Un análisis epistemológico de Edipo rey de Sófocles II: ¿Acaso Edipo mató a Layo? Tal vez no. El tema del contextualismo y el invariacionismo epistémico.

Por Alejandro G Miroli[1]

y Salvador Martínez[2]

1. El problema del cambio de conocimiento
2. Contextualismo e invariacionismo epistémico
3. Estructura de los contextos
4. Contextos epistémicos en Edipo Rey
5. Análisis epistemológico de la profecía
6. ¿Quién es Edipo?

En el primero de los tres trabajos que componen esta serie, hemos presentado una primera lectura epistemológica de la obra Edipo rey de Sófocles. En él, que llamamos La cuestión de Yocasta, presentamos que la obra presenta un amplio campo de problemas relativos al conocimiento. En el presente trabajo nos dedicaremos particularmente al problema del contextualismo epistémico a través de las figuras de Edipo y Tiresias, quienes encarnan las posiciones radicales en este aspecto.

1. El problema del cambio de conocimiento

En la obra Edipo Rey, Tiresias ocupa la posición de un cognoscente absoluto, en la medida que éste tiene información completa sobre la situación acaecida precedentemente que involucra a Edipo, pero de la cual el mismo Edipo no tiene información alguna hasta el momento en que termina su inquisición. Aún más, Tiresias conoce todos los hechos relevantes para explicar, no solo el comportamiento de Edipo, sino el comportamiento de Creonte y el de Yocasta y la sucesión de eventos causales involucrados en estos comportamientos. Desde el comienzo de la obra el conocimiento que exhibe Tiresias es completo y en ningún caso es revisado y ninguna de sus partes es reemplazada. Dada la obra, como Tiresias es un cognoscente absoluto y, dada esta situación epistémica, él puede evaluar a quién desconoce o a quién ignora e incluso corregirlo.
Ahora bien, lo señalado traza una diferencia explícita entre Edipo y Tiresias, en efecto, en el caso de Edipo, es claro que hay cosas que en algún momento él desconoce e incluso ignora y que ha corregido y alterado su sistema de creencias justificadas o conocimiento a partir de su propia inquisición. Pero también es cierto que el proceso de cambio del sistema de creencia justificadas de Edipo va en dirección o converge con el conocimiento que Tiresias tiene desde el comienzo.
A partir de lo dicho hasta aquí podemos presentar dos perspectivas epistemológicas que aparecen en la obra y una tercera que proponemos como modelo para nuestro examen:
1ª. La perspectiva de Edipo: es un sujeto cognitivo que cambia y altera dramáticamente su sistema de creencias a partir de un proceso de indagación o inquisición que lleva a cabo y que tiene como resultado una alteración radical de éste, a punto tal que él termina reconociendo creencias contradictorias con las que tenía al principio de la obra.
2ª. La perspectiva de Tiresias: es un sistema de creencias justificadas que no se altera en ningún momento. La cual denominamos una perspectiva absolutista. Tiresias actúa como juez o evaluador cognitivo en la medida que lo corrige a Edipo sobre las falsas creencias que este tiene en cierto momento. Recordemos la cita que hemos recuperado en el primer texto de la serie:
«Y puesto que me has echado en cara que soy ciego, te digo: aunque tú tienes vista, no ves en qué grado de desgracia te encuentras ni dónde habitas ni con quiénes transcurre tu vida. ¿Acaso conoces de quiénes desciendes?» (vv. 412-415)
3ª. La perspectiva de Sófocles: donde a su vez la propia obra opera como un contenedor dentro del cual Tiresias es un cognoscente absoluto, pero fuera de ésta, Tiresias es pasible de ser sometido a la indagación crítica que los escépticos aplican a cualquier dogmático. Puesto que Tiresias pretende saber cuál es la solución para la peste que asola a Tebas, o que tanto él como Creonte y los tebanos pretenden aceptar al oráculo original que había señalado que el recién nacido Edipo mataría a su padre y contraria matrimonio con su madre. Y es en este lugar en el cual el escéptico podría poner en tela de juicio los fundamentos que el propio Tiresias pudiera proponer para sus propias creencias justificadas.

