Noveno ensayo
El socialismo práctico
Traducción Ezequiel Jorge Carranza
Dedicado a los trabajadores alemanes
La luz del cielo no se dispersa,
ni se tapa la salida del sol
ni con un manto púrpura, ni con capuchas oscuras,
a los albigenses le siguen los husitas
y se vengan en forma sangrienta por lo que aquellos padecieron.
Después de Hus y Zizka vienen Lutero y von Hutten,
los treinta años, la pelea en las Cevenas,
la toma de la Bastilla y así sucesivamente. (Lenau).
Tres discursos a los trabajadores alemanes:
I- La imagen del carácter de Ferdinand Lassalle
II- La tarea social del presente
III- La ley divina y la ley humana
Si me envolviese un tanto más el soplo del Espíritu Santo: una asfixiante compasión por los hombres, de modo que desde mi pacífica soledad en la que soy indeciblemente feliz me viese arrojado hacia afuera, al mundo, del mismo modo en que aquél ha captado e impulsado a Buda, a Cristo, y en el profundo poema, a Perceval, habría de brindarles a los trabajadores alemanes los tres siguientes discursos. (28 de febrero de 1876[1]).
Primer discurso
La imagen del carácter de Ferdinand Lassalle
Son confundidos por los partidarios la simpatía y el odio,
en la historia tambalea la imagen de su carácter. (Schiller).
Ya hoy he sido convalidado frente a todos los hombres
serios de ciencia, y sin dudas algún día seré convalidado
frente a la historia. (Lassalle).
¡Trabajadores alemanes!
Desde siempre ha sido así, trabajadores alemanes, y mientras vosotros debido a vuestros pesados trabajos no tengáis tiempo para extraerlo de las obras que tratan sobre historia, debéis creerlo de boca de vuestros amigos ilustrados, que no solamente la imagen del carácter de un tribunal popular cuya total existencia se oriente al mejoramiento de vuestra situación sería intensamente revolcada de aquí a allá por los arcos de los partidos, y por largo tiempo no podría hallar un lugar seguro por encima de la humanidad, sino además su doctrina tampoco podría mantenerse en su perfecta pureza. Si desapareciese del escenario del mundo, de inmediato habrían de arrojarse sobre las huellas dejadas en sus días sobre la tierra trabajadores y desocupados de todas las regiones de la rosa de los vientos; y uno hallaría esto, otro aquello; uno le imprimiría a la doctrina este sentido, algún otro aquél sentido distinto, y la doctrina se descompondría en opiniones sobre la doctrina. En lugar de un principio unitario que ha sido emanado de un alma brillante e inmensa aparece una variedad de configuraciones de ese principio único que jamás cubre su contenido: sólo dan vueltas en torno a su centro.
Pero, trabajadores alemanes, también siempre ha sido así que el fuego que ha emanado de un corazón entusiasta y la luz que ha emanado de una mente esclarecida han sobrevivido serenamente, mientras que las más equivocadas de las opiniones doctrinarias, en forma más o menos animosa, han bailoteado en torno a ello, y que siempre a su debido tiempo se ha acercado un legítimo sucesor en el cargo de sacerdote y ha hecho más flamante la llama y más luminosa la luz.
Pues mientras los guardianes son mortales, el espíritu de la verdad es inmortal. De hecho, en la ciencia principalmente no se trata de una creación a partir de la nada, no de un repentino aparecer primigenio de la luz en medio de la noche, sino de continuar la creación, de continuar la formación de la verdad presente desde el comienzo de la humanidad, a fin de purificar y transmitir esa verdad.
Así Lassalle no ha generado el movimiento social, no lo ha inventado; pues el movimiento social es idéntico al movimiento político y éste es nuevamente idéntico al movimiento de la humanidad, y vosotros observaréis que el movimiento de la humanidad ha comenzado en el momento en que surgieron los primeros hombres.
