Timothy Morton y su ecocrítica filosófica

Por Verónica Parselis

 

«Para evitar el calentamiento global,

los humanos empeoraron el calentamiento global.» 

Timothy Morton

 

“El tipo de ironía que ejemplifica la conciencia ecológica es lo que la crítica literaria llama ironía romántica. No tiene nada que ver con el amor romántico, sino con la poesía romántica. En la poesía romántica desarrollaron una clase de ironía muy interesante en la que el yo lírico del poema se da cuenta de que es un personaje del poema. O un personaje del poema da cuenta de que es el narrador del poema. Un fantástico ejemplo de esto sería el fenómeno cinematográfico del noir, en el que, por ejemplo, el detective descubre que él mismo es uno de los criminales. Para mí, el mejor ejemplo probablemente sea la película Blade Runner de Ridley Scott, en la que Deckard, el detective, reconoce que es uno de los replicantes a los que está persiguiendo e intentando matar. La conciencia ecológica funciona así por consecuencias involuntarias. Es como si un buen día nos despertáramos («nos» equivaldría aquí, aproximadamente, al patriarcado blanco occidental que se guía por nociones desarrolladas durante la modernidad, sobre todo en Europa y Estados Unidos) y nos diéramos cuenta de que tenemos un arma homicida en la mano, y de que debemos de haber cometido algún asesinato, aunque no sepamos muy bien de qué se trata. Así que se parece un poco al noir porque implica entrar en un bucle, y en particular desde una mirada histórica ese bucle tiene que ver con el deseo de los humanos de trascender sus condiciones materiales. Ese deseo, al que denominamos el Neolítico, acabó desencadenando una mayor profundización en las condiciones materiales del llamado antropoceno. Lo curioso es que ese modelo de agricultura que yo asocio estrechamente al desarrollo del concepto de Naturaleza (que empezó en Mesopotamia pero también en Latinoamérica, China, Indonesia, África y otras partes del mundo alrededor del año 10000 a. C.) fue diseñado para permitir que la gente lidiara con un calentamiento global moderado, también conocido como holoceno, que es el período previo al antropoceno. Y, como consecuencia de la logística que empezó a funcionar, o a operar, como un programa informático, que es la logística todavía hoy vigente, ese tipo de agricultura acabó creando tanta gente que hizo falta una industria para sustentarla, y así es como desembocamos en la sociedad industrial. Esa logística también contribuyó mucho al advenimiento de un calentamiento global más nocivo, así que podríamos afirmar, con una ironía un poco mordaz, que: «para evitar el calentamiento global, los humanos empeoraron el calentamiento global». Ese es el bucle en el que nos encontramos.”

(Extracto de una entrevista realizada a Timothy Morton en el año 2016. Fuente: http://www.cccb.org/es/)

 

 

Influencias plurales desde el anarquismo y el pop, colaboraciones con Björk y otros artistas, admirador de la literatura del romanticismo, crítico de arte, filósofo de lo contemporáneo y pensador de una nueva ontología, Timothy Morton alza la voz en el escenario filosófico actual y nos trae una  nueva versión del “fin del mundo”. Según el pensador inglés, los no humanos están siempre dentro del espacio social, lo que significa que el espacio social nunca fue verdadera ni exclusivamente humano. Su filosofía se encuadra en la OOO: una Ontología Orientada a Objetos. Para esta perspectiva, la realidad no está conformada por una masa informe y blanda esperando a que los hombres la determinen y le den forma con sus palabras, pensamientos o acciones. La realidad está hecha de únicas y brillantes entidades que existen por sí mismas y esas entidades nunca son “insulsas”, pues su significado o apariencia están contenidas en ellas. De allí su interés por la dimensión estética de lo real, que no puede “desgajarse” de las cosas. Su interés fluye en ese espacio que se abre en lo que Morton denomina “la malla”, como una desconcertante espiral de interconexiones, una red necesaria en la que cualquier cosa existe, con o sin alguna otra entidad (humana) observándola, troquelándola, midiéndola o pensándola.

Sin duda su ecocrítica filosófica y su noción de “hiperobjetos” representan aportaciones refrescantes para la reflexión contemporánea. Existen algunas cosas que son concebibles y clasificables, aunque sean imposibles de ver: esto es a lo que Morton llama los hiperobjetos . Muchas de estas cosas actualmente son fenómenos ecológicos tales como el calentamiento global, la evolución y la extinción, sin dejar de lado a la especie humana y a la biósfera. La tarea política que enfrentamos según el autor, es la de percibir cosas físicamente enormes e intelectualmente complejas (por lo tanto, invisibles) como ontológicamente diminutas. Un todo no es una catedral, afirma, sino un abismo. Las totalidades pueden ser pozos tan hondos que no podemos comprender su profundidad. Habitamos una era ecológica en la que contamos con mucha más información científica, lo que hace que las cosas parezcan más enormes y misteriosas, de tal forma que el incremento del conocimiento no provoca el dominio sobre los objetos sino más bien, todo lo contrario.

La novedad del pensamiento de Morton es patente: propone una ecología sin Naturaleza. La conciencia ecológica significa para él, darse cuenta de que estamos “sin nosotros ahora mismo”: que contenemos ADN no-humano, así como partes no-humanas del cuerpo (las bacterias, por ejemplo) y que nuestro espacio social está plagado siempre de no-humanos que simplemente hemos estado ignorando o vigilando. La conciencia ecológica nos arrastra a asumir que somos una especie y que por lo tanto, podríamos extinguirnos. El Antropoceno (término que designa una nueva era geológica donde nuestra acción humana, a través de la relación que hemos establecido con nuestro entorno, ha erosionado de maneras significativas aquello que conocíamos como naturaleza) es el primer concepto verdaderamente anti-antropocéntrico, porque al pensar en el Antropoceno podemos ver las especies como realmente son —especies como hiperobjetos subscendidos, frágiles e inconsistentes.

Morton propone una ecocrítica que desde la deconstrucción, permite edificar un “muro de acción ecológica”: más interconexiones y menos nihilismo. El hombre no es, definitivamente, la medida de todas las cosas.

 

 

Obra de Olafur Eliasson

Credit: By Boberger. Phot: Bengt Oberger from Wikimedia Commons