2. Contextualismo e invariacionismo epistémico

Cuando abordamos la diferencia entre la perspectiva de Edipo y la perspectiva de Tiresias podemos preguntarnos si ambas situaciones son homologables y si lo que cambia es la cantidad de conocimiento o información que tiene Tiresias respecto de la que tiene Edipo, o si existe alguna diferencia cualitativa entre ambas situaciones que hace que el cambio no sea primeramente un tema de acceso a más información que la que tiene Edipo originalmente, sino, que hay otra cuestión involucrada en esto. Lo que subyace a estos interrogantes es el debate de la epistemología teórica entre el contextualismo y el invariacionismo epistémico.
Una definición técnica presenta el contextualismo epistémico del siguiente modo:
Una atribución de conocimiento es un reclamo de que alguien sabe que algo es el caso. ¿Qué condiciones deben cumplirse para que una atribución de conocimiento sea verdadera? Más allá de la noción de creencia verdadera, el concepto de conocimiento involucra varios factores epistémicos, tales como justificación, garantía, confiabilidad, etc. Podemos referirnos genéricamente a tales factores diciendo que conocer implica estar en una buena posición epistémica. Pero, ¿qué tanto de estos factores serán suficientemente buenos? ¿Qué buena debe ser una posición epistémica que un sujeto ocupa para que sea verdad decir que el sujeto sabe algo? Los contextualistas dicen que la respuesta varía según el contexto en el que se realiza la atribución. Una atribución de conocimiento podría requerir una posición epistémica cuando se haga en un “contexto de bajos estándares” y otra posición epistémica diferente y más fuerte cuando se hace en un “contexto de altos estándares. (Pynn, 2014)
De acuerdo con la anterior presentación, el contextualismo epistémico es aquel conjunto de doctrinas que hacen depender el éxito o la verdad de una atribución de conocimiento a un sujeto, de las propias circunstancias del sujeto y postula que distintos conjuntos de circunstancias cambiarían el éxito o el fracaso de una atribución de conocimiento.
El concepto que introduce la definición anterior es la diferencia entre creencias justificadoras y creencias justificadas, como posiciones relativas. De acuerdo con esta noción el enfoque invariacionista y el enfoque contextualista del conocimiento, se puede precisar con la distinción entre enfoque emic y enfoque etic, propuesta por Kenneth Pike en 1967, y que luego se extendió como un recurso metodológico.
-Enfoque emic (que también podemos llamar interno) es el enfoque desde la perspectiva -creencial, cognitiva, evaluativa- del sujeto e involucra sus estados cognitivos efectivos.
-Enfoque etic (que también podemos llamar externo) es el enfoque desde la perspectiva de un investigador externo, con independencia de los estados cognitivos que tenga el sujeto.
Se trata de enfoques funcionales y no sustantivos, es decir, es en cada caso de análisis que se pueden determinar ambos enfoques y que a su vez se pueden invertir. Así en el análisis del contextualismo podemos introducir contextos, el primero será Edipo1 que se aborda como la posición emic: sabe lo que puede. En este caso, respecto de él Tiresias/Sófocles expone una perspectiva etic: sabe todos los hechos relevantes sobre la cuestión: su carácter, su linaje y destino, etc.
Ralph Baergen introduce otra nota de los contextos epistémicos:
Justificar una creencia no requiere descartar todas las alternativas escépticas; sólo es necesario descartar las alternativas relevantes y esto se puede hacer apelando a otras creencias en el conjunto o contexto. Esto puede parecerse al fundacionalismo en el sentido de que la justificación epistémica de una creencia implica demostrar que se basa en otras creencias que son básicas en el contexto, sin embargo, difiere del fundacionalismo en el sentido de que estas creencias básicas en el contexto no tienen justificación intrínseca. Unas creencias que son básicas en un contexto dado estarán justificadas inferencialmente en alguna otra situación, extrayendo su justificación de sus conexiones con otras creencias que serán (en ese otro entorno) básicas en el contexto. (Baergen, 2006, págs. 47 – 48 )
El concepto que introduce esta definición es la diferencia entre creencias justificadoras y creencias justificadas como posiciones relativas. De acuerdo con ello, las relaciones de justificación conectan creencias por justificar con creencias que obran como justificadoras, en una cierta red inferencial y con ciertas reglas de significado.
El autor que ha desarrollado en forma teórica la noción de creencias proposicionales que ocupan roles diferentes y que, al mismo tiempo, esos roles son intercambiables es Ludwig Wittgenstein cuando introduce la distinción entre proposiciones-bisagra y proporciones-objetivo, en su obra Sobre la certidumbre, donde caracteriza las proposiciones bisagra de la siguiente manera:
…algunas proposiciones están exentas de duda, son como goznes sobre los cuales aquellas giran. Es decir, pertenece a la lógica de nuestras investigaciones científicas que ciertas cosas, de hecho, no son puestas en duda. Pero no es que la situación sea así: en verdad no podemos investigar todo, y por esa razón estamos obligados a contentarnos con la presuposición. Si quiero que la puerta gire, los goznes deben permanecer colocados. (Wittgenstein, 1972, pp. 107, 109)
Y en otro lugar de la misma obra agrega: «En el fundamento de la creencia bien fundada yace la creencia que no está fundada» (Wittgenstein, 1972, p. 85). Pero para brindar aún mayor claridad a estos conceptos fundamentales para nuestro examen, podemos resumir las notas básicas siguiendo a H. Glock en su A Wittgenstein dictionary (1996):
(a) Son (mutatis mutandis en el último caso) ciertas no sólo para los individuos, sino para todo el mundo, a diferencia, por ejemplo, de la afirmación de que en cierta parte de Inglaterra hay un pueblo llamado tal y tal. (pág.78)
(b) Puede que, en circunstancias especiales, me equivoque sobre las proposiciones bisagra, pero eso significaría que estoy trastornado y no simplemente equivocado. Un político en campaña puede no saber en qué localidad está en un momento, pero si ignora dónde vive, esto sería una aberración, si yo no sé cómo me llamo, entonces lo que está en crisis es el juego de lenguaje de uso de los nombres propios. (pág. 78)
(c) Las proposiciones bisagra del tipo transhistórico no se basan en la investigación y no se apoyan en pruebas (OC 103, 18), porque no hay proposiciones más fundamentales en las que se pueda creer. Hay evidencia para estas proposiciones en el sentido de que pueden ser defendidas ofreciendo ciertas consideraciones. Pero éstas no son mis razones para sostener la creencia, porque no son mejores para mí que la conclusión, aunque podrían hacerlo para personas con un conjunto diferente de creencias. Tenemos pruebas geológicas y evolutivas, por ejemplo, para (1) El mundo existe desde hace mil millones de años, pero no para (2) El mundo existe desde hace cien años. Aunque (1) implica (2), no la apoya. La evidencia a su favor presupone (2): aunque no se desprende de ella, esa evidencia, junto con todo el discurso de la evidencia geológica, se derrumbaría sin (2). (pág.78)
Bajo esta distinción, en un sistema de creencias éstas no serán una mera acumulación de creencias, sino, una estructura y una jerarquía. Las creencias bisagras son las que operan como reglas de significación y reglas metodológicas, desde las cuales se interpretan y se evalúan en un régimen de acierto o error las creencias objetivo.
e) La afirmación más importante de Wittgenstein sobre las proposiciones bisagra es, con mucho, que no pueden justificarse ni ponerse en duda, ya que su certeza se presupone en todo juicio Uno de sus puntos es que la duda no puede estar al principio del juego del lenguaje. (pág.79)
Las características (a) y (e), permiten definir el rol que tienen las creencias justificadoras en un contexto en la tesis de Baergen. Esta posición no debe confundirse con algún tipo de relativismo epistémico, en el sentido que el cambio de reglas de significación no supone que el contenido central conceptual de una categoría no esté anclado en la realidad, es decir, que no haya algún significado o referencia objetiva. Para firmar un relativismo epistémico, habría que afirmar un relativismo semántico fuerte, cosa que no es necesario en el caso del contextualismo.
Por lo contrario, el invariacionismo, sostiene que para atribuir estados cognitivos a un sujeto las circunstancias deben ser siempre las mismas, independiente de variaciones contextuales. Señala Pynn:
El oponente tradicional de contextualismo es el invariacionismo. Los invariacionistas sostiene que la verdad-reclamos de conocimiento justificado están fijos a través de los contextos. Los invariacionistas difieren entre si acerca de cuáles sean las condiciones de verdad y en particular acerca de las clausulas requeridas para la definición de conocimiento… pero todos los invariacionistas sostienen que lo que significa sostener que un sujeto conoce algo no varía cual sea el contexto en el cual este reclamo está hecho. (Pynn, 2014)
En ambos casos, el núcleo del éxito o fracaso de la atribución de conocimiento a un sujeto, depende de la relación de justificación entre las creencias que ese sujeto tiene. Por un lado, la evidencia de la que el sujeto dispone o a la que el sujeto está obligado a tener en cuenta para que esas creencias subjetivas se conviertan en conocimiento objetivo y fundado. Un contextualista diría que el tema de la evidencia depende de las circunstancias del sujeto, mientras que un invariacionista sostendría que todo sujeto cognitivo, en cualesquiera circunstancias, está obligado a poseer la mejor evidencia disponible y a desarrollar un examen crítico de dicha evidencia para robustecerla al máximo.
Existen buenas razones para abonar ambas posiciones teóricas, el invariacionista podría sostener que, si la relación de justificación está abierta a discusión, esto podría deslizarse inequívocamente hacia un vaciamiento o trivialización de esta relación, que podría llegar a que cualquier creencia sea una creencia justificada. Pero al mismo tiempo el contextualista tiene buenos argumentos para sostener que, con independencia de que haya una noción normativa de justificación, es decir, que haya mínimos de obligación respecto de la evidencia que se ofrece, el tema del contextualismo no depende tanto de la relación de justificación, sino del contenido mismo de las creencias que es el que está sometido en algún sentido a dependencia contextual. Y en ese caso, la fortaleza que pueda tener la relación de justificación dependerá de la estabilidad que tengan esas creencias que el sujeto posee y a las que quiere justificar.
En este sentido el contextualista señala, que además del carácter relativo de la posición de proposición-bisagra, hay otros factores que hacen que al menos en un gran conjunto de casos, los sujetos cognitivos tengan esa dependencia contextual. Una exposición del concepto de contexto brindada por Picazo (2020) sostiene que hay dos modos de abordarlo:
En la actualidad conviven dos nociones principales. La primera representa el contexto como una secuencia de elementos o parámetros. La segunda, por el contrario, identifica el contexto con la información compartida por los interlocutores.
En rigor de verdad ambos elementos son comunes en la caracterización de un contexto epistémico. Estos elementos o parámetros son los siguientes:
– Los deícticos: términos como pronombres o adjetivos demostrativos que tiene referencia incompleta, son variables que solo adquieren referencia en relación con un determinado uso y una determinada entidad en ese caso. Así la oración ” Edipo estuvo presente en ese momento tan álgido” solo puede interpretarse en forma precisa si existe alguna identificación de ese momento y no de otro, es decir, una fecha y un lugar en donde la podemos reemplazar en la oración haciendo desaparecer el demostrativo.
– Sincategoremáticos funcionales: muchos hablantes emplean términos referenciales en forma no referencial, los términos operan como pronombres, un caso paradigmático de ellos es el vocabulario estético o ético en donde muchas veces palabras como bueno o bello no están designando propiedades que tienen los entes o los sujetos, sino estructuras más complejas que son relaciones entre el hablante, los entes y los sujetos a los que se está apelando en su declaración y entre el momento o la situación en donde el hablante hace tal atribución. Pero esto también ocurre en otras situaciones, muchos términos referenciales tienen una estructura referencial incompleta que solo se completa en un contexto de enunciación determinado. Cualquier estudio histórico del concepto teórico como sustancia o estado mostrará que hay enormes variaciones en la referencia de estos términos que incluso cuando uno hace la reconstrucción histórica completa muchas veces terminan refiriendo a cosas contradictorias.
– Información difusa: dos hablantes de distintas naciones intercambian una receta y alguien sostiene que la temperatura para una cocción correcta deberían ser 200 grados, en principio esto no ofrecería ningún problema a menos que ambos hablantes provengan de naciones que empleen distintas escalas de temperatura como es el caso de la escala Fahrenheit o la escala Celsius. En ese caso, será la información difusa en el contexto de enunciación la que permita interpretar de una u otra manera la apelación a los grados de temperatura en un caso.
De los elementos expuestos previamente, podemos señalar que el contextualismo tiene, en principio, mejores argumentos para operar como una teoría epistemológica de los sujetos cognoscentes reales, a partir de aceptar la distinción entre los enfoques etic y emic, en cambio el invariacionista se ve llevado necesariamente a privilegiar exclusivamente el enfoque etic. Por consiguiente, lejos de ser una oposición entre dos modos de hacer teoría epistemológica que compitan entre sí, serian dos abordajes diferentes y complementarios del conocimiento. Esto permite desarrollar un análisis epistemológico contextualista que tenga un valor intrínseco y que no sea una respuesta a un análisis invariacionista.