Pero Lassalle ha dado una clara expresión a ese movimiento tal como se desarrollaba en aquel período de tiempo, ha llevado a los trabajadores de su tiempo a tomar conciencia, y por medio de ello, en primer lugar, ha acelerado diez veces su tiempo, y luego ha revelado su propósito; y por eso, trabajadores alemanes, uno puede hablar de un movimiento social alemán convocado por Lassalle, aún cuando, como repito, se trata de un solo movimiento social desde el comienzo mismo de la humanidad hasta su final.
Gracias a Lassalle tenemos un movimiento social alemán totalmente específico que porta la fuerte marca de su poderoso espíritu y que en el mundo ya no ha de surgir otro, pero que solamente puede ser exitoso si es continuado en el mismo sentido que le imprimió su iniciador. Para llevaros rápidamente al punto que tengo en vistas os digo: el propósito de este discurso de hecho es lograr apartaos de quienes están más equivocados y reconduciros al espíritu de Lassalle; luego hacer por medio de este espíritu que os repleguéis en vuestra interioridad, y finalmente engendrar dentro de vosotros el entusiasmo al valernos de un nuevo propósito; es decir, a través de vosotros darle nuevamente al movimiento social alemán un tiempo diez veces más acelerado.
Además, habrá de resultar claro qué posición asumo respecto al movimiento específicamente alemán, y también el punto en el que este movimiento desemboca en el movimiento general de la humanidad.
Pero en una forma muy general quiero ahora presentaros mi posición valiéndome de palabras de Lassalle:
No he venido a hablaros por la boca, sino en cuanto que soy un hombre libre he venido a deciros toda la verdad sin adornos, allí donde resulte necesaria, incluso sin miramientos. (Libro de lectura del trabajador, 4).
Entonces hemos de sumergirnos de inmediato en el espíritu de la agitación de Lassalle. A medida que lo hagamos, hemos de obtener una auténtica imagen del carácter del gran tribuno, es decir, la imagen del agitador y no la de su vida privada, que a la historia en absoluto puede interesarle. Si en su vida privada Lassalle besó a cien muchachas, o a una, o a ninguna, si contaba con ingresos de mil o cien mil táleros, si era jugador o no, si tenía ilusiones o no, si la bala de su oponente alcanzó su pecho o su espalda; todas estas cuestiones no pueden ni deben interesarnos. Lo único que puede y debe interesarnos es cómo este hombre, llevando ropas de sacerdote, logró ver la verdad y cómo protegió el fuego sagrado de esa verdad.
Hemos de considerar entonces:
1) El convencimiento de Lassalle, su fundamento, con el cual surgió y cayó.
2) El sentido práctico de Lassalle, la esencia de su actividad de agitador.
3) El significado histórico de Lassalle, el lugar que supo ganar entre los grandes muertos de la humanidad.
¡Trabajadores alemanes! No puede haber otro hombre tan pleno de espíritu en sus actividades, sólo él pudo mostrarse en la vida cotidiana tan chistoso, ocurrente y significativo: jamás ha de ser más pleno de espíritu y significativo que en sus obras; pues cuando procedió a redactar las mismas concentró a un mismo tiempo su espíritu y aquello que depositó en estas, fue la quinta esencia la mejor parte de su ser.
Así debemos detenernos en los escritos de Lassalle a fin de poder recibir del hombre el convencimiento, la prueba científica.
Como él mismo afirmaba, se había dedicado a estudiar:
En un impulso propio de Fausto con el más manso y serio esfuerzo desde la filosofía de los griegos y el derecho romano, pasando por las más diversas áreas de las ciencias históricas, hasta llegar a la moderna economía nacional y a la estadística. (El impuesto indirecto, 135).
Y con pleno conocimiento de cada línea que ha escrito, puedo expedir el certificado de que a ningún talento jamás le ha resultado ni jamás habrá de resultarle mejor que a él la asimilación de la cultura total de su época. No se trataba de una alabanza de gloria cuando proclamó orgullosamente:
Al escribir cada línea me encuentro armado con la cultura total de mi siglo. (Capital y trabajo, 241).
