“… después de Duchamp ser un artista
tiene más que ver con un estilo de vida y actitud
que con realizar algún producto”
Ai Weiwei
Por Verónica Parselis
Desde el 2 de diciembre del 2017 hasta el 2 de abril del 2018, Fundación Proa presenta la muestra de Ai Weiwei, Inoculación. Se trata del trabajo de uno de los artistas contemporáneos más influyentes y conocidos en el mundo entero, sin embargo en su China natal no se puede mencionar su nombre. Ferviente admirador de Marcel Duchamp, sus obras manifiestan el espíritu de los readymades: un abordaje cerebral del arte que rompe con la pintura retiniana. Su práctica artística fomenta el uso de materiales preexistentes o “útiles” (bancos, bicicletas, piezas de Lego) a lo que se une una mirada más madura -aunque no menos escandalosa- consistente en la exploración de material arqueológico y ligado a la tradición del arte Chino, silenciado por la Revolución Cultural.
Activista y artista site-specific, viajó a Buenos Aires para preparar su exhibición unos meses antes. Recorrió el barrio de La Boca, el Parque de la memoria, la Villa 31 y el Riachuelo, en una barcaza. Ai se deja atravesar por el entorno, la sociedad en la que vive y las estructuras sociales que explora. Admirador de Franz Kafka y de la literatura en general busca revelar las circunstancias horroríficas de la existencia, de modo metafórico y arquitectónico.
“Ser un artista, es entrar en acción y ser un visionario. Es pensar cómo llevar a cabo un evento, y el evento para mí en definitiva es histórico, con la intención de dejar una marca en la historia” – afirma el artista, en parte influenciado por su formación en cine. En su instalación “Semillas de girasol” (exhibida en el primer piso) es posible encontrar una enorme alfombra de semillas hechas en porcelana, pintadas a mano, todas distintas y aparentemente iguales (como la humanidad misma). Para su elaboración empleó 1600 mujeres de la ciudad china de Jingdezhen que realizaron cien millones de réplicas en cerámica de semillas de girasol. Estas semillas nos hacen presentes a las silenciosas mujeres de la sociedad china y de la producción en serie. Pero, al mismo tiempo, significa una transformación social al brindar trabajo a este tradicional pueblo, volviendo protagónico el quehacer artesanal de la porcelana que tiende a desaparecer.
También con la instalación “Ley del viaje (prototipo B)” Ai busca retratar de modo dramático la situación de nuestro tiempo. Un bote inflable negro con figuras a gran escala, también negras, representan el contacto entre los refugiados y las costas europeas. Weiwei no es indiferente a la incertidumbre y la crisis humanitaria de Occidente. Su preocupación por el nexo entre lo contemporáneo y la tradición se refuerza con una suerte de empapelado con guardas que rodea toda la obra: con una estética similar a la de la cerámica griega se ilustran escenas vinculadas a las injusticias y a las experiencias vitales límite de nuestra época. Una Odisea donde Diké naufraga en el mar intentado alcanzar tierra firme.
En otras propuestas, sus obras vuelven ícono el paso por la prisión y la falta de libertad. Para simbolizar el poder del estado sobre los ciudadanos, realiza esposas de madera y una cámara de vigilancia de mármol: la nueva materia vuelve perenne y significante al objeto funcional y oprimente.
Un punto nodal para acercarse a la producción de este artista es comprender que él interpreta con ojo crítico las culturas china y occidental al mismo tiempo. Vivió el impacto de la Revolución Cultural de Mao Tse-Tung en primera persona, pasó su infancia en un campo de trabajo forzado junto a su padre, poeta disidente. En su juventud se trasladó a Estados Unidos, volvió a China, estuvo preso y prohibido, y finalmente logró el reconocimiento internacional consolidándose en la escena con su participación en bienales internacionales. El uso de las redes sociales favoreció la difusión de sus ideas y su protagonismo en el mundo globalizado.
Artista discutido y controversial pone en evidencia las contradicciones propias del arte actual, consecuencia de las interacciones entre el mercado, la independencia, el uso de medios tecnológicos, el consumo, las relaciones entre tradición y ruptura, entre lo local y lo global. Contradicciones que encarna, asimismo, el Barrio de La Boca, donde podemos visitar esta muestra como una gélida incisión en nuestro ardiente verano porteño.