3. Estructura de los contextos

En la sección anterior presentamos la noción epistemológica de contexto, en relación con la noción de invariacionismo, pero debemos explicar cuáles son lo elementos propios del contexto.
3.1. Diferencia entre desconocer e ignorar
Muchas veces en contextos ordinarios, ambas palabras se toman como sinónimas, pero para una teoría epistemológica deben ser cuidadosamente separadas. Por ello, podemos traer una distinción hecha en el primer ensayo (La cuestión de Yocasta) que ayudará a nuestro examen: Desconocer X = decidir no considerar X o rechazar deliberadamente algún medio bajo control para reconocer X. Ignorar X = no posible conocer X en ninguna circunstancia bajo control del sujeto.
Esta distinción es central para caracterizar el concepto de contexto epistémico, en efecto, podemos imputar a un sujeto que tiene obligación de conocer ciertas cosas que están bajo su control y ha omitido conocerlas. El caso del sujeto cognitivo negligente, al que por ejemplo se le dota de un manual de instrucciones para la tarea que tiene que realizar, se le da un instructivo para la secuencia de pasos y capítulos que debe llevar a cabo, y decide no hacer aquello que debería haber hecho, si hubiera estudiado el manual de procedimientos. Pero otra cosa es cuando el sujeto se encuentra ante un problema, para el cual no tiene ningún manual de procedimientos aprendido previamente o ningún conocimiento al que pueda acudir, es decir, se encuentra ignorando cómo abordar la situación y cómo resolverla. En este segundo caso no se podría acusar al sujeto de ser negligente, porque no ha omitido nada de lo que está bajo su control, precisamente lo que está bajo su control es lo que depende de las creencias justificadas que tenga en ese momento y en particular de las proporciones-bisagras que operen dando justificación a dichas creencias.
Por consiguiente, el contexto epistémico traza una distinción clara entre aquello que está bajo el control cognitivo del sujeto y aquello que está fuera de cualquier control cognitivo que pueda ejercer en ese momento. Es claro que para Edipo1 las creencias justificadas y acreditadas que están bajo su control no son las mismas que para el siguiente contexto que llamamos Edipo2 ni son las mismas que exhibe Tiresias. Entonces, la situación o contexto epistémico de Edipo1 (camino a Tebas), no es el mismo contexto epistémico que el de Edipo2 (rey de Tebas).
Dado que no son axiomas metodológicos, el conjunto de proposiciones-bisagra puede cambiar, puede revertirse completamente, lo que cambiará las evaluaciones que se hagan sobre las proposiciones-objetivo, pero lo que no se va a alterar es que el régimen de certeza y el régimen de acierto y error corresponden a dos tipos de proposiciones funcionalmente diferentes dentro de un sistema de creencias en un momento. Es en términos de este régimen que se puede trazar la distinción entre lo que Edipo conoce, lo puede conocer dado su contexto, de lo que Edipo desconoce respecto de lo primero e ignora y no solo no puede conocer si no que ni siquiera puede formularlo en la situación de Edipo1.
Los factores anteriores, hacen que en un gran número de casos las creencias que tiene un sujeto sean inestables y el significado de sus términos sea difuso, pero aun así, atribuimos estados de conocimiento al sujeto, si pretendemos explicar su comportamiento y establecer su responsabilidad moral o jurídica, con base en lo que el sujeto parece conoce. En ese caso, es inevitable que debamos atender a estos factores restrictivos de la estabilidad y firmeza de sus creencias. Y, cualquiera sea la relación de justificación que se tenga presente, va a estar en algún sentido contaminada o perturbada por esta inestabilidad de las creencias que tenga el sujeto, lo que nos da entonces un contexto pobre como señala Pynn.
3.2. Alternativas relevantes
El concepto de alternativa relevante aparece en la discusión sobre el escepticismo, como un argumento que intentaba refutar el nihilismo gnoseológico, es decir, intentaba defender una noción de conocimiento que no estuviera obligada a la condición de certeza que propusiera Descartes y que culminará en el idealismo absoluto kantiano. Pero con independencia de su aparición en el contexto de los debates acerca del escepticismo o del uso dogmático de este, el concepto de alternativa relevante es un rasgo estructural de los contextos epistémicos.
La doctrina de las alternativas relevantes fue presentada por Fred Dretske con el siguiente ejemplo:
Un hombre lleva a su hijo al zoológico, ve varias cebras y, cuando su hijo le pregunta que son esos animales, le responde que son cebras. ¿Sabes que son cebras? Bueno, la mayoría de nosotros no dudaríamos en decir que sí lo sabemos. Sabemos cómo son las cebras y, además, este es el zoológico de la ciudad y los animales están en un corral claramente marcado como “Cebras”. Sin embargo, que algo sea una cebra implica que no es una mula y, en particular, no es una mula hábilmente disfrazada por las autoridades del zoológico para parecerse a una cebra. ¿Sabías que estos animales no son mulas hábilmente disfrazadas por las autoridades del zoológico para que parezcan cebras? (Dretske, 1970, págs. 1015 – 1016)
Un escéptico radical rechazaría la declaración del padre cuando le dice al hijo que esas son efectivamente cebras, porque hay una alternativa posible de que sean burros pintados. Sin embargo, en los usos ordinarios de los verbos epistémicos, nadie señalaría que el padre es un ignorante o que le está mintiendo a su hijo al decir que esos animales son efectivamente cebras en el sentido de que el padre no va a considerar dadas las circunstancias relevantes en que el zoológico informa de sus animales y de las reglas que rigen el funcionamiento de un zoológico, nunca nos lleva a evaluar que fuera posible que esos animales sean burros. Y el criterio de restringir las alternativas que él va a considerar es tan fuerte, que incluso sí en esa circunstancia fortuita y en esa jaula hubiera burros pintados, ello no obra como evidencia en contra de una regla general que es tomar como veraz y franca la comunicación que habitualmente hace un zoológico de las especies animales que están en sus colecciones. Esto es porque es más fuerte el criterio institucional de la comunicación franca de un zoológico, que un caso excluyente y anómalo de una mentira acerca de un animal en un lugar específico.
Estos dos elementos son estructurales de todos los contextos epistémicos, es decir, existen ciertos contextos que se pueden controlar y otros que ni siquiera son expresables, al mismo tiempo en un contexto hay alternativas que son considerables y otras que no. Por ejemplo, en 1877 el astrónomo italiano Giovanno Schiaaparelli presento un dibujo de Marte que mostraban unos canales perfectamente regulares, esto dio pie a una serie de especulaciones acerca de una civilización marciana dado que eso parecía ser una obra artificial, en esa dirección esto influyo en la novela pionera de H.G. Wells, La guerra de los mundos, que habla de una invasión Marciana a la Tierra. En ningún caso se pensó como alternativa que lo que había dibujado, es decir, esos canales no estaban en la superficie de Marte sino del cansancio del astrónomo que llevaba a cabo una observación por horas. A partir de la visión satelital sabemos que en marte no hay ningún canal.