Pudo afirmarlo. Fue un gran talento y al mismo tiempo una persona formada, en el más estricto sentido del término. No tenía alas propias, pero se había aferrado con una energía salvaje a las alas de los genios y ellas pudieron llevarlo a las alturas de la ciencia. Allí obtuvo un panorama casi completo de las relaciones reales de la humanidad, y ¿cuál fue el primer resultado de esa contemplación?
Trabajadores alemanes, atended bien a mi respuesta, puede ser que ella arda en vuestros corazones: la primera mirada lo regresó a la tierra en que se situaba su cuna. Se sintió alemán, en su corazón se encendió el amor a la patria, y desde todos los poros de su ser sopló ardiente la llama del amor a Alemania.
Considero este hecho como extraordinariamente importante, no solamente para el propósito de obtener una clara y correcta imagen del carácter de Lassalle, sino también para toda la vida posterior de la nación alemana, de la que me ocuparé más detalladamente de lo que me permite el marco de esta exposición. Prefiero recortar todo lo otro antes que ser muy breve aquí.
Como vosotros sabéis, en el año 1848 los franceses lucharon por la república y los alemanes por la unidad nacional. Mientras que en Francia se manifestó la moderna cuestión social muy claramente sobre la superficie de la imagen de la revolución, en Alemania solamente se podía observar el reclamo por la unidad nacional entre todo el torrente de gente excitada. De hecho, se creyó que la unidad por sí misma iba a traer consigo todo lo demás: libertad, igualdad y fraternidad. Lassalle, como todo alemán cuyo corazón se encontraba en el lado correcto, tomó parte en la revolución. El ideal del joven de veintitrés años era precisamente la unidad alemana, y con todo el entusiasmo espontáneo y cálido de un joven, pero también con toda la falta de claridad y la inmadurez de un joven, se entregó a esta guerra santa.
La reacción lo alcanzó, lo castigó, y la consecuencia de ello fue la total entrega de este joven muchacho a su “impulso de Fausto”. Estudió y estudió con la ardiente sed de conocimientos de un judío, no necesito decir más. Ya os he dicho con sus propias palabras qué estudió. El fruto de sus estudios fueron muy significativas obras científicas: El sistema del derecho adquirido y Heráclito, el oscuro de Éfeso. En estas obras muestra todas las finas propiedades espirituales de su compañeros de credo en la más sorpendente realización.
A quien revisa con precisión estas obras, a pesar de su naturaleza teórica, ya se le proyecta con mucha claridad la imagen del posterior hombre del pueblo.
¡Trabajadores alemanes! A quien con seriedad profundiza en las huellas de los grandes héroes del espíritu dentro del género humano le irá bien, bien como a los dioses, que también siempre han de considerarse como una huella a seguir; pues, por encima de todas las huellas presentes, el genio de la humanidad, la verdad, ha prometido sus bendiciones, a todos ha de salvar. Pero para cada determinado individuo humano existe una huella, una única, cuya contemplación lo conmueve hasta lo más íntimo de su alma. ¿Por qué? El individuo contempla en esa huella a su propia imagen, la huella es al mismo tiempo la conformación del núcleo más íntimo de su esencia; el ojo se ve a sí mismo en ese momento: la dicha se apodera del alma, se ha hallado a sí misma.
¿Qué huella había seguido Lassalle en forma magnética? ¿Qué gran personaje ya fallecido había superado a todos los otros genios de todos los tiempos y había arrojado destellos de fuego al corazón de Lassalle? Fue un alemán, una joya de nuestra nación, el más genial de los políticos con formación filosófica de todos los tiempos: Johann Gottlieb Fichte.
