Sexto ensayo. “La filosofía de la redención” de Philipp Mainländer

Sexto ensayo.

La filosofía de la redención.

 

¡Lo he intentado!

Ulrich van Hutten.

 

La filosofía de la redención es el esclarecimiento y la iluminación de la religión cristiana de la redención. Por un lado es como aquella, una combinación del panteísmo indio con el budismo, y por otro, la combinación del idealismo crítico (Kant, Schopenhauer) con el realismo sensato. Y de hecho esto es pura casualidad, ya que es el producto orgánico de un principio empírico fundamental que ha sido transmitido: la voluntad de vivir individual puesta en movimiento, que sin embargo se devela como voluntad de morir.

No puedo resumir lo original de mi filosofía en una sola frase. Debo desarrollarla.

Aquello muy particular que es un mérito incuestionable de ella, y al mismo tiempo, también constituye su núcleo, es:

 

que por primera vez fundamenta científicamente el ateísmo.

 

Pero también puedo expresar ese mérito en una frase que parece conservar íntegramente la anterior. Puedo decir entonces que:

 

mi filosofía por primera vez expuso en el modo más claro a aquello que los filósofos y los teólogos libres desde siempre se han representado bajo el concepto de Dios, de modo que constituye el más puro y claro teísmo, siendo fundamentado en forma científica por vez primera.

 

El ateísmo y el teísmo parecen ser opuestos absolutos e irreconciliables. Ambos lo serían si Dios fuese un concepto de contenido totalmente determinado. Pero este no es el caso y por ello esta oposición es solamente aparente, y el ateísmo y el teísmo se pueden conciliar.

Desde que el poder que se contrapone al individuo, y que no logra ser dominado por éste, fue pensado como una fuerza emanada, nos hemos figurado dos cosas bajo el concepto de Dios:

 

1) Un ser personal según analogía del hombre (el Dios de los judíos).

2) Un ser insondable, cuya actividad y voluntad resultan ser sus únicos rasgos cognoscibles: pura omnipotencia.

 

Así el ser personal, por medio de la fantasía de los artistas, fue plasmado como un anciano de barba blanca.

Frente a este primer Dios, frente al Dios personal, al Dios de los judíos dotado de voluntad y espíritu, mi doctrina resulta ser un ateísmo, pero frente al segundo Dios, se presenta como un puro teísmo, auténticamente científico, ya que según mi doctrina Dios en el mundo no es una unidad simple, sino que es el fuerte vínculo que conecta a todos los individuos del mundo, y en efecto los conecta tan íntimamente porque el mundo ha emanado de una unidad simple premundana. Entonces Dios en el mundo es solamente una relación, y no una persona.

Aquí mi doctrina se muestra polémica tanto frente al rígido monoteísmo judío como ante el panteísmo, independientemente de su forma. Además, también se muestra polémica frente al teísmo bajo la interpretación habitual del término, según la cual Dios se sitúa a medias en el mundo, y a medias libre y por fuera del mundo. Pero ella es un teísmo en el sentido que el individuo no es omnipotente, sino que está limitado por un poder que en el mundo es una simple relación, pero antes del mundo era una unidad en la cual existían todos los individuos, aunque en un modo incomprensible para nosotros.

Para plantear aún más claramente este importante asunto he de servirme de la acertada diferencia entre Dios y la divinidad que señaló el genial místico cristiano:

 

A Dios como divinidad no le pertenece ni voluntad, ni saber o revelación, ni esto ni aquello que uno pueda nombrar, de lo que pueda hablar o que pueda pensar.

Pero a Dios en cuanto Dios le es propio que él por sí mismo se exprese, que por sí mismo se conozca y ame, y que se revele a sí mismo. (Der Franckforter).

Esta diferencia sería inhallable si fuese señalada críticamente y no de manera mística, pues ella sólo puede admitir un sentido sensato cuando se separa por completo a la divinidad de Dios, y se sitúa a la divinidad antes del mundo y a Dios en el mundo, excluyéndose uno a otro en la secuencia. Pero el místico admite que ellos existan uno junto a otro, o mejor dicho, uno en otro, o que coexistan personalmente, algo que ningún espíritu humano puede figurarse.