4. Contextos epistémicos en Edipo Rey

En la sección anterior, expusimos los dos rasgos centrales de un contexto epistémico:
1. Traza una diferencia entre lo que es desconocido y lo que es ignorado.
2. Traza el límite de las alternativas que se van a tener en cuenta y las que no.
En ambos roles son centrales las proposiciones-bisagras o presupuestos en un contexto epistémico, que, en particular, nos van a permitir determinar qué es lo que un sujeto en un contexto pueda saber y que es lo que esta fuera de su alcance en dicho contexto. Consideremos los siguientes contextos en la obra Edipo Rey.
Edipo1
— ¡Oh, hijos dignos de lástima! Venís a hablarme porque anheláis algo conocido y no ignorado por mí. Sé bien que todos estáis sufriendo y, al sufrir, no hay ninguno de vosotros que padezcan tanto como yo… (vv. 58-61)
— …Mi padre era Pólibo, corintio, y mi madre Mérope, doria. Era considerado yo como el más importante de los ciudadanos de allí hasta que me sobrevino el siguiente suceso, digno de admirar, pero, sin embargo, no proporcionado al ardor que puse en ello. He aquí que, en un banquete, un hombre saturado de bebida, refiriéndose a mí, dice, en plena embriaguez, que yo era un falso hijo de mi padre. Yo, disgustado, a duras penas me pude contener a lo largo del día, pero, al siguiente, fui junto a mi padre y mi madre y les pregunté. Ellos llevaron a mal la injuria de aquel que había dejado escapar estas palabras. Yo me alegré con su reacción; no obstante, eso me atormentaba sin cesar, pues me había calado hondo.
Sin que mis padres lo supieran, me dirigí a Delfos, y Febo me despidió sin atenderme en aquello por lo que llegué, sino que se manifestó anunciándome, infortunado de mí, terribles y desgraciadas calamidades: que es taba fijado que yo tendría que unirme a mi madre y que traería al mundo una descendencia insoportable de ver para los hombres y que yo sería asesino del padre que me había engendrado.
Después de oír esto, calculando a partir de allí la posición de la región corintia por las estrellas, iba, huyendo de ella, adonde nunca viera cumplirse las atrocidades de mis funestos oráculos.
En mi caminar llego a ese lugar en donde tú afirmas que murió el rey. Y a ti, mujer, te revelaré la verdad. Cuando en mi viaje estaba cerca de ese triple camino, un heraldo y un hombre, cual tú describes, montado sobre un carro tirado por potros, me salieron al encuentro el conductor y el mismo anciano me arrojaron violentamente fuera del camino. Yo, al que me había apartado, al conductor del carro, le golpeé movido por la cólera. Cuando el anciano ve desde el carro que me aproximo, apuntándome en medio de la cabeza, me golpea con la pica de doble punta. Y él no pagó por igual, sino que, inmediatamente, fue golpeado con el bastón por esta mano y, al punto, cae redondo de espaldas desde el carro. Maté a todos (vv. 775-813)
Si debo salir desterrado, no me es posible en mi destierro ver a los míos ni pisar mi patria, a no ser que me vea forzado a unirme en matrimonio con mi madre y a matar a Pólibo, que me crio y engendró. (v. 824-828)
Creonte. — Teníamos nosotros, señor, en otro tiempo a Layo como soberano de esta tierra, antes de que tú rigieras rectamente esta ciudad.
Edipo. — Lo sé por haberlo oído, pero nunca lo vi.
Creonte. — Él murió y ahora nos prescribe claramente que tomemos venganza de los culpables con violencia. (vv. 102-107)
Edipo1 está tan firme en las creencias justificadas que tiene, que cuando Tiresias le expone lo que sabe, rechaza estos decires y lo acusa de estar confabulado con Creonte para removerlo del trono, y lo acusa directamente a Creonte de ello. Edipo1 no puede saber que Layo y Yocasta son sus padres biológicos porque sus proposiciones-bisagra confirman que Pólibo y Mérope son sus padres, su crecimiento, su vida familiar, etc. confirma esto. Sus reglas de significación de la palabra padre y madre apoyan esto. Tampoco puede saber que un viajero que va a acompañado de un heraldo con ropa pobre, sea el rey de una ciudad importante, porque su presupuesto es que un rey siempre debería ir acompañado de cierta corte y custodia. Para su educación en Corinto, la idea de que un rey vaya de incognito, es inverosímil. En este contexto de Edipo1 no tiene forma de inferir que el viajero con el que se encuentra sea el rey de Tebas, y menos aún, que este sea su padre y que los que reconocía como padres no sean sus padres biológicos.
Edipo2
La información que se hace pública en el rifirrafe con Creonte, pone en pregunta la situación en la que él mató a un viajero que lo incordió en una encrucijada de tres caminos. Y esa información pone en problema su versión, puesto que ésta, está en conflicto con la versión oficial que había en Tebas. Hasta este momento estaba la versión de Edipo1 de su encuentro con un viajero que lo agredió y por otro lado la versión que corría en Tebas de la muerte de Layo, que eran dos eventos distintos. Pero aparece una información nueva que pone en cuestión esta diferencia entre los eventos, y es allí donde Edipo1 cambia el contexto epistémico y tiene que revisar el supuesto de que un rey no puedo viajar de incógnito, al darse cuenta de que él había matado a Layo, rey de Tebas.
Si alguna conexión hay entre Layo y este extranjero, ¿quién hay en este momento más infortunado que yo? ¿Qué hombre podría llegar a ser más odiado por los dioses, cuando no le es posible a ningún extranjero ni ciudadano recibirle en su casa ni dirigirle la palabra y hay que arrojarle de los hogares? Y nadie, sino yo, es quien ha lanzado sobre mí mismo tales maldiciones. Mancillo el lecho del muerto con mis manos, precisamente con las que le maté.
Edipo. — Si alguna conexión hay entre Layo y este extranjero, ¿quién hay en este momento más infortunado que yo? (v. 814-815)
Edipo. — Decías que él afirmó que unos ladrones le habían matado. Si aún confirma el mismo número, yo no fui el asesino, pues no podría ser uno solo igual a muchos. Pero si dice que fue un hombre que viajaba en solitario, está claro: el delito me es imputable. (v. 843-847)
En Edipo2 se identifican ambos eventos, y ello pone a Edipo2 en una situación normativa diferente a la que tenía Edipo1, ahora se le imputa haber matado al rey de Tebas, ósea se lo hace responsable de una acción cometida aunque Edipo1 ignorara que la estuviera cometiendo.
Tiresias
Tiresias no cambia su contexto, porque es una visión etic de Edipo, conoce todos los hechos relevantes y así lo expone cuando lo increpa. Pero Edipo1 en su contexto, no es capaz de reconocerlo, y se opone violentamente a la versión de Tiresias. Cuando Tiresias expone su visión, que etic es la correcta, Edipo lo acusa a Tiresias y a Creonte de un contubernio para quitarle la corona de Tebas, incluso Edipo llega a sugerir la pena de muerte para Creonte, tal es su rechazo a lo que él, desde su primer contexto percibe como oscuro.
Pero la versión de Tiresias es la visión que eligió Sófocles1 (en la sección final mostraremos que hay otro contexto que llamaremos Sófocles2 que difiere de la versión de los hechos que Sófocles da desde Tiresias)
Tiresias. — ¿De verdad? Y yo te insto a que permanezcas leal al edicto que has proclamado antes y a que no nos dirijas la palabra ni a éstos ni a mí desde el día de hoy, en la idea de que tú eres el azote impuro de esta tierra. (v. 350-356)
Tiresias. — Afirmo que tú eres el asesino del hombre acerca del cual están investigando. (v. 363)
Tiresias. — Afirmo que tú has estado conviviendo muy vergonzosamente, sin advertirlo, con los que te son más queridos y que no te das cuenta en qué punto de desgracia estás. (v. 366)
Tiresias. — …¡qué Citerón no los recogerá cuando te des perfecta cuenta del infausto matrimonio en el que tomaste puerto en tu propia casa después de conseguir una feliz navegación! Y no adviertes la cantidad de otros males que te igualarán a tus hijos. Después de esto, ultraja a Creonte y a mi palabra. Pues ningún mortal será aniquilado nunca de peor forma que tú. (vv. 421-428)
