV- y por ello generan una situación de barullo, engaño, irresolución, etc., entonces la perseverancia en las creencias es la perseverancia en estados defectivos y vacíos; y el abandono de las creencias podría analogarse a una purga[3] o superación de esos estados defectivos.  Y dado ello, su rechazo abriría la posibilidad de una vida liberada de tales males.

Y el talante escéptico está involucrado en la mención  a Sexto Empírico: “… y lo logra maravillosamente cuando un Sexto le ayuda”; de ese modo la posición adoxástica, sería un desarrollo o resultado de la operación del escéptico -lo cual, en el autor no es  una tesis sistemática sino una mención rapsódica.

 

III. QUÉ COSA SEAN LAS CREENCIAS

La posición de Cioran habla de creencias, sin dar señales de que sean o de que las haya de uno o varios tipos.   Esto ayuda la exposición del autor, pero no  resuelve en nada el problema de ND, ya que ¿Es plausible sostener que las creencias sean algo único, indiferenciado o, por el contrario, se pueden distinguir distintos tipos de creencia?   Y, en ese último caso, cabe indagar si la posible diversidad de creencias, pone un límite a las pretensiones del abandono voluntario de todas o algunas creencias.   La cuestión no es menor, porque dada una teoría de las creencias, ND se puede tornar trivial (como trataremos de mostrar).

Un punto de partida muy extendido, es entender a las creencias como actitudes proposicionales[4], en particular como un tipo de actitud proposicional básico, que luego compondría, con condiciones adicionales, otras más complejas.   Esta noción de creencia se puede caracterizar así:

“…creencia es una categoría…

<i> doxástica…tienen la capacidad de acumular información sobre el mundo de tal manera que más adelante se puede recuperar y utilizar… cuando les haga falta…por ser estados representacionales <i.e. involucran información> tienen propiedades semánticas…dicen del mundo que es de una determinada manera…que se produce por…la percepción de la realidad exterior mediante nuestros sentidos…o como resultado de la inferencia a partir de otras creencia psicológicas…

<ii> <exhiben> diferentes grados de compromiso…que no es una cuestión de todo o nada, sino que dependen de factores psicológicos <como> la evidencia u otras creencias; <este grado de compromiso llega hasta> comprometernos con la verdad de una creencia…

<iii> <involucran> variaciones de la conducta…” (Campos Havidich, 2002, págs. 7-8)

La condición <i> es la más importante, a punto que se puede hablar de creencia en sentido estricto involucrando meramente el acusativo proposicional del verbo creer.   Ese contenido proposicional se puede entender en términos de información: así la creencia -“Creo que P”- será un estado psicológico cuyo acusativo proposicional “…que P” será información, que podrá ser veraz, falaz, confusa, precisa, incompleta, vaga, etc.   La tarea de trazar dichas distinciones será adicional a la noción de creencia en sentido estricto, ya que son tan creencias las que tiene un químico sobre las propiedades de un metal de la tabla periódica de elementos, como las creencias de un miembro de la Sociedad de la Tierra Plana sobre el origen de la gravedad.   Será la tarea de la epistemología investigar y ofrecer las condiciones bajo las cuales una creencia determinada podrá configurar conocimiento o ignorancia, ser verosímil o inverosímil.

Además del acusativo proposicional que determina la creencia en sentido estricto, las creencias tienen diferentes grados de compromiso o énfasis, que no forman parte de dichos acusativos, sino que forma parte de la vida psicológica y de la estructura subjetiva del creyente.   Así habrá creencias muy entrañables para quien las tenga y que produzcan una adhesión muy fuerte, que involucren emociones muy intensas cuando se las critica o se las denigra, y habrá otras creencias insignificantes, que tal vez del agente apenas advierta que las tiene.   Y lo mismo sucede con las actitudes: habrá creencias que se manifiesten en todo comportamiento del agente, y otras creencias que el agente exprese sólo ocasionalmente.   Podemos llamar compromiso emocional a ese complejo de emociones y actitudes que circundan cada creencia en sentido estricto.

Esta primera clase de creencia como actitud proposicional, ha sido revisada por H. H. Price; este autor no la rechaza, sino que introduce otra noción de creencia que es lógicamente independiente de aquella; Price distingue entre:

Creer-que algo es el caso;

Creer-en algo de tal y cual modo.

A partir de esa distinción, Price distingue dos tipos de creencia-en:

… un sentido evaluativo de ‘creer en’ … Algo como estimar o confiar es una parte esencial del creer-en, así caracterizado. … La otra parte sería concebir o tener en mente lo que sea que se estima o se confía … los ‘objetos’ de la creencia-en, de ese modo, son enormemente variados. Es un error suponer que su ‘objeto’ debe ser siempre una persona … En este sentido de ‘creer-en’, creer-en parece ser una actitud bastante diferente de la creencia-que e irreductible a ella <…> Aquí creer-en equivale a algo como estimar o confiar …

… también un sentido fáctico de ‘creer-en’… uno cree que una proposición existencial <u> otra proposición que se cree no es existencial… en este sentido, ciertamente sí es reducible a la creencia-que….  (Price, 1965, págs. 12-3, 17)

Según Hare, hay una diferencia fundamental entre esos dos tipos de creencias-en.   Cuando creemos factualmente en algo, estamos involucrando a las extensiones de los términos que usamos, de modo que el hablante que cree-factualmente en X, lo que asume es que el término X tiene instancias reales, así “Creer-factualmente-en las hadas” supone aceptar que en la realidad existen ciertos organismos híbridos entre humanos y libélulas que no son meras entidades de ficción, y “Creer-factualmente-en Papa Noel” supone aceptar que en el Polo Norte, hay una juguetería mágica con un juguetero que reparte juguetes un día al año.