Trabajadores alemanes, que este nombre sea extraño para la mayoría de vosotros, y quizás para todos vosotros, que hoy por primera vez resuene este nombre para la mayoría de vosotros, y quizás para todos vosotros, que todos vosotros os encontréis distanciados de la vida espiritual de este caballero alemán llamado Fichte; observad, trabajadores alemanes, todo esto es aquello que me expulsa de mi dichosa soledad, que me impulsa a estar entre vosotros. Os encontráis desheredados, desheredados en el modo más horrible y dañino: no conocéis a los héroes espirituales de vuestra nación.
No tener champaña, no contar con ningún caballo de monta ni con un carruaje, no poseer ni diamantes ni perlas, no ser propietarios de castillos ni mansiones: esto no es ser desheredado ni caer en desgracia; pero estar distanciado de las artes y de las ciencias, tener una conciencia apenas más clara que la de un animal debido a un total adelgazamiento del alma, vivir en la fría y desierta noche del desconocimiento, todo esto es estar desheredado, trabajadores alemanes, y despierta una asfixiante compasión hacia vosotros en una naturaleza más noble, que no halla descanso ni de día ni de noche, hasta que sus finas manos se posan en las vuestras, llenas de callos, hasta que la paz exterior, la bonanza externa y el sosiego exterior sea ofrendado completamente a vosotros.
Entonces fue Fichte quien captó a Lassalle, lo captó por completo; y Lassalle permaneció en los brazos de Fichte, hasta que lo alcanzó una bala mortal y extinguió una vida de las más significativas, la vida de un auténtico alemán, de religión judía.
Y ahora quiero presentaros un pasaje de las obras de Lassalle que muestra rasgos del más ferviente, luminoso y razonable patriotismo de un caballero alemán, aquello en lo que se había convertido el ferviente pero poco claro patriotismo de un joven de veintitrés años.
La guerra de Napoleón contra Austria se desató en el año 1859, y Prusia se armó, a fin de eventualmente tomar partido por Austria, en contra de Francia.
Entonces había llegado el tiempo para un maduro político, para el político alemán llamado Lassalle, y presentó en los círculos más ilustrados de Alemania un escrito que llevaba el siguiente título “La guerra italiana y la tarea de Prusia”, un escrito que por derecho propio captó la mayor atención. ¡Qué clara concatenación de pensamientos, qué juicio maduro sobre cuestiones políticas, qué luminosa presentación!
De este escrito nos interesan aquí las siguientes dos citas:
¡Ay de la democracia, si alguna vez separa sus principios de la política! No es propio de ella cómo en los gabinetes se ha hecho concesiones a la política de las circunstancias, de los medios de información, de la ruptura con los principios. Su monstruoso poder, pero también toda su capacidad de existencia, atañe a la política de los principios, a la lealtad con que éste se mantiene en ella. (24).
La segunda cita dice:
El principio de la democracia halla su sustento y su fuente de vida en el principio de la libertad de nacionalidades. Sin éste se afirma en el aire. Este principio tolera una única limitación, que se trata precisamente de una limitación y no de una excepción ya que emana del mismo concepto a partir del cual el principio de nacionalidad encuentra su justificación. El principio de las nacionalidades se arraiga en el derecho del espíritu del pueblo a su propio desarrollo histórico y a su autorrealización. (8).
¡Trabajadores alemanes! Estas citas son extraordinariamente importantes para poder considerar el convencimiento de Lassalle. En la primera cita Lassalle afirma que la democracia surge y cae con su propio principio, es decir con su firme fundamentación; y en la segunda cita esta fundamentación es situada en la libertad de nacionalidades, en el derecho del espíritu del pueblo a su propio desarrollo histórico.
¿Y qué significa esto dicho con otras palabras, trabajadores alemanes? Por un lado quiere decir: ¡Ay de los miserables, que se proyectan por encima de su patria y proclaman un patético cosmopolitismo, traicionando a la patria por una descuidada, débil y espantosa suerte de totalidad del mundo! Y por otro lado quiere decir: ¡Entrégate al espíritu de tu pueblo, entrégate al desarrollo histórico de la nación a la que perteneces, con toda la fuerza de tu alma!