Tiresias. — …Y te digo: ese hombre que, desde hace rato, buscas con amenazas y con proclamas a causa del asesinato de Layo está aquí. Se dice que es extranjero establecido aquí, pero después saldrá a la luz que es tebano por su linaje y no se complacerá de tal suerte. Ciego, cuando antes tenía vista, y pobre, en lugar de rico, se trasladará a tierra extraña tanteando el camino con un bastón. Será manifiesto que él mismo es, a la vez, hermano y padre de sus propios hijos, hijo y esposo de la mujer de la que nació y de la misma raza, así como asesino de su padre. Alude a la actuación de Edipo descifrando el enigma de la Esfinge. Entra y reflexiona sobre esto. Y si me coges en mentira, di que yo ya no tengo razón en el arte adivinatorio. (vv. 450-462)
Edipo3
A lo largo de la obra una profecía precipita dos secuencias de eventos:
(I) la profecía hecha a Layo y Yocasta en Tebas sobre que el hijo de la casa real mataría al padre y contraería matrimonio con su madre;
(II) la profecía hecha en Corinto de que el hijo de la casa real de Corinto mataría a su padre rey de Corinto y contraería matrimonio con su madre.
En (I) Layo y Yocasta mandan a un subordinado a llevar al recién nacido Edipo a una montaña y matarlo. En (II) el joven Edipo enterado de la profecía huye de Corinto para ir al oráculo, y confirmar o no la profecía porque él no desea ese destino.
Ambas secuencias de eventos convergen, y entonces se produce un cambio en el contexto epistémico de Edipo, porque el mensajero de Corinto que le anuncia que su padre ha muerto y que puede volver como rey heredero, también le anuncia que él es hijo adoptivo de Pólibo y Mérope, con lo cual no debería temer ningún daño a sus padres ni a la casa real de Corinto. Esto le genera a Edipo, un problema, ¿quién soy?, ¿cuál es mi linaje?, ¿de qué me tengo que avergonzar o enorgullecer? Aparece una nueva proposición-bisagra. En las ciudades estados griegas el linaje determina el destino social, entonces ante la incógnita de que él no es hijo de la casa de Corinto, se pregunta en forma radical ¿Quién soy?
Y ese mismo mensajero, quien lo invita a volver a Corinto y que le informa que es hijo adoptivo, es quien lo rescato en la montaña cuando estaba en manos de un súbdito de Tebas que lo llevaba como un bebe envuelto en harapos. Y esto casa con el dato final, cuando aparece en escena el anciano que había a Edipo bebe entregado al mensajero de Corinto.
El tercer contexto epistémico es aquel en el que coinciden dos secuencias de eventos separadas y cambian las proposiciones bisagra y los contenidos de las creencias que tiene Edipo, y desde el cual se precipitan acciones que no se hubieran precipitado en los primeros dos contextos. Y el Edipo3 coincide con Tiresias, ahora Edipo sabe emic, lo que Tiresias le había dicho etic.
Mensajero. — ¿No sabes que, con razón, nada debes temer?
Edipo. — ¿Cómo no, si soy hijo de esos padres?
Mensajero. — Porque Pólibo nada tenía que ver con tu linaje.
Edipo. — ¿Cómo dices? ¿Que no me engendró Pólibo?
Mensajero. — No más que el hombre aquí presente, sino igual.
Edipo. — Y ¿cómo el que me engendró está en relación contigo que no me eres nada?
Mensajero. — No te engendramos ni aquél ni yo.
Edipo. — Entonces, ¿en virtud de qué me llamaba hijo?
Mensajero. — Por haberte recibido como un regalo —entérate— de mis manos.
Edipo. — Y ¿a pesar de haberme recibido así de otras manos, logró amarme tanto?
Mensajero. — La falta hasta entonces de hijos le persuadió del todo.
Edipo. — Y tú, ¿me habías comprado o encontrado cuando me entregaste a él?
Mensajero. — Te encontré en los desfiladeros selvosos del Citerón.
Edipo. — ¿Por qué recorrías esos lugares?
Mensajero. — Allí estaba al cuidado de pequeños rebaños montaraces. Edipo. — ¿Eras pastor y nómada a sueldo?
Mensajero. — Y así fui tu salvador en aquel momento.
Edipo. — ¿Y de qué mal estaba aquejado cuando me tomaste en tus manos? Mensajero. — Las articulaciones de tus pies te lo pueden testimoniar.
Edipo. — ¡Ay de mí! ¿A qué antigua desgracia te refieres con esto? Mensajero. — Yo te desaté, pues tenías perforados los tobillos.
Edipo. — ¡Bello ultraje recibí de mis pañales! (vv. 1014-1035)
Edipo. — Que estalle lo que quiera ella. Yo sigo queriendo conocer mi origen, aunque sea humilde. Esa, tal vez, se avergüence de mi linaje oscuro, pues tiene orgullosos pensamientos como mujer que es. Pero yo, que me tengo a mí mismo por hijo de la Fortuna, la que da con generosidad, no seré deshonrado, pues de una madre tal he nacido. Y los meses, mis hermanos, me hicieron insignificante y poderoso. Y si tengo este origen, no podría volverme luego otro, como para no llegar a conocer mi estirpe. (v. 1077-1086)
Edipo. — Estás muerto, si te lo tengo que preguntar de nuevo.
Servidor. — Pues bien, era uno de los vástagos de la casa de Layo.
Edipo. — ¿Un esclavo, o uno que pertenecía a su linaje?
Servidor. — ¡Ay de mí! Estoy ante lo verdaderamente terrible de decir. Edipo. — Y yo de escuchar, pero, sin embargo, hay que oírlo.
Servidor. — Era tenido por hijo de aquél. Pero la que está dentro, tu mujer, es la que mejor podría decir cómo fue.
Edipo. — ¿Ella te lo entregó?
Servidor. — Sí, en efecto, señor.
Edipo. — ¿Con qué fin?
Servidor. — Para que lo matara.
Edipo. — ¿Habiéndolo engendrado ella, desdichada?
Servidor. — Por temor a funestos oráculos.
Edipo. — ¿A cuáles?
Servidor. — Se decía que él mataría a sus padres.
Edipo. — Y ¿cómo, en ese caso, tú lo entregaste a este anciano?
Servidor. — Por compasión, oh, señor, pensando que liso se lo llevaría a otra tierra de donde él era. Y éste lo salvó para los peores males. Pues si eres tú, en verdad, quien él asegura, sábete que has nacido con funesto destino. Edipo. — ¡Ay, ay! Todo se cumple con certeza. ¡Oh luz del día, que te vea ahora por última vez! ¡Yo que he resultado nacido de los que no debía, teniendo relaciones con los que no podía y habiendo dado muerte a quienes no tenía que hacerlo! (vv. 1166-1187)
El conocimiento de una relación incestuosa, supone una resignificación total de toda su vida presente y de las responsabilidades que le cupieron en las acciones pasadas. Y ello porque aparece una proposición bisagra “El incesto es abominable” que no estaba en los contextos precedentes.
Sófocles2
Sófocles1 Sabe lo que sabe Tiresias, en principio no más. La doble profecía desencadena dos secuencias de eventos que culminan en la tragedia para la casa de los Labdácidas. En este sentido Sófocles1 /Tiresias son lo mismo. Pero Sófocles tiene un privilegio que no tiene Tiresias, él sabe otras cosas que omite pero que podría poner. El contexto epistémico de Sófocles no es igual al de Tiresias solo el contexto epistémico de Sófocles1 lo es. Pero hay un Sófocles2 que sabe otras cosas.
Nos ponemos en el contexto de Edipo1 cuando este acusa a Creonte y Tiresias de manipular todo para quedarse con el trono de Tebas. Pero asumamos que tiene razón, que la casa de Creonte aspira a quedarse con la corona de Tebas y crear una nueva dinastía y que pergeña un plan muy ambicioso y de largo alcance que comienza con una profecía, un viejo sabio manipula al oráculo para propagar la idea de que el hijo varón de Layo lo matará y se casará con la madre.
Sófocles2 podría haber escrito un texto distinto, acercada a una visión que hoy llamaríamos maquiavélica o realpolítica del estado tebano, en la cual todos los recursos son válidos para obtener el poder y mantenerlo. Es evidente que los lectores de la tragedia no la leen de esta forma y eso es correcto. Pero el análisis filosófico de los contextos epistémicos bien nos permite ir más allá de Tiresias y preguntarnos si las mismas secuencias de eventos son consistentes con distintas cadenas de causas y consecuencias, es decir, otros contextos epistémicos que envuelven los mismos hechos.
De la presentación de los contextos epistémicos involucrados en la obra, se nota que el análisis epistemológico debe ir más allá de la mera idea de hecho e incluir los contextos epistémicos, porque son relevantes para determinar qué es lo que puede conocer un sujeto y que es lo que surge cuando estos cambian y abren nuevas preguntas y nuevos caminos de conocimiento, como surge en la convergencia de las dos secuencias de eventos que presenta la obra.