Pero creer-evaluativamente-en las hadas o en Papá Noel, no involucra ninguna aceptación literal de existencia.   Supongamos que un maestro cree en las hadas como ejemplos de virtudes personales, al modo en que Esopo mencionaba animales en sus fábulas, así él puede usar narraciones que mencionen hadas o grillos parlantes, sin que alguien le pueda objetar que “Como es posible que usted crea-en las hadas o los grillos parlantes”; quien lo intente corregir de esta manera estaría confundiendo las creencias-factuales-en y la creencias-evaluativas-en.

Por ello no se le puede exigir al profesor o a Esopo, que de cuenta de si efectiva y realmente existen las hadas o los grillos parlantes.   Del mismo modo “Creer-evaluativamente-en Papa Noel” supone aceptar el valor comunitario y familiar de la ceremonia de dar obsequios y celebrar la fecha en la cual convencionalmente se acepa que nació Jesús, sin ninguna aceptación factual sobre la juguetería mágica en el Polo Norte, y de hecho muchísimos adultos que han renunciado a la creencia-factual-en Papá Noel, siguen dándose regalos en la fecha en que dicho personaje los hubiera estado repartiendo.

Si bien Price no menciona a las emociones en la conformación de las creencias-evaluativas-en, es posible señalar que dado que todas las creencias tienen lo que llamamos un halo emocional-actitudinal, un elemento que no interviene en la relación referencial del acusativo “…que P” y la realidad, podemos vincular las evaluaciones o estimaciones, con dichos elementos emocionales, sin afirmar una reducción de las estimaciones a meras emociones[5]; ello se puede afirmar en la medida que los que celebran la Navidad y dan regalos, eligen hacer eso en vez de no hacerlo entre otras cosas  por ciertas emociones elegibles que acompañan dicha ceremonia.   Así una discusión sobre si festejar o no la Navidad, no es una discusión sobre la existencia o no de Papa Noel ni se dirime señalando que éste no existe, sino que se dirimirá exhibiendo sentimientos y pro-emociones asociados a las ceremonias de unión familiar y entrega de regalos en las cuales Papá Noel es simplemente un tópico de conversación o una figura de cartón.

Para Price las creencias-factuales-en se pueden reducir a creencias-que, específicamente a creencias-que las instancias de un término son reales, que tienen tales o cuales propiedades o que entran en tales relaciones con otras entidades.    Pero ello no es posible en el caso de las creencias-evaluativas/emocionales-en, dado que estas creencias no involucran cuestiones de hecho, sino actitudes y disposiciones de los agentes.

En resumen, en el análisis de Price, hay tres clases de creencias:

  • creencias-que…
  • creencias-factuales-en…
  • creencias- evaluativas/emocionales-en…

Ahora, ¿es posible sostener la tesis del abandono voluntario de las creencias, ya no hablando de creencias en general, sino tomando en cuenta estos tres tipos de creencias?

 

IV. DE LA IMPOSIBLE VIDA

En la sección anterior abordamos un análisis de la noción de creencia, en la línea que propuso H. H. Price; en esta sección trataremos la noción de vida involucrada en forma genérica, en la formulación de ND.    En la versión de Cioran se señala un conflicto -aparente o real- entre los agentes que tienen creencias y los agentes que están, en algún sentido, inmersos en la vida, o sea en aquella realidad que ocurriría sin creencias, y que perdura luego de renunciar a ellas -cf. # 2 la civilización que queda con incertidumbres, o #5 el florecimiento de la inteligencia cuando las creencias van cesando, o -en forma más extrema, en #8 cuando señala que la felicidad surge del número de creencias de las que reniega.

Ahora esa vida ¿es la mera vida orgánica, en una suerte de vitalismo antrópico? ¿Es la vida comunitaria, de relación en ciertas estructuras sociales?, ¿o qué otra cosa pueda ser?   En  principio la noción de vida involucrada no puede ser la vida orgánica, en tanto la posesión de creencias es un hecho antrópico, que involucra las capacidades psíquicas de los homínidos.   Y tampoco es una noción de vida meramente etológica, en tanto el objetivo de la renuncia a las creencias es una suerte de liberación que genere -como sucede en el pirronismo- un estado de superación de los conflictos y los barrullos persistentes de la diafonía de creencias y creyentes.

Una forma de analizar la noción de vida es partir de considerar sus fases temporales; así se podrán distinguir dos nociones diferentes: la estructura cronológica -el tiempo cronométrico- y la estructura temporal -el tiempo constitutivo.    La vida considerada desde el tiempo cronológico es una temporalidad unidimensional:

-la secuencia cronológica donde cada evento tiene una única ubicación en un punto-instante, el cual tiene otros puntos-instantes precedentes o sucesivos; entre los cuales se pueden medir distancias y fracciones de distancias y duraciones -así la Revolución Francesa duró tres veces más tiempo cronométrico que la Revolución de Mayo, o viceversa la Revolución de Mayo es 1/3 de la Revolución Francesa.