Trabajadores alemanes, estad atentos a la advertencia de vuestro gran amigo ya fallecido que en esta reunión muy ciertamente se halla presente, ya que al menos en uno de nosotros ha tenido lugar su resurrección, estad atentos a la advertencia de Lassalle:
Quien no se afirma en el suelo patrio, en la tierra santa de su nación, es un miserable, un muchacho indigno e insensato.
Habían pasado tres años. Entonces llegó el momento en la vida de nuestro amigo en que todo su corazón pudo derramar en todo el mundo su placentera dicha, su agradecimiento entusiasta. Lassalle celebró a su gran maestro Fichte frente al florecimiento espiritual de Berlín con un dinámico himno.
¡Trabajadores alemanes! Quien frente a su maestro es un malagradecido se trata de un canalla. Si uno no piensa con agradecimiento en el hombre que, sólo digamos, le ha enseñado a leer y a escribir, se trata de un canalla. Según ello medíos vosotros mismos y a vuestros conocidos. El cargo de maestro, incluso en su menos brillante y más modesta forma de cargo de maestro en una escuela de pueblo, es el cargo más noble. ¡No olvidéis esto, trabajadores alemanes! ¡Quitaos el sombrero ante vuestros maestros!
En este bello discurso Lassalle arroja la pregunta:
¿Qué convierte a un hombre en un gran hombre?
Responde a la pregunta con las siguientes palabras:
Solamente una cosa: que condense dentro de sí en un punto candente al espíritu de la nación a la que pertenece y que incluso a través de esta condensación lo conduzca de algún modo a su expresión más pura y hacia la continuidad de su desarrollo; que de este modo el mismísimo espíritu nacional realice de alguna forma en ese hombre su más clara acción de hacerse visible al derramarse en una determinada individualidad y complete en sí mismo su propia actividad. (5).
Luego le alcanzó a Fichte esa corona:
Aquí en Berlín Fichte arrojó en contra del conquistador extranjero esas llamas de pensamiento que aún hoy penetran con un fuego sagrado en el pecho de algunos de todos los alemanes que no han dejado morir el entusiasmo. Aquí, en esta ciudad, sostuvo aquel discurso a la nación alemana que es uno de los más potentes monumentos a la gloria de nuestro pueblo, superando con amplitud tanto en profundidad como en fuerza a todo aquello que nos ha sido transmitido dentro de este género en la literatura de todos los tiempos y de todos los pueblos.
Aquí en esta ciudad sostuvo ese discurso de 1808, en un tiempo en que todos cobardes y atemorizados se sometían al señor del mundo, mientras sólo él se resistía, sosteniendo entre sus manos el rayo del pensamiento, la mirada firmemente orientada hacia lo eterno y burlándose de todos los peligros de una empresa que, como él mismo dijo, desde el principio “comenzó con el peligro de muerte”.
De ese modo se erigió allí, ¡un triunfo eterno de la grandeza de costumbres de un filósofo auténtico! (23).
Dijo transitando muy cerca de la filosofía popular de Fichte:
Pero siendo que Fichte comprendió la economía del desarrollo de la historia universal de modo que cada espíritu de un pueblo posee una especial función necesaria en ella, entonces no nos queda aquí nada más inmediato que la siguiente pregunta: ¿cuál es la misión que él mismo nos asigna a nosotros, al pueblo alemán? (26).
Y la respuesta a esta cuestión, generada a partir de las obras de Fichte, dice:
Nuestro pecho ha de inflarse con un orgullo dichoso, si bien no inmediatamente libre de asombro, al oír que de acuerdo con ello el pueblo alemán no solamente sea un momento necesario en el desarrollo del divino plan universal, al igual que todos los demás, sino que sea precisamente aquél que en soledad porte el concepto sobre el cual, según Fichte, el reino del futuro, el reino de la libertad perfecta, ha de ser edificado, y sólo gracias al cual puede ocurrir el nacimiento de este reino y de esta época universal.