Entonces si me sirvo de ambos términos para caracterizar a mi filosofía, debo decir:

 

La divinidad existía antes del mundo y es por excelencia algo insondable. Ella no poseía ni voluntad, ni conocimiento, ni revelación, es decir, nos encontramos frente a algo a lo que no puede someterse ninguna potencia cognitiva y que no puede reflejarse en nadie.

Pero esa divinidad muere engendrando al mundo. O dicho con las palabras del Franckforter: cuando la divinidad se expresó, se conoció a sí misma, se amó y se reveló a sí misma, surgió allí Dios: es decir, un mundo de individuos a los que los asocia un fuerte vínculo, de modo que el mundo sólo posee una marcha de desarrollo unitaria, a pesar de sus incontables individuos.

Entonces en la lengua de la religión contamos a:

 

Divinidad – Dios – Cristo y Espíritu Santo.

 

Y en la lengua de mi filosofía:

 

Dios – Contexto dinámico del mundo – Mundo de los individuos y destino (movimiento necesario de la totalidad del mundo).

 

De esa forma mi filosofía es una filosofía del cristianismo, es decir, esclarecimiento e iluminación crítica de la religión de la redención. Como se ha de ver claramente, ella es además la unión del budismo exotérico (señorío del individuo sobre sí mismo) con el panteísmo y el monoteísmo (el individuo muerto), cuyas doctrinas contienen verdades a medias. Como ya he remarcado, ella es además una forma de ateísmo frente a un Dios personal por encima del mundo, o frente a un Dios unitario en el mundo, y es un teísmo puro cuando uno designa bajo el término Dios al contexto de los individuos, la relación en la que ellos se sitúan entre sí, y bajo el término voluntad de Dios al movimiento unitario resultante de la interacción de todos los individuos del mundo.

Además mi doctrina es la conclusión de todos los sistemas filosóficos en el más eminente sentido de la palabra, y al mismo tiempo es la metamorfosis de la religión verdadera. En lo que respecta a la filosofía especulativa, ella también es la verdad absoluta en un modo totalmente determinado, ya que tiene de su lado a la parte esotérica del budismo y del cristianismo. Por otro lado, en su parte empírica, que abarca las ciencias naturales, las artes y las ciencias políticas (ciencia del estado, historia, economía nacional, etc.) ella obviamente admite nuevas explicaciones y adelantos, es decir, no es una filosofía absoluta.

Esas cosas desarrolladas en un modo puramente original dentro de mi doctrina son naturalmente las flores brotadas de un tallo surgido orgánicamente con raíces y hojas. Es el resultado de una suma de investigaciones o incluso la piedra clave de una pirámide. La concordancia de esas flores con el budismo esotérico y el cristianismo esotérico es casual, algo que ya resulta claro desde la constitución de mi sistema. Pero como ya lo ha dicho Fichte en forma muy certera, el cristianismo se ha aferrado a nuestra formación de muy diversos modos; además la verdad es una sola, mientras que a ella nos conducen muchos caminos que entre sí presentan las más diversas conexiones, o dicho con otras palabras: el desarrollo del espíritu es algo general.

Como filósofo franco me he fabricado un suelo firme bajo mis pies a través de una investigación precisa de nuestras disposiciones al conocimiento, que atañen a nuestras experiencias externas e internas.

Seguidamente, en el ámbito de la teoría del conocimiento, en base a la investigación más minuciosa he tenido que corroborar que el corte efectuado por Locke entre lo real y lo ideal era radical y verdadero. Además tuve que corroborar que, conforme a la gran doctrina de Kant, el espacio y el tiempo, la sustancia, la causalidad y el intercambio de efectos son cosas puramente ideales en nuestras mentes y no son nada por fuera de ella, y que la actividad de la razón es la síntesis. Además debía corroborar que la ley de causalidad schopenhaueriana era a priori y que era una función del entendimiento, la única.