La segunda es una temporalidad bidimensional:

-por un lado se mantiene el tiempo cronológico, la mera sucesión de eventos como puntos-instante, o sea la localización y las dimensiones cronométricas -la fecha, las distancias de calendario u horario entre eventos, la duración medible;

-por otro lado el tiempo constitutivo, que opera como una segunda dimensión; que excede la ubicación cronométrica, y la desborda hacia el pasado y el futuro; esta temporalidad opera sucesivamente en todas las escalas que involucra un hecho; una escala -el tiempo geológico- parecerá eternidad para la escala del ciclo de vida de las plantas de maíz, a su vez esta escala parecería eternidad para la escala del encuentro en una cita a ciegas.

Esta eternidad/transcurrir relativos, que opera simultáneamente, no se puede interpretar en la mera sucesión cronométrica, ya que en ésta, todos los puntos-instantes -los del nivel geológico el nivel botánico o el nivel educativo son simultáneos y no se pueden diferenciar[6].

Mientras que la vida considerada desde el tiempo cronométrico es meramente pasar de fecha a fecha, de hora a hora, de año en año, la vida considerada desde el tiempo constitutivo permite analizar dos modos básicos:

La vida considerada desde toda la temporalidad constituyente pretérita o la vida histórica: la vida en la cual cada sujeto o comunidad está arrojado, lo que no elige ni puede alterar: nacemos con tal nacionalidad, tal período histórico, tal sistema familiar, en tales comunidades, con tal inserción territorial, con tal lengua materna y tal lengua de estado.  Esto constituye el conjunto de condiciones y estructuras determinantes que operan como marco de la actividad de agentes individuales o colectivos, el pasado constituyente, que se puede permutar -salir de una nación política y lengua de estado y pasar a otra nación política y lengua de estado- pero no renunciar sino bajo condiciones excepcionales.

La vida considerada desde las posibles formas de temporalidad constituyente futura o la vida proléptica: la vida no sólo es pasado constituyente, sino futuro posible; este futuro puede oscilar entre una mera repetición cíclica de la vida histórica, o la articulación de proyectos y planes de vida de realización temporal futura -estudiar, construir una vivienda, hacer ejercicios con fines de salud, conformar una familia, etc.; y ello puede llegar a una completa transformación y conflicto que cambie estructuras y procesos de la vida histórica, hasta removerlos e instalar otros completamente diferentes o incluso, directamente abandonar la vida histórica.   Y ello sucede por una multitud de factores desde meros planes de acción individuales a los que se adhiere por tradición y se hacen propios, hasta proyectos utópicos globales macrosociales inspirado por filosofías de la historia o por determinadas interpretaciones de las revelaciones de seres sobrenaturales.

La relación entre la vida histórica y la vida proléptica puede tener varias  formas, desde aquellas que sostienen su identificación absoluta, o una convergencia sin conflicto, hasta aquellas que sostienen la absoluta imposibilidad de una vida proléptica en el marco de la vida histórica; en este caso la vida proléptica se resolvería en un paulatino abandono de la vida histórica, en un retiro de ella que cancele la historicidad y el tiempo constituyente, y que pueda generar un tiempo contra-histórico, en el cual se puedan llevar a cabo los proyectos prolépticos sin la interferencia, o el obstáculo que impondría la vida histórica[7].

Dado que ND incluye  una referencia al efecto que el abandono deliberado de las creencias tendría en la vida, es necesario examinar la relación entre las formas de creencias y las formas de vida, a partir del nihilismo doxástico que parece expresar E. Cioran.

 

V. DE LA POSIBLE VIDA SIN CREENCIAS

En las secciones anteriores hemos establecido que las nociones de creencia y de vida de ND, son más complejas que lo que aparece en su formulación original; entonces a la luz de estos resultados ¿Es posible renunciar deliberadamente y por decisión a las creencias, en la dirección que propone Emile  Cioran?

Antes de comenzar el análisis de esa pregunta hay dos supuestos que convendría tratar.   El primero es un supuesto de reconocimiento; en efecto un agente renuncia a lo que puede reconocer, y de lo que puede decir “Renuncio a X” con X identificado previamente, ya que no tiene ningún sentido sostener “Renuncio a no sé qué cosa”.   En este caso, las creencias reconocibles son las que enuncia el agente; pero un agente no puede enunciar todas sus creencias, y de que enuncie algunas no se sigue que todas sus creencias puedan ser enunciadas o siquiera sean enunciables   Por lo contrario hay creencias tácitas o latentes, que se revelan no en las declaraciones, sino en el comportamiento.   Así explicamos el comportamiento de S, que siempre deposita un  ramo de espigas de trigo en un árbol situado en el Parque Nacional, a partir de atribuirle ciertas creencias en la naturaleza ritual o  religiosa de esa acción, y explicamos que S se enfada cuando llueve y no puede llevar esas espigas allí, y en ese caso las deposita en un árbol del exterior de su casa, atribuyendo la creencia que el depósito de las espigas en el Parque Nacional es más importante que su depósito en un árbol lindero a su casa.

En principio la atribución de creencias tácitas, debe ser consistente con las creencias enunciadas por el agente, pero esta no es una condición necesaria, ya que muchos agentes tienen creencias tácitas que están en directa oposición con las creencias que declaran.   Y ello no supone un conflicto que se pueda resolver fácil, de modo que permita una renuncia a todas ellas.  Y ello porque es posible que cuando confrontemos al agente con una creencia tácita que se revela en sus acciones, se niegue a reconocerla u ofrezca una versión de ella que trate de eliminar el conflicto que se pueda suscitar.  En resumen, la existencia de creencias tácitas reveladas, supone un  problema para el optimismo que parece tener Cioran sobre la facilidad con la que se podrían abandonar las creencias.