5. Análisis epistemológico de la profecía

¿Es la profecía un problema para los contextos epistémicos de la obra? Examinemos la cuestión.
Una lectura literal del núcleo dramático de la obra lo hace consistente con la doctrina llamada fatalismo. Para el fatalismo ontológico, todas las leyes naturales o sociales y todos los eventos singulares que las instancian, ya están determinados en el momento cero del origen de la realidad. De modo que hablando literalmente para un fatalista todo futuro ya es pasado, todo sucedió, aunque las fechas todavía no llegaron. No hay ninguna manera de eludir aquello que ya sucedió y la única cosa que un sujeto puede hacer es enterarse de ello.
Ahora bien, en la lectura epistemológica de Edipo Rey que estamos proponiendo, el tema de la profecía se puede abordar desde un lugar distinto. Y eso porque el fatalismo epistemológico es absolutamente diferente al fatalismo ontológico. En el caso del fatalismo epistemológico es una relación entre una conclusión y la información antecedente que se emplea para justificarla. Dicho de otra manera, el fatalismo epistemológico sería el caso del conocimiento deductivo, en el cual la conclusión se sigue inequívocamente de las premisas y no habría tal fatalismo epistemológico en el caso de los argumentos inductivos o abductivos.
En rigor el fatalismo epistemológico es la contracara de la ignorancia. Es decir, siempre es respecto de un contexto epistémico y no en general; un invariacionista no podría dar cuenta de este. El fatalismo nos lleva necesariamente al contextualismo epistemológico porque en el primero la conclusión se sigue de la información antecedente, si cambia esta cambia la conclusión . Edipo1 concluye lógicamente que Pólibo y Mérope son sus padres biológicos y él es de un linaje real. Edipo3 tiene que negar esa conclusión porque tiene premisas que indican lo contrario.
Ahora, si los contextos epistémicos son manipulables, como por ejemplo aparece esbozado en el contexto Sófocles2 entonces el fatalismo epistemológico, a diferencia del fatalismo ontológico, puede tener un origen contingente. Si la profecía fue una manipulación de Creonte y su casa para quedarse con el trono de Tebas, no hay nada en la profecía que ordene la secuencia de hechos en modo que sea inescapable en toda circunstancia.
Un acto tiene consecuencias indeseables en la medida que este acto está motivado por un conjunto antecedente de creencias justificadas con evidencia. Es decir, el núcleo de esta lectura epistemológica del concepto de profecía, es que lo que guía una acción catastrófica es la ignorancia, es decir, la incapacidad de poder conocer aquello que de ser conocido podría permitir un control de esas consecuencias o podría permitir modificar la acción cometida. Desplazado el tema de la necesidad ontológica a la necesidad epistémica, sólo el conocimiento completo que tiene Tiresias de los eventos acaecidos y de los eventos que se siguen lógicamente de ellos permitiría a Edipo cambiar sus planes de acción o alterar las consecuencias futuras. Pero cuando Edipo llega a converger con Tiresias (Edipo 3 = Tiresias) ya no hay solución, Edipo no puede abstenerse de matar al viajero, no puede abstenerse de aceptar el don de ser el rey de Tebas y de casarse con la reina viuda, no puede dejar de copular y tener hijos con su esposa y no puede evitar la culpa y vergüenza que lo abordan cuando él completa el contexto epistémico que tiene Tiresias. Es decir, en el terreno de la acción el movimiento de un contexto a otro tiene consecuencias no eliminables.
En la obra de Sófocles son los dioses los que operan en última instancia, pero bien podría ser alguna fuerza impersonal llamada destino la que empuje los eventos y que ordene su convergencia inevitable hacia un único resultado. Desde el punto de vista epistemológico las predicciones acerca del futuro surgen de información antecedente. Bien puede el predictor entender que, dada la dinámica política de la ciudad de Tebas, y dado un conflicto latente y luego explícito entre Layo y Creonte, el resultado más probable de las disputas dinásticas hubiera sido una resolución sangrienta de estas que incluyera la muerte violenta del Rey. En tanto predicción, no tiene ningún carácter de necesidad excepto la necesidad relativa a dicha información antecedente. Y lo que aparece como la moraleja del análisis contextual del conocimiento en el caso de Edipo Rey es que los resultados parecen inevitables en la medida que no se cuenta con información completa y absolutamente clara e inequívoca que permita corregir los resultados que surjan de contextos parciales respecto de uno dado (en la obra el contexto de Tiresias/Sófocles1).
Edipo1 está atrapado, pero no en un mandato metafísico que provenga de la naturaleza de las cosas o de divinidades que operen como titiriteros sobre la vida histórica humana. Está atrapado dentro los límites de su contexto epistémico, que mientras no cambie, lo llevará a reforzarlo y reforzar sus consecuencias. Edipo increpa a Tiresias como fabulador y mentiroso e increpa a Creonte como manipulador de Tiresias y como difusor de mentiras y de sospechas confusas con ánimo de derrocar su posición real. Es decir, Edipo1 opera en los límites de su contexto epistémico no sólo porque no tiene la información suficiente, sino porque las reglas de evidencia con las que opera también son defectuosas visto el resultado general de la obra. De lo anteriormente expuesto, se sigue que la profecía lejos de estar en conflicto con el contextualismo epistémico, se puede explicar perfectamente con este.