Por otra parte, en contradicción con Locke, Kant y Schopenhauer hallé lo siguiente:

 

 

  1. a) En contradicción con Locke:

 

que la materia no es la cosa en sí, sino una forma del entendimiento, es decir, algo a priori.

 

  1. b) En contradicción con Kant:

 

1) que el espacio matemático y el tiempo no son observaciones puras a priori, sino conexiones a posteriori con base en el espacio puntual a priori y en el tiempo puntual a priori (el presente).

 

2) que la sustancia no es a priori, sino una conexión a posteriori con base en la materia a priori.

 

3) que la causalidad no es a priori, sino la ampliación a posteriori de la ley de causalidad a priori (el tránsito del efecto sobre el órgano sensible hacia su causa).

 

4) que el intercambio de efectos no es a priori, sino una conexión a posteriori con base en la ley de causalidad a priori y en la causalidad general.

 

  1. c) En contradicción con Schopenhauer:

 

1) que la ley de causalidad a priori es por sí misma irrefutable en la efectividad real, y conduce a la cosa en sí.

 

2) que la ley de causalidad a priori no impide reconocer todos los contextos causales.

 

3) que además la síntesis kantiana es indispensable.

 

De acuerdo con ello resulta original en mi teoría del conocimiento:

 

1) el espacio puntual (la pura capacidad de reconocer la extensión).

 

2) el tiempo puntual.

 

3) la materia como forma del entendimiento.

 

4) la correcta explicación de la sustancia.

 

5) la correcta explicación de la causalidad kantiana.

 

6) la correcta explicación del intercambio de efectos.

 

En lo referente a ello, he aquí los resultados:

 

1) que la ley de causalidad conduce a la cosa en sí.

 

2) que la cosa en sí posee extensión, que no es idéntica al espacio.

 

3) que la cosa en sí posee movimiento, que no es idéntico al tiempo.

 

4) el punto de movimiento de la cosa en sí.

 

5) la efectividad real de una cosa en sí sobre otra cosa en sí.

 

6) el contexto dinámico.

 

Como resultado principal de mi teoría del conocimiento se observa:

 

1) que la materia subjetiva (la sustancia relativa) separa a la cosa en sí de su manifestación (entonces, que la cosa en sí no es la materia, como enseñaba Locke).

 

2) que la cosa en sí es una pura fuerza individual en movimiento.

 

La investigación de la experiencia interna confirma ampliamente la gran doctrina de Schopenhauer:

 

que la cosa en sí es la voluntad de vivir desprovista de conocimiento.

 

Por otra parte, ella se encuentra en contradicción con el resultado final de la filosofía schopenhaueriana:

 

que la cosa en sí es voluntad de vivir individual que dispone de un único producto: el movimiento.

 

Progresivamente hemos de reconocer cada vez un poco más que este importantísimo resultado, es decir, la estricta separación de la cosa en sí de las formas de conocimiento y la determinación de la cosa en sí como voluntad de vivir individual en movimiento, ha de reformar las ciencias naturales desde sus fundamentos. Si a partir de ahora los investigadores de la naturaleza abandonan la vía puramente empírica y se dignan a situarse en un punto de vista más elevado para poder obtener resultados, verán que siempre oscilaron en torno a lo más erróneo de las formas subjetivas: infinitud, infinita fraccionabilidad, etc. y lo más erróneo de la metafísica: género, fuerzas naturales autónomas, etc. y que ello los ha conducido al error. La cosa en sí individual, cuya esencia es en definitiva una cosa de una determinada intensidad y una determinada dirección, espanta a todos los espectros y libera el camino a la verdad.

Con este único principio corroborado desde afuera y desde adentro, con este hecho de la experiencia interna y externa: con la voluntad de vivir individual en movimiento he iniciado la fundamentación de la naturaleza.

He hallado:

 

1) que la irritabilidad y la sensibilidad son acciones de las partes de una parte escindida de la voluntad, o dicho objetivamente: que los nervios y músculos son factores del movimiento.