El segundo supuesto es  la dependencia que Cioran parece tener con una posición pirrónica;  tal como queda señalado en su referencia a Sexto Empírico: “…organiza su naufragio metafísico y lo logra maravillosamente cuando un Sextus le ayuda.” (#7).  Y efectivamente Cioran parece argumentar como un pirrónico contemporáneo, en la medida que su diatriba surge de la molestia extrema que provocarían las creencias.

Sería imposible intentar siquiera una exposición mínima del escepticismo, sólo nos ceñiremos a la llamada fórmula escéptica, que se encuentra en Sañjaya Belaṭṭhaputta (Magadha, siglo VI a.e.c)  y Pirrón de Elis (Elis, ca. 365-275 a. e.c.).   Estos autores instalaron el tópico de la fórmula escéptica, que se puede resumir en el siguiente esquema:

Yo no afirmo X/Yo no afirmo No-X/Yo no afirmo “X y No-X”/Yo no afirmo “Ni X ni No-X”

En ella, X puede reemplazarse por cualquier proposición: teológica, gastronómica, ética, metalúrgica, la que sea.  ¿Por qué se impone esta fórmula tan radical?   En el primer párrafo de sus Bosquejos Pirrónicos, Sexto Empírico lo expone en forma clara:

Y por eso seguramente, sobre las cosas que se investigan desde el punto de vista de la Filosofia, unos dijeron haber encontrado la verdad, otros declararon que no era posible que eso se hubiera conseguido y otros aun investigan <…>    no nos pronunciamos como si fuera forzosamente tal como nosotros decimos, sino que tratamos todas las cosas al modo de los historiadores: según lo que nos resulta evidente en el momento actual. HP I, 1, 1-4 <…> la cual nos encaminamos -en virtud de la equivalencia entre las cosas y proposiciones contrapuestas- primero hacia la suspensión del juicio y después hacia la ataraxia (HP, I, 4, 8)

El escéptico necesita un criterio -al modo de los historiadores:

“Es necesario que el filósofo aporético, tenga un criterio de elección y de refutación, y este es lo-que-aparece /fenómeno/, como testimonia Timón…” (Sext. AM, VII, 30 P63B).

Y ese criterio es lo-que-aparece y no se puede eludir:

22 … Pues bien, decimos que el criterio de la orientación escéptica es el fenómeno  <la que aparece>…Consistiendo, en efecto, en una impresión y en una sensación involuntaria, es incuestionable; por lo cual, nadie seguramente disputara sobre si el objeto se percibe en tal o cual forma, sino que se discute sobre si es tal cual se percibe.

23 Atendiendo, pues, a los fenómenos, vivimos sin dogmatismos, en la observancia de las exigencias vitales, ya que no podemos estar completamente inactivos. Y parece que esa observancia de las exigencias vitales es de cuatro clases…

-una consiste en la guía natural<…>, según la cual somos por naturaleza capaces de sentir y pensar.

-otra en el apremio de las ~pasiones <…> según el cual el hambre nos incita a la comida y la sed a la bebida.

-otra en el legado de leyes y costumbres  <…> según el cual asumimos en la vida como bueno el ser piadosos y como malo el ser impíos

-otra en el aprendizaje de las artes <…> según el cual no somos inútiles en aquellas artes para las que nos instruimos.

24 Pero todo esto lo decirnos sin dogmatismos. (Sexto Empírico HP, I,XI 22-24).

Lo que resulta no recusable, lo que se le aparece, lo que se impone sin más, lo que no genera ni duda persistente, ni barrullo, eso es lo que se expone al modo de los historiadores “X aparece como F”, “Algunos dicen que X es F” o “Está escrito en este texto que A es F”, y no se afirma dogmáticamente “X es F”.   Por lo contrario si se afirmara dogmáticamente “X es F”, ello no se podría discernir de “X es No-F” y en ese caso se armaría una continua querella sin solución, un barullo constante.  Y ante eso parece una solución la renuncia voluntaria a las creencias, como propone Cioran, y el atenerse a lo que aparece, sin pretender creer nada sobre ello.   Y esa vida en afonía doxástica, es la que Cioran supone como la vida que se da una vez que se  renuncie a todas las creencias.

Pero ¿cabe esa visión, al considerar cada tipo de creencias por separado?   Partamos de las creencias-factuales-en.   ¿Es posible abandonarlas?

En tanto hablantes que entramos en intercambios comunicacionales francos de información, la plataforma mínima de esos intercambios es la lengua de estado[8], como lengua dada en una sociedad política.   Como resultado, al menos habrá creencias-factuales-en involucradas en los nombres y expresiones nominales de dicha lengua de estado, de modo que al usar literal y francamente un nombre, los hablantes tendrán las creencias-factuales-en la existencia de sus instancias, creencias que se refrendarán o se corregirán, o se abandonarán en función de la dinámica de los éxitos o fracasos de los actos informativos o argumentativos.   Así un hablante podrá, en su infancia, creer-factualmente-en Papa Noel o el Ratón Perez, y luego podrá descreer-factualmente-en Papa Noel y el Ratón Perez, o el hablante del dialecto de la bioquímica podrá creer-factualmente-en la inocuidad del glifosato, y luego -provisto de nueva información – podrá descreer-factualmente-en la inocuidad del glifosato[9].

En ese sentido, el mundo histórico es un mundo en el lenguaje, cuyo nivel basal serán las convenciones lingüísticas de la lengua madre y la lengua de estado, sin las cuales no hay ninguna subjetividad ni estructura vincular ni mundo público sino mera vida natural de los homínidos[10].