Pero, ¿cuál era la condición previa de este reino del futuro, el reino de la libertad perfecta? Era el suelo para ese reino, su territorio, los estados de su existencia, o dicho con otras palabras: la unidad alemana.
Por eso Lassalle concluye su discurso con las siguientes palabras:
En el día en que todas las campanas sonando hayan de anunciar la encarnación de este espíritu, la fiesta del nacimiento del estado alemán, en ese día también hemos de celebrar la verdadera fiesta de Fichte, el enlace de su espíritu con la realidad.
¡Trabajadores alemanes! En esto que os he comunicado podéis haber hallado la confirmación del amor a la patria de Lassalle. En los tres años que entonces habían transcurrido se había vuelto aún más profundo y claro. Se puede decir que, al igual que un ciervo clama por agua fresca, el corazón de Lassalle se encendía por la unidad alemana.
Tal como Moisés solamente pudo ver la tierra prometida desde lejos, como Fichte sólo vio en sueños la luminosa forma de las tribus alemanas reunidas, así también Lassalle sólo pudo sentir el reflejo en el aire de su corazón patriota.
¡Trabajadores alemanes! Somos más afortunados. Nos encontramos sobre el suelo sobre el cual solamente puede ser edificado el reino del futuro, el reino de la nación alemana.
Y nuevamente os advierto en nombre de Lassalle, pero esta vez no bajo la forma de una amenaza contra la traición a la patria, sino bajo la forma de una exhortación al amor a la patria.
Por medio de vuestro desgarrador amor a Alemania, solamente a Alemania, trabajadores alemanes, construiréis el reino del futuro para toda la humanidad.
Debéis guardar estas palabras en vuestros corazones. Repetidlas entre vosotros mañanas y tardes, repetidlas entre vosotros por horas. Solamente cuando vosotros logréis ser alemanes con toda el alma y en forma exclusiva, liberaréis a la humanidad.
Así habló el mayor filósofo político de Alemania, Fichte; así habló su mejor alumno, Lassalle.
¿Quién ha conseguido la unificación de Alemania? El pueblo alemán se la ha brindado para sí, sin la más mínima ayuda externa, sólo con la fuerza de sus brazos. Vosotros y vuestros hermanos en las posiciones superiores la han conseguido; todo el pueblo alemán y su líder la han conseguido.
Y del mismo modo en que vosotros primero habéis ayudado de una manera destacada a establecer el territorio para un estado alemán, también de una manera destacada sois convocados a erigir sobre este suelo obtenido con gloria el templo del mañana. Debéis guardar esto en vuestros corazones, trabajadores alemanes; jamás debéis apartarlo de vuestra memoria.
Así hemos fijado el primer rasgo en la imagen del carácter de Lassalle. En Lassalle cada pulgada era un patriota alemán, cada fibra de su corazón, cada nervio de su cerebro era un patriota alemán.
Orientad vuestra mirada a ese primer rasgo, trabajadores alemanes, y en la medida en que con labios sedientos os prendáis de él, seréis dignos de elogio: patriotas alemanes y sólo debéis ser alemanes; ya que solamente en cuanto seáis alemanes podréis actuar a favor de la humanidad, no como simples cosmopolitas, no como poco profundos y sosos soñadores para un rebaño con un pastor en un momento determinado en que los pueblos se chocan entre sí, y se rozan del mismo modo que las placas de hielo en una corriente desencadenada.
He de referirme a la actividad de agitador de Lassalle.
Trabajadores alemanes, ¿qué tenéis vosotros a bien como un signo de un gran desempeño teórico y qué como uno de un gran desempeño práctico? Pero ha de ser un tanto mejor plantear la cuestión de un modo más concreto y objetivo.