 

2) que la sangre es auténtica voluntad no escindida, un daimón carente de conocimiento, además, instinto desprovisto de conocimiento.

 

3) que la voluntad en sus niveles superiores se manifiesta en cualidades.

 

4) que los estados han de diferenciarse de las cualidades.

 

5) que todos los estados de una voluntad son modalidades de un estado normal.

 

6) la ley del debilitamiento de la fuerza.

 

Esta gran ley se encuentra en contradicción con la ley de la conservación de la fuerza que aún se sostiene. Reconfortado les lego el tiempo de bloquear a aquella y de otorgar validez general a ésta. Tempo è galant’ uomo. (El tiempo es un hombre galante).

En la estética principalmente he corroborado:

 

1) que esta ciencia en sí misma atañe a los estados de la voluntad.

 

2) que el fundamento de lo bello es el movimiento armónico.

 

3) que lo subjetivamente bello se halla asentado firmemente en la parte a priori de nuestra disposición al conocimiento.

 

Además determiné con precisión

 

la naturaleza de lo subjetivamente bello en todas sus ramificaciones.

 

En la ética corroboré:

 

que ella atañe por un lado al egoísmo (a la voluntad individual) y por otro lado a la marcha de la humanidad del ser hacia el no ser, oponiéndose

 

  1. a) a Kant que sostuvo como posible una acción sin motivo, y debió hallar asilo en un Dios externo al mundo.

 

  1. b) a Schopenhauer que erigió como criterio de una acción moral a la ausencia de cualquier motivación egoísta y no reconoció ningún desarrollo del mundo.

 

En la política he establecido:

 

1) la principal ley histórica: la ley del padecimiento (una modificación de la ley del debilitamiento de la fuerza).

 

2) la prueba de que la humanidad marcha hacia la muerte absoluta.

 

Finalmente en la metafísica he hallado:

 

1) que la totalidad del mundo se mueve del ser hacia el no ser, y de hecho lo hace hacia la nada absoluta, es decir, que no se hunde en una potencia carente de conciencia.

 

2) que el movimiento de todos los seres no es la voluntad de vivir, sino la voluntad de morir.

 

Partiendo de la voluntad de vivir schopenhaueriana arribé entonces a la voluntad de morir como resultado final, es decir, cargado sobre los hombros de Schopenhauer me proyecté hacia una perspectiva en la que nadie antes de mí se había situado.

Si la resumo aquí, mi filosofía es la conciliación del realismo con el idealismo crítico de Kant, o el auténtico idealismo trascendental que le concede a las cosas su realidad empírica y sólo las emplaza como fenómenos por medio de la materia (sustancia).

Con mi filosofía he asumido la lucha:

 

1) contra la psicología dominante.

 

2) contra el pensamiento formativo dominante en las ciencias naturales (la doctrina newtoniana del color, la teoría del movimiento de los cuerpos celestes, el materialismo, el atomismo, la ley de la conservación de la fuerza, la transferencia de la esencia de las formas ideales a las fuerzas, la doctrina metafísica de los géneros, la criminal transferencia de la naturaleza de las formas subjetivas a la cosa en sí (la infinitud de la totalidad del mundo).

 

3) contra la estética dominante (teísmo o absolutismo hegeliano como pilar fundamental de la estética).

 

4) contra la ética dominante (teología moral, derecho natural ético, doctrina del deber).

 

5) contra la constitución fundamental del estado.

 

6) contra la religión dominante y contra todos los pensamientos doctrinarios de la filosofía.

 

Todos esos oponentes son gigantes, algunos de ellos tienen siglos de edad y su fuerza se ha incrementado casi hasta la omnipotencia gracias al hábito.

Aún me encuentro sólo aquí, pero detrás de mí se sitúa la humanidad sedienta de redención que habrá de unirse a mí, y por delante de mí se halla el claro y brillante oriente del futuro. Observo embriagado el amanecer y los primeros rayos de un astro que se eleva y que es propio de una nueva era, y me invade la certeza de una victoria.