6. ¿Quién es Edipo?

La pregunta original era: ¿Edipo mató a Layo? Responder esta pregunta supone decidir quién era Edipo, lo que supone como cuestión general, ¿Qué es un sujeto? La filosofía ha abordado el problema de la identidad personal ofreciendo distintos criterios al respecto de lo que sea la identidad de un sujeto. Así John Locke ofrece un criterio psicológico-mnémico de identidad personal; Locke brinda su criterio de identidad de tales entidades -personas- a partir de la conciencia:
Porque la conciencia sincera siempre acompaña al pensamiento, y es lo que hace que cada uno sea lo que se llama Yo y, por lo tanto, se distingue de todos los demás seres pensantes; sólo en esto consiste la identidad personal, es decir, la mismidad de un ser racional: y en la medida en que esta conciencia puede extenderse hacia atrás a cualquier acción o pensamiento pasado, hasta aquí llega la identidad de esa persona; es el mismo Yo ahora que el que era entonces; y es por el mismo Yo que en este presente reflexiona sobre ello, que esa acción fue realizada. La conciencia hace a la identidad personal… siendo la misma conciencia que hace que un hombre sea él mismo para sí mismo, la identidad personal depende sólo de eso, ya sea que esté unida únicamente a una sustancia individual o que pueda continuar en una sucesión de varias sustancias. (Locke, 1979, págs. II, 27, 9-10)
Thomas Reid criticó esta tesis y ofreció en su reemplazo la tesis de la identidad personal como instancia de un tipo general “ser persona”:
… la identidad personal se confunde con la evidencia que tenemos de nuestra identidad personal… pues es atribuir a la memoria o a la conciencia un extraño poder mágico de producir su objeto, aunque ese objeto debe haber existido antes de la memoria o la conciencia que lo produjo. (Reid, 1941, pág. 214).
Así para Reid la oración: “La misma consciencia de S se extiende a las acciones pretéritas y futuras” debe parafrasearse como “La conciencia presente de S es del mismo tipo general de las que se presenta en acciones pasadas o la que habría en acciones futuras”. (Reid, 1941, págs. 215-6).
Sea una u otra tesis, la evidencia que emplean son estados psicológicos del modo “ser consciente de ser ahora”, “ser consciente de recordar de antes”, “ser consciente de conjeturar para luego”, y de sus relaciones contingentes o necesarias. De acuerdo con ello, primero se constituye el sujeto psicológico en general, y luego se constituye el sujeto cognitivo como una de sus manifestaciones. Y por eso, la epistemología viene a la sombra de la antropología filosófica.
Sin embargo, el análisis epistemológico de Edipo Rey nos permite revisar esta cuestión. Para abordar este punto es importante una distinción que traza Michael Cholbi al analizar el suicidio y que se puede aplicar igualmente al comportamiento homicida. Cholbi traza una diferencia entre (a) causar la muerte de S y (b) quitar intencionalmente la vida de S (Cholbi, 2017). A partir de esa definición Cholbi introduce lo que podemos llamar la condición de imputabilidad en la comisión o acción ejecutada de un homicidio:
a. Condición doxástica: S creía que el factor causal B, o algún efecto de B, haría que la muerte de S/S* fuera, como mínimo, muy probable.
b. Condición de intención: S* tenía la intención de producir la muerte de S/S* al llevar a cabo B.
c. Condición de elección: S no fue obligado a la producción de B. (Cholbi, 2017).
La intención del sujeto de producir la muerte de S/S* depende en dos modos de los estados cognitivos que tenga:
– Por un lado, que el sujeto tenga estados cognitivos justificados acerca de que lo que va a llevar a cabo efectivamente cause la muerte de aquel que él quiere dañar en forma definitiva.
-Por otro lado, que el sujeto sepa que va a causar la muerte de un alguien particular, es decir pueda representarse esta consecuencia normativa.
En esto difiere el causar la muerte del homicidio intencional. Un conductor que pierda el control del auto puede causar la muerte de personas que él desconoce, y solo a fortiori podrá enterarse de quienes sean estas personas y en ese caso se puede decir que, si bien no tuvo la intención deliberada de matarlas a ellas, si se muestra que la pérdida del control del auto se debió a algunos factores causales que estaban dentro de lo que él podía controlar, entonces se lo podrá acusar de comportamiento negligente. Si por lo contrario se mostrara que los factores que produjeron la pérdida de control del auto no estaban bajo su capacidad de control directo esta acusación será inaplicable.
Es decir, los estados cognitivos son relevantes, no para determinar lo que sea un sujeto en general, pero sí para determinar lo que sea un sujeto como instancia en una situación. Y en ese caso, hay un cambio de análisis cuando se introducen los contenidos de esos estados psicológicos. Y en esa dirección no es lo mismo que Edipo cause la muerte del viajero exaltado en defensa propia, a que mate a Layo, rey de Tebas y su padre.
En este punto las posiciones del contextualista y del invariacionista son muy diferentes. Para el invariacionista el sujeto es idéntico en la medida que su identidad subjetiva no está constituida siquiera parcialmente por los contextos epistémicos en los cuales se pudiera hallar. Para el invariacionista Edipo1 =C Edipo2 =C Edipo3 (en donde =C significa “igual en constitución subjetiva”). Y lo que los diferencia sólo serán factores que no sean necesarios para su carácter de sujeto sino meramente circunstanciales. Pero el contextualista epistémico rechaza este resultado. Y para ello es central la distinción expuesta previamente entre Desconocer X e Ignorar X.
Un sujeto cognitivo, Edipo, puede tener conocimientos que pierda, sea por daño neurológico, sea por represión psicológica, sea por desuso, y que puede recuperar en ciertas circunstancias. Este conocimiento perdido es parte constitutiva del sujeto, y su recuperación puede ser un proceso de reparación fisiológica o psicológica. Es decir, el desconocimiento –perdido o descartado por negligencia- está en la perspectiva emic del sujeto, puede llegar a éste. Pero el conocimiento ignorado no lo constituye de ninguna manera, y sólo puede ser señalado desde la perspectiva etic de un sujeto externo que tenga una perspectiva epistémica más amplia y que incluya a las perspectivas del sujeto del cual se hable desde la posición etic.
Edipo1/emic/ ignora que el pendenciero que lo aborda y lo intenta agredir en la encrucijada de tres caminos es Layo, rey de Tebas, que marchaba a una consulta oracular. Pero Tiresias/etic/ le señala a Edipo1 precisamente lo que este ignora y que por el contexto en el cual se encuentra se niega a reconocer. Para el invariacionista Edipo mató a Pendenciero en el camino = Layo rey de Tebas = Padre de Edipo. Y por ello la evaluación de la acción cometida no se circunscribirá a uno de los términos de la ecuación. Pero para el contextualista las cosas no son así, en la medida que lo que un sujeto haga está conformado por los conocimientos que lo constituyan como sujeto en una situación específica. Y en este caso Edipo1 mató al pendenciero, deliberadamente en una acción cometida en defensa propia, respondiendo a una agresión. Al mismo tiempo Edipo1 causó la muerte, es decir, su actuación fue un factor causal determinante del magnicidio de Layo, rey de Tebas = su padre. Dicho de otra manera, Edipo mató emic al pendenciero, y mató etic a Layo, rey de Tebas = su padre.