Ello supone que las creencias-factuales-en son irrenunciables en tanto haya actos de información francos y literales; dicho de otra manera, la supuesta renuncia a las creencias-factuales-en supone la mendacidad sistemática así como el abandono de todo discurso literal.   En ese contexto todos los hablantes mentirían y no sólo mentirían, sino que sabrían que los demás hablantes también mienten.  Y lejos de generarse el efecto que Cioran postular para una vida sin creencias, esta situación sería absolutamente peor, en tanto nadie aceptaría nada dicho por nadie.   Lejos de una supuesta mejora de la vida histórica, esta situación sería la destrucción total de dicha vida histórica.

¿Qué sucede con las creencias-que?  ¿Es posible renunciar a ellas, al menos a las declaradas?   Si las creencias-factuales-en están asociadas en forma esencial al éxito de la comunicación franca y literal, las creencias-que están asociadas a los usos e intercambios de información -cualquiera que sea el tipo de información involucrado.   Recibimos información de modo continuo, y nos ajustamos a ese flujo de información, y este proceso continuo es imposible de eliminar, y con ello las creencias-que que involucran dichos los flujos de información, y que se puede exponer en actos de comunicación informativa, en los cuales el acusativo “…que P” involucra la información presente en P, sean estos actos de información al modo del historiador (como señala Sexto) o dogmáticos al modo de los filósofos.   En este caso es indiferente que esa información involucre como sean las cosas en sí mismas, o como sean cuando aparecen a alguien: en una cocina S le pregunta a S* como le sabe la salsa recién  hecha, y S* responde “A mí, me sabe un  tanto ácida”, mientras que S sostiene que a él no.  En ese caso, S* no está brindando información sobre como sea el ph de la salsa, sino como le sabe en esa degustación, y como tal una y otra serán información.  Por consiguiente, las creencias-que están involucradas en el propio ámbito que el pirrónico, y con ellos Cioran, concederían.

Por ello, la mera idea de una renuncia voluntaria en general a estos dos tipos de creencias -bajo la condición de que sean reconocibles- sólo sería posible en el caso de sujetos carentes de comunicación literal y franca, o carentes de flujos de información que incidan y surjan de ellos, como sería un sujeto en coma o en estado vegetativo.   Sería el caso de agentes sin vida histórica de ningún tipo, y por ende sin la capacidad generar una vida proléptica, en quienes nuevamente, no habría ninguno de los efectos que Cioran supone que puedan surgir con el abandono de las creencias.

Por último quedan las creencias evaluativas/emocionales-en-, que plantean un problema diferente.    Recordemos la diatriba de Cioran:

van a la deriva…,… indignas…,… antagónicas a la inteligencia y la verdad…,…presupone un estado general de cansancio y esterilidad…,…podridas…,…manías y chocheces…,…intrínsecamente superficiales y no tienen alcance más que sobre apariencias…,…bagatelas….

¿Por qué esa diatriba parece más plausible cuando se piensa como aplicable a las creencias-evaluativas/emocionales-en?   Aquí hay una cuestión previa, y es que, en tanto creencias, las evaluaciones son parcial o totalmente subjetivas, no sólo porque las porta un sujeto y se definen como estados subjetivos, sino porque su contenido parece estar al arbitrio del sujeto, sin presentar ningún soporte externo a dicho arbitrio; en efecto, un agente no impone por su mera decisión arbitral que haya o no instancias de un término nominal, ni configura por su decisión arbitral los flujos de información que reciba o otros agentes le consideren.   Pero en las evaluaciones éticas, estéticas o epistémicas parecería que todo el contenido de dichas creencias, parece reducirse a mero arbitrio, a la fórmula “Yo creo en esto porque se me ocurre”, y en ese caso estas creencias no serían sino una manifestación sin crédito ni justificación alguna, ni criterio que permita discernir en caso de conflictos y querellas.   De ese modo las diferencias y discrepancias sobre ellas serían un continuo barrullo que sólo se cancelaría con su abandono deliberado.

En tanto acto performático y no informativo, las creencias evaluativas/emocionales-en  tienen dos características distintivas que de alguna manera remiten a la diatriba de Cioran:

(i) El énfasis: ni en las creencias-factuales-en ni en las creencias-que, el énfasis con el cual se expresan o se aboga por ellas, tiene rol alguno.  Por más que sea en susurros, o a gritos, en forma sutil o desmesurada, que se sugieran o que se amenace a quien escuche para que adhiera, nada de eso tendrá ningún papel en la existencia o no de instancias de un término referencial, o en que un cierto ítem involucrado en el acusativo “…que P” sea o no el caso.   Pero ello es diferente en las creencias-evaluativas/afectivas-en, en ellas el énfasis, la vehemencia, la intensidad con las que un agente las expresa tiene efectos, a veces dramáticos, y en tanto hay una querella o conflicto de énfasis la vida se torna cada vez más vidriosa.