Pensad, si la máquina de vapor no fuese un motor de nuestra vida industrializada, si ella solamente fuese un puro desarrollo teórico plasmado en el papel por su inventor. ¿Cómo habriáis de caracterizar a ese desempeño si su inventor sencillamente lo hubiese pensado para una determinada rama de la actividad laboral pero se hubiese resistido a utilizarlo en cada fábrica y en las vías de transporte acuáticas y terrestres? Habríais de caracterizarlo como algo pequeño. Por otra parte, ¿si él accede a todo aquello para lo cual su invención puede emplearse, cómo habríais de caracterizar a ese desempeño? Habríais de caracterizarlo como algo grande.
Pensad ahora que el inventor pretende traducir su desempeño teórico a la práctica. Por sí solo y a un mismo tiempo se vuelca a ese propósito con locomotoras, barcos de vapor y máquinas de vapor para todos los usos posibles, ¿cómo habríais de caracterizar a ese desempeño práctico? ¿Cómo algo grande o pequeño? Como algo pequeño, ya que habría de fraccionar su fuerza, llegando de centésimas a milésimas, su espíritu se encontraría confundido y no terminaría ninguna máquina. Pero si aquél primero completase una máquina con todas sus fuerzas, ¿cómo habríais de caracterizar a ese desempeño? Habríais de caracterizarlo como eminentemente práctico.
Así podéis verlo: el ámbito teórico posee leyes muy distintas de las del ámbito práctico. Aquello que en uno está permitido en el otro está prohibido, o dicho con otras palabras: en el ámbito teórico uno debe ser expansivo, por otra parte, en el teórico se ha de ser contractivo; en el ámbito teórico uno ha de rendir tanto mejor cuando se consideren más perspectivas y más amplia sea su mirada, por otro lado, en el ámbito práctico es tanto mejor cuando más unitaria es la perspectiva y más concentrada la mirada, cuando más se limita y toda la fuerza es concentrada en un punto.
Esto que os he desarrollado es resumido de forma insuperable por Lassalle en la siguiente cita:
Un desarrollo teórico es tanto mejor cuando de una forma más completa obtiene todas las consecuencias de los principios desarrollados por él, incluso las últimas y más remotas.
Contrariamente una agitación práctica es tanto más poderosa cuando más se concentra en el primer punto del cual deriva todo lo demás. (Capital y trabajo, 212).
Esta cita también siguió siendo un norte para Lassalle, hasta su muerte.
Ahora consideremos su actividad en el ámbito puramente político.
Ya en su escrito “La guerra italiana” no se dio el caso de que, por ejemplo, se haya subido a un globo aerostático y observado a Europa desde la perspectiva de un pájaro, sino tomó ante sí la federación alemana, del mismo modo que un anatomista lo hace con un cadáver, seccionó su cuerpo y señaló con un dedo firme el sitio en el cual Alemania estaba enferma. De la parte saludable no se ocupó en absoluto. Tampoco se preguntó como el pequeño-burgués en lo habitual asolado por miles de temores: ¿pero Rusia?, ¿pero Inglaterra?, ¿pero América?, ¿pero Francia?, ¿pero Austria?, sino que sencillamente afirmó: Prusia debe hacer esto, pase lo que pase.
Haz solamente lo justo en tus asuntos
lo demás ha de hacerse por sí mismo. (Goethe).
En referencia a la enfermedad de la federación alemana, al dualismo de Prusia y Austria, escribió:
Las formas políticas no pueden ser adheridas en forma caprichosa como si fuesen etiquetas en botellas de vino. Las formas políticas no son más que la expresión necesaria y peculiar que se brinda la situación real y efectiva. Todo estado de cosas se forma por sí mismo, obtiene de acuerdo consigo mismo la forma que le es peculiar, que se corresponde consigo con la fuerza de la lógica y la necesidad. (27).