Para imputar a Edipo de la muerte del rey de Tebas, debemos abordar a Edipo2, a otro contexto que surge de un proceso de inquisición que va dirigido por los hechos y las encuestas que se llevan a cabo, lo que determina no sólo un cambio en la información que se tenía sino en las creencias-bisagra que operan como determinantes del espacio de alternativas que se van a considerar. Así Edipo1 podría entender que un rey nunca viajaba de incógnito, y que ese viajero con su heraldo no podía ser rey de nada en ninguna circunstancia, y Edipo2 aceptar que un rey podía tener motivos muy poderosos para viajar de incógnito en modo que nadie lo reconociera como tal en su trayecto.
Esta distinción es relevante en la imputación moral y penal. Cuando se imputa moralmente a un sujeto, la condición básica es que ese sujeto pueda conocer emic la norma o la institución que haya desconocido en sus actos y que lo hace punible. Nadie puede ser imputado por normas o instituciones que estén fuera de su posibilidad de conocimiento, o sea por normas o instituciones que ignore y que sean determinadas etic por alguna autoridad externa. Edipo1 conoce las reglas del viajero, y como opera el derecho a defensa en un encuentro contencioso entre viajeros. No conoce las reglas de honor para los reyes que obligan a cederle el paso y no hostigarlos en ninguna circunstancia. Para Edipo1 su acto está justificado dado su conocimiento contextual de la situación, mientras que para Tiresias es un acto abominable que ha desencadenado un castigo sobre la ciudad de Tebas. Se puede imputar y juzgar a quien conoce o desconoce una norma o institución y sus consecuencias malignas o no, ya que tenía control, pero no pudo o no quiso ejercerlo, pero no se puede hacerlo con alguien que ignore tales normas o tales consecuencias porque todo ello estaba fuera de control.
El resultado de esta segunda sección de nuestra investigación sobre las consecuencias epistemológicas de Edipo Rey, pone en cuestión la idea de subjetividad cuando se la vincula con los contextos epistémicos. El análisis se puede extender a cualquier caso de cualquier sujeto, literario o real, en el cual se plantean cuestiones de responsabilidad moral o penal . Un sujeto ignorante puede ser señalado por causar la muerte, como puede ser señalado un factor impersonal, es un reconocimiento causal, y no intencional. Sólo un sujeto cognoscente o des-cognoscente puede ser imputado de daño intencional. Así, desde una visión contextualista, Edipo1 no mató a su padre, sino que causó la muerte de su padre, aunque un invariacionista podrá sostener que Edipo mató a su padre etic, en tanto fue el único factor causal central en ello y luego Edipo3 se pudo enterar de ello (cuando converge con el contexto de Tiresias).
Hemos señalado que la relación entre el contextualismo y el invariacionismo epistémico no es una relación de oposición excluyente, sino que son dos enfoques complementarios. El contextualismo epistémico considera primariamente la perspectiva emic del sujeto al que se atribuye conocimiento, y al que se lo evalúa en función de ello, en esta dirección ello se resolverá positiva y negativamente por lo que que desconozca, pero no en relación con aquello que ignore. Por otro lado, el invariacionista pone el énfasis en la perspectiva etic y por consiguiente un intérprete externo podrá incluso señalar lo que el sujeto ignora y de lo cual no puede percatarse nunca a menos que su contexto se modifique.
Esta relación entre contextualismo e invariacionismo plantea que hay una subjetividad emic y otra etic. Así, es el caso de Edipo emic, es decir, Edipo1, Edipo2 y Edipo3, cuya subjetividad varía en los contextos que se modifican en función de procesos de inquisición y que en cada contexto se encuentra con nuevas responsabilidades cada vez más dramáticas. Y, por otro lado, está el caso Edipo etic que es el que refiere Tiresias, que todo lo sabe respecto en el universo de la obra.
Dada esa distinción la pregunta ¿Quién es Edipo?, o en general, que es un sujeto, no tiene una respuesta unívoca y general. Tanto el contextualista como el invariacionista tienen buenos argumentos para ofrecer una cierta mirada sobre quien sea Edipo. Una conclusión consistente con la línea de análisis que hemos elegido, nos lleva a abordar esta relación en una visión estratificada:
– Primer estrato: es el del contexto de Edipo (los varios Edipo emic),
-Segundo estrato: los estratos emic de Edipo convergen con el contexto único de Tiresias que es emic para Tiresias/Sófocles y etic para Edipo. Es decir, desde Tiresias, Edipo = Edipo3.
– Tercer estrato: es el de Tiresias emic que es un personaje de Sófocles1, con el que se identifica el autor, quien primero selecciona la secuencia de eventos, y luego, en la voz de Tiresias, selecciona la explicación intencional o causal de dicha secuencia.
Edipo etic es responsabilizado de causar la muerte de su padre (háyalo conocido o ignorado) y el matrimonio incestuoso con su madre. Pero, desde el contextualismo Edipo1 emic podrá haber causado la muerte de Layo y rey de Tebas, pero no será responsable de ello.
Cuando nos preguntamos que es un sujeto y si es imputable o no bajo una evaluación moral y jurídica, este modelo de estratos parece consistente con lo que son las prácticas en las evaluaciones reales de sujetos reales, y al mismo tiempo supera un debate un tanto estéril entre relativismo y absolutismo normativo. Si asumimos el contexto de Sófocles2 en el cual Edipo es manipulado desde su nacimiento (como fuera el personaje de la película The Truman Show ) en donde cada acto de los Labdácidas fuera guiado por la familia política competitiva para quedarse con el reino de Tebas, Edipo no sería más que una marioneta irresponsable de nada. Este ejemplo que no está en la obra pero que es consistente con los hechos que la obra presenta, y nos permite terminar estar investigación viendo la compleja articulación conceptual y epistémica, entre los sujetos, lo que sabe, y lo que pueden hacer con lo que saben.
Un último comentario. El cambio de contextos epistémicos de Edipo1 a Edipo3 o en general en cualquier sujeto o comunidad que se analice no es un cambio que suponga incremento de información. Edipo en sus tres contextos conoce a Pólibo, Mérope, Layo y Yocasta, lo que cambia de uno a otro de los contextos son las relaciones que Edipo tiene con unos y otros, y lo que cambia en forma dramática son las consecuencias que esas nuevas relaciones tienen respecto de Edipo y la comunidad en la que vive. No hay ninguna suma de información sino que hay un cambio en la estructura de las proposiciones-bisagra que dotan de significación y de roles inferenciales a esa información que se tenía de antes. Existe un vínculo objetivo entre uno y otro de los contextos que es un vínculo que depende de estos cambios en las estructuras de las proposiciones-bisagras y de cómo cierta información que se va introduciendo en un contexto va cambiando tales proposiciones, y, por ende, se generan cadenas de inquisición entre uno y otro de esos contextos (cuyo análisis será tema del tercer ensayo de esta serie de ensayos de análisis epistemológico de la obra Edipo Rey de Sófocles). En ese sentido la teoría de los contextos no debe asimilarse a lo que fue la lectura de la primera versión de la noción de paradigma que propusiera Thomas Kuhn, qué hacía de cada paradigma una suerte de cárcel epistémica en la cual el sujeto estaba cegado a cualquier pregunta externa. Contra esta visión absoluta de los contextos es relevante la distinción entre desconocimiento e ignorancia que tiene muchos matices y que precisamente es la que permite explicar la dinámica interna de un contexto que permite generar otros.

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[1] Profesor de Epistemología y Lógica.

[2] Alumno de la carrera de Filosofía de la FFHyEO de la USAL.