(ii) Incorregibilidad: las creencias-factuales-en y las creencias-que, en tanto actos informativos, son, en principio, corregibles exógenamente, así un agente puede creer factualmente en X y se puede informar o argumentar que dicha creencia no tiene créditos o no puede formar parte de conocimiento alguno, de modo que el agente puede creer-factualmente en X, y luego puede ser llevado a corregirlo y descreer en X o primero creer-que-X es el caso y luego descreer-que-X sea el caso[11].   Y hay un elemento que ahonda dicha cuestión.   En ambos casos podrá haber una actividad argumentativa, una conversación que refuerce o debilite las creencias, en particular cuando hay condiciones adicionales bajo las cuales esas creencias puedan constituir conocimiento o no[12].   Por lo contrario las creencias-evaluativas/emocionales-en parecen incorregibles: un maestro puede reconocer el valor en enseñar valores por medio de ejemplos animales, otro considerará que eso es una tontería, y una pérdida de tiempo, habiendo otros modos que él supone mejores.  Primero podrán conversar acerca de cómo armar el material de clase, luego podrán elevar el tono, podrán terminar peleándose, pero nada de ello permitirá revisar ninguna de sus creencias, y ese intercambio inútil terminará con cada uno afirmado: Yo pienso así, Es mi punto de vista, Es mi creencia.   Este ejemplo se puede generalizar a cualquier tipo de estimaciones o valoraciones; lo que parece anunciar el espectáculo que Cioran sugiere cambiar.

Por ello, las creencias-evaluativas/emocionales-en pueden tener un impacto dramático en la vida histórica y en la vida proléptica de una comunidad; en la primera al introducir un factor de discordia permanente que tienda a eliminarla, en la segunda al permitir la asunción de cualquier proyecto o plan de vida, incluso los más abiertamente hostiles entre sí.   Y en ambos casos ello impactaría en la conformación de subjetividades; y la afirmación de los valores más arbitrarios y extraños.  En ese sentido, la diatriba de Cioran, entendida como una diatriba contra las creencias-evaluativas/emocionales-en, sería un reclamo para su abandono, ya que operarían con lastre o como distorsión a todo proyecto vital histórico o proléptico.

Pero ¿se puede vivir sin creencias-evaluativas/emocionales-en?  En primer lugar cabe la respuesta tópica: dado que hay creencias tácitas, también en este caso, el abandono de las creencias-evaluativas/emocionales-en exigiría su reconocimiento y como al menos algunas creencias tácitas no se podrían reconocer, habría creencias que no se podrían abandonar.   Pero, supongamos que nos restringimos a las creencias manifiestas.

Renunciar a las estimaciones subjetivas es renunciar plenamente a la dimensión performativa.   Se trata de la dimensión del comportamiento que genera realidad; una acción lingüística performativa crea el hecho que se enuncia, no lo describe.   Por ello, la recusación de las creencias-evaluativas/emocionales-en, aparece como un tópico sólo si se considera que dichas creencias son creencias que informa sobre los valores y estimaciones que tiene un agente, lo que generaría un barullo del que habría que huir rápidamente.   Pero en tanto actos performáticos, estas creencias no se corrigen endógenamente, pero sí se pueden corregir exndógenamente, ya que la  performatividad involucra convenciones públicas y estructuras vinculares desde las cuales se crea realidad.

Pero la solución que ofrece ND supone la aniquilación de la vida histórica, como se señalara en algunas críticas al pirronismo, como la que expusiera D. Hume:

…el pirroniano no puede esperar que su filosofía tenga influjo constante sobre la mente o si lo tuviera, que fuera su influjo beneficioso para la sociedad. Por el contrario, ha de reconocer, si está dispuesto a reconocer algo, que toda vida humana tiene que acabar, si sus principios prevaleciesen universal y constantemente. Inmediatamente se acabaría todo discurso y toda acción, y los hombres quedarían sumidos en un sueño absoluto hasta que las necesidades de la naturaleza al no ser satisfechas, dieran fin a su miserable existencia. Es verdad: es muy poco de temer un suceso tan fatal. 187 (Hume, 1988, págs. XII, 160)

Una vida sin creencias-evaluativas/emocionales-en sería una vida de sombras, de “sueño absoluto”, de agentes meramente reactivos, movidos por impulsos fisiológicos, en los cuales no habría ninguna interposición de deseos, planes, motivos, proyectos, etc.    Pero ello no está en la agenda de Cioran; la diatriba contra las creencias-evaluativas/emocionales-en claramente supone una afirmación de la vida proléptica, como podemos observar en los textos citados:

La «verdad» sólo se vislumbra en los momentos en los que los espíritus, olvidados del delirio constructivo, se dejan arrastrar por la disolución de las morales, de los ideales y de las creencias.

Un elemento de felicidad entra innegablemente en todo cambio súbito, incluso se adquiere una sobrecarga de vigor: el renegar rejuvenece. Nuestra fuerza se mide por el número de creencias a las que hemos abjurado;

A pesar de todo, el hombre sigue ahí y seguirá hasta que haya pulverizado su último prejuicio y su última creencia; cuando al fin acabe por decidirse, deslumbrado y anonadado por su audacia, se encontrará desnudo frente al abismo que sucede al desvanecimiento de todos los dogmas y todos los tabúes

En estos párrafos se afirma una opción entre vida -en el sentido de lo que llamamos vida proléptica- y creencias.  Una vida en la que se renuncie a las creencias-evaluativas (ya que las otras son irrenunciables) sería una vida elegible.

Ello sólo puede ocurrir si se acepta la dimensión performática de la vida histórica, en la cual no se expone una realidad externa y previa sino que se produce realidad, y esa realidad producida lo es en una estructura vincular, en la medida que no hay performatividad puramente subjetiva o solipsista; la dimensión performática de una estimación es una dimensión colectiva.

La dimensión evaluativa tiene esta dimensión, sin embargo ello no ocurre con la dimensión emocional que sí admite emociones puramente subjetivas, estados de un agente que no involucran ni se reducen a estados de otros agentes, que no son ni moderados ni reparados por ninguna clase de actitudes de terceros -por más que ellas puedan ser efectores de cambios emocionales.   En las emociones se manifiesta la dimensión más subjetiva de un agente, llegando hasta las emociones calladas, inexpresivas.