Y en referencia a la curación de la enfermedad escribió:
Con el desmembramiento de Austria resalta por sí misma la peculiaridad de Prusia, del mismo modo en que una cosa desaparece frente a su contrario. ¡Austria eliminada y Prusia y Alemania se corresponden mutuamente! El día en que Austria se desprenda de sus provincias no alemanas, el día en que Austria reduzca su población a 12.900.000 habitantes pertenecientes a la federación, y mediante ello pueda alcanzar una posición en la que no logre competir con Prusia en población, inteligencia y apariencia, el día en que Austria sencillamente se convierta en una provincia alemana, ese día no solamente serán devueltos a Alemania 12.900.000 habitantes que podrán entonces sentirse alemanes, ese día será superado el dualismo, y la unidad alemana, por medio de un ordenamiento jerárquico de sus estados que sea real, podrá entonces alcanzar el más alto grado de realidad posible y volverse algo inevitable. (30).
¡Trabajadores alemanes! Observad aquí que Lassalle anhelaba el desmembramiento total de Austria. Puede parecer entonces que Lassalle en este punto haya sido un soñador, ya que actualmente tenemos un imperio alemán y a pesar de ello Austria sigue existiendo. Pero hallad consuelo, solamente parece eso.
Aquello que Lassalle quería era la aniquilación total del dualismo de Prusia y Austria. Pero creía que una guerra con Austria también traería la eliminación total de las lesiones cancerígenas en el cuerpo alemán y en ello estaba equivocado. Aunque era un error superficial. En las bases no estaba equivocado. Por medio de la guerra de 1866 el dualismo sólo fue reconducido a una forma más atenuada: sigue presente. Se podría decir que, gracias a la victoria de Prusia sobre Austria, la tuberculosis pulmonar de Alemania fue llevada a una cierta estabilidad. Pero el más mínimo resfrío puede provocar nuevamente una tuberculosis que ha de ser curada radicalmente sólo en los libres y salubres aires del auténtico imperio alemán, es decir, del imperio que también encierra dentro de sí a los estados alemanes de Austria.
De hecho ésta es la gran diferencia entre la política de gabinete y la política popular de miras amplias, que la primera ha de moverse en los estrechos marcos de las concesiones, de los aplazamientos, de las dudas, de las vacilaciones, etc., mientras que la segunda siempre se orienta libremente, en las alturas de los amplios intereses y puntos de vista políticos. Y precisamente por ello la democracia alemana a la que pertenecéis todos vosotros, trabajadores alemanes, se encuentra siempre aún bajo aquella exigencia de Lassalle eminentemente práctica: la aniquilación total del concepto estatal de Austria.
Dejad eso de una vez librado al desarrollo de los acontecimientos, que esa madura exigencia del pueblo alemán madure también en aquellos círculos en los que las grandes cuestiones políticas encuentran roces y choques, es decir, en los círculos diplomáticos. El desmembramiento de Austria es solamente una cuestión de tiempo, en primer lugar porque así como nosotros no podemos prescindir de los austríacos alemanes, también ellos mismos habrán de querer por sí mismos y necesariamente la unificación con Alemania; en segundo lugar, porque por medio del renacer de los eslavos del sur, es decir, gracias al ingreso de aquéllos a una forma de vida política autónoma y más elevada, la tarea cultural de Austria se ha de encontrar ya completa. En la nueva conformación del estado de cosas político, Hungría, como un estado autónomo, ha de encontrarse unida en lo más íntimo con Alemania, y nuestros pesares serán pesares húngaros y viceversa, y nuestras dichas serán dichas húngaras y viceversa.
Mantened firme entonces aquello que Lassalle dispuso en este sentido. Nuevamente quiero repetiros algo con otras palabras que salieron de su boca, ya que aquello que es en verdad necesario no puede ser repetido demasiadas veces:
En la conciencia más puramente alemana ha de ser dicho: el concepto estatal de Austria debe ser hecho jirones, despedazado, aniquilado, triturado. ¡Y sus cenizas deben ser esparcidas a los cuatro vientos! (30).
En un modo similar tampoco Lassalle se equivocó por completo cuando dijo:
En el día en que sea aniquilado ese estado peculiar que es Austria, a un mismo tiempo empalidecerán los colores en las