En esa dirección, la diatriba de Cioran, se puede entender como una diatriba contra la interrupción que las emocionales en la vida proléptica.  Toda la minusvalía de estas creencias-evaluativa-emocionales-en, cae sobre ellas por la confusión, sesgos, perturbación, limitación que interpone una dependencia generalizada de emociones subjetivas en las formas comunitarias de la vida histórica y en los proyectos colectivos de la vida proléptica.

Tarea en desarrollo, es la manera en que podemos interpretar la diatriba de Cioran, en contra de la imposible renuncia a la vida doxástica.

 

VI. ND Y PESIMISMO RADICAL

El escenario de ND tal como se enuncia en la obra de Cioran puede vincularse con el pesimismo radical.  En la medida que el pesimismo radical aboga por el abandono de la vida histórica o de la vida simpliciter, podemos suponer que el pesimista radical vería en el abandono de las creencias un motivo para su posición radical.

A diferencia de Cioran que parece sostener un optimismo vital en el supuesto abandono de toda creencia, el pesimista radical diría que dada la relación entre las creencias y el lenguaje público, al recusar las creencias se está recusando la dimensión social más básica, el sustrato de la vida histórica.   Allí donde Cioran vería liberación, el pesimista radical vería limitación.   Allí donde habría vida sin los límites involucrados en la diatriba de Cioran, para el pesimista radical habría un motivo para abandonar la vida, no para entregarse a ella.

Pero así como la tesis de Cioran fracasa cuando se la generaliza, y sólo adquiere plausibilidad cuando se la considera como un prolegómeno a una crítica filosófica de las emociones, el pesimista radical también yerra el objetivo.  En efecto, dado que las creencias son no eliminables y no acarrean esos efectos que Cioran señala, debería buscar otros motivos para su crítica total de al vida histórica.

Quien leyera la letra de Lennon pensaría que en él se manifiesta un pesimista radical, que no se conecta con nadie, que rechaza todo; pero precisamente el lenguaje en el que escriba su letra y la canta con su melodía, ese lenguaje, lo conecta con todos.   No cree evaluativamente en aquellos que sabe que están.  Así, rizando el riso, la increencia reafirma la credibilidad del mundo y la vida histórica.

NOTAS:

[1]  Emile Cioran (Rasinari, Rumania, 1911- Paris, 1995) emprende en 1928, estudios de filosofía en la Universidad de Bucarest, donde se licencia con una tesis sobre Bergson, y donde fue docente hasta el año 1937, luego abandona Rumania y después de viajar por Europa, se establece en Francia en 1939, país que no abandonaría y en cuya lengua escribió casi toda su obra última.

[2] En todos los casos el subrayado es  nuestro.

[3]  Precisamente las intervenciones del escéptico eran consideradas como purgas porque ellas removían esas creencias dogmáticas y a sí mismas, como señaló Sexto Empírico “…los purgativos no solo expulsan del cuerpo los humores orgánicos, sino que se expulsan a sí mismos junto con esos humores.” HP I. 206.

[4]  La noción de actitud proposicional fue introducida por B.Russell en La filosofía del atomismo lógico, donde define dicha noción: “¿Qué tipo de nombre daremos a verbos como ‘creer’ y ‘desear’, etc.? Me inclinaría a llamarlos “verbos proposicionales”.    Este es simplemente un nombre sugerido por conveniencia, porque son verbos que tienen la forma de una relación de un objeto con una proposición. Como he ido explicando, eso no es lo que realmente hacen, pero conviene llamarlos verbos proposicionales. Por supuesto, podría llamarlas ‘actitudes’, pero no me gustaría porque es un término psicológico, y aunque todos los casos en nuestra experiencia son psicológicos, no hay razón para suponer que todos los verbos de los que estoy hablando son psicológicos. . Nunca hay ninguna razón para suponer ese tipo de cosas.” (Russell 1918, 227).

[5] En principio el emotivismo ético y estético ha sido rechazado y ha quedado lejos, la idea de reducir una estimación ética o estética a meros estados emocionales es un proyecto abandonado.  Sin embargo de la negación del programa emotivista, no se sigue la negación de conexiones necesaria entre estimaciones y emociones.  No toda estimación es emocional, ya que hay estimaciones de acuerdo a criterios  -como las estimaciones técnicas- que  puede ser maximente objetivas y neutrales respecto de cualquier emoción que exhiban los agentes; y hay estimaciones de acuerdo a emociones. Y al mismo tiempo las estimaciones tiene una faz pública, institucional que es independiente de la faz privada.  Dicho este como marco general de análisis, cualquier agente personal que estima involucra emociones, es más , es precisamente porque involucra emociones que se puede hablar de estimaciones humanas.  Si no hubiera emociones tendríamos agentes zombis filosóficos, todas cuyas estimaciones serían  racionales -criteriológicas- /el tema fue explorado por la literatura de ciencia ficción v.g. los humanoides de Jack Williamson, o el problema de la interacción entre agentes con emociones y agentes sin emociones en el universo ficcional de Star Treck, ejemplificado en la compleja interacción entre los humanos y los vulcanos (Sr. Spock),cuya trama se monta sobre el desencuentro perpetuo entre agentes tan alógenos unos a otros.  En ese sentido, la filosofía hay un amplio lugar al rol epistémico y estimativo de las emociones que supera completamente la visión estrecha del programa emotivista.

[6] Podemos ofrecer un ejemplo de la idea de tiempo constitutivo.  La Nación Argentina, como instancia del estado nación político moderno, tiene una estructura temporal constitutiva, que puede representarse con una serie de trazas desde el presente actual hasta el origen de cada una de esas temporalidades: la teoría y práctica del constitucionalismo republicano, la idea de estado nación con implantación territorial, el proceso de implantación territorial del estado argentino, el proceso de establecimiento del estado constitucional, etc.  Cada uno de esos elementos es co-presente con otros, o sea que tanto la Revolución Francesa, el proceso político emancipatorio de los Estados Unidos de Norteamérica, el pacto de San Nicolás, entre otras estructuras o procesos, son co-presentes entre sí, no son situaciones pretéritas situadas a distancia cronométrica.  Si se afirma esta visión unidimensional, no se puede ni comprender ni explicar ningún rasgo de la nación argentina.  Y lo mismo sucede con el futuro; ningún agente racional que tome decisiones va a tener como una expectativa de su decisión que la nación argentina desaparezca en el año 2024; o sea que hay ciertas duraciones futura que son co-presentes, están conformadas al modo del ahora, nuevamente en este caso, hablar en términos cronométricos es irrelevante, no aporta a la explicación de cómo cierto futuro es co-presente de la Nación Argentina actual.

[7] Existen numerosísimos ejemplos de abandonos parciales o totales de la vida histórica, la mayoría de ellos de carácter utópico-político o teocrático: los falansterios, las comunas socialistas o regeneracionistas, las comunas utópicas o ecológicas, los monasterios, las comunidades encratitas o itinerantes, la mendicidad  de los cínicos o de las órdenes monásticas con votos de pobreza extrema, etc.

[8] Señalaba  Antonio de Nebrija, en el Prólogo de su Gramática de la lengua castellana (Salamanca, 1492) que “…que siempre la lengua fue compañera del imperio.” La lengua de estado -lengua de empleo obligatorio en la documentación, la información y la  educación pública, y en toda decisión jurídica, además opera como lengua franca de una comunidad multicultural; la lengua de estado impone unos mínimos de comunicación y una onto-semántica común.

[9] Ello difiere del hecho de acreditar que un término tenga instancias, ya eso no es un tema de creencias sino de conocimiento.  El profesor de química enseña que la estibinita y el niningerita  son minerales reales, mientras que la cavorita (mineral imaginado por H. G. Wells en su novela Los primeros hombres en la Luna y el dilitio (mineral creado en el universo ficcional de Star Trek) son minerales de ficción.   Pero bien podría ser que, bajo ciertas circunstancias se puedan fabricar materiales que tengan las propiedades imaginadas de la cavorita y el dilitio y en ese caso diríamos que habría cavorita y dilitio artificiales.  Pero acreditar siquiera esa posibilidad supone un conocimiento de física y química de los materiales, que los oyentes del profesor de química no tienen.   Ellos generarán la creencia-factual-en la existencia de instancias de estibinita y niningerita sin tener acreditación alguna para ello.

[10] Jean Itard, un médico francés pionero en el desarrollo de modos de vinculación y educación de sordomudos, fue el  responsable del llamado “Niño de Aveyron” un caso de un niño crecido en la foresta, que estuvo a su cargo por cinco años, y sobre el que escribió una memoria científica, sobre sus intentos infructuosos de enseñarle a hablar (Itard, 1982).  Este caso, dada la formación de Jean Itard como observador, se tornó uno de los casos paradigmáticos   en el estudio de las condiciones sociales de aprendizaje de una lengua y la constitución de subjetividad.    De ello se desprende que enlace social y enlace lingüístico conforman una unidad absolutamente indiscernible, y la carencia de uno es al mismo tiempo la del otro.

[11] Supongamos que S le pregunta a S¨ si efectivamente la salsa le sabe ácida, y que S* mantiene su reclamo; entonces S le da a probar a S* otra salsa, y le pregunta ¿Cómo te supo esa salsa?; a lo que S* responde “Ácida”, y S repregunta “¿Te supo la primera salsa con el mismo sabor que la segunda? a lo que S*puede responder “No, en rigor la segunda salsa me supo mucho más desagradable, más intensa”, y a ello S  responde “Bueno, el saber de la segunda salda es claramente ácido, mientras que la primera sólo lo parece”.   A ello S*puede reconocer diversas intensidades de lo que le apareció, y ese reconocimiento se produjo exógenamente, sin violar la restricción de ceñirse a lo que aparece.

[12] La corregibilidad en principio de las creencias-factuales-en y de las creencias-que depende de que ambos tipos de creencias involucran información; sin embargo la posibilidad de que todo uso de información pueda ser controlado en forma efectiva es limitada; ya sea porque la información supone dominios o momentos de acceso imposible o porque las creencias conformen un sistema de creencias en las cuales la información esté encuadrada por otras creencias, hace que la corrección efectiva sea una posibilidad en ciertos casos.   Además existe la cuestión de los límites de la separación de las creencias en sentido estricto -los acusativos proposicionales “…que P” del resto de los elementos que caracterizan una creencia.   Así hay tramas de creencias informativas y de creencias-evaluativas/emocionales-en, que muchas veces  impiden una determinación clara de cuales sean las creencias informativas de un agente.

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* Este trabajo es parte del contenido elaborado en el marco del Proyecto Las doctrinas del abandono de la vida. Una investigación histórica-crítica Código VRID 1916 llevado a cabo en la Escuela de Filosofia. FFLyEO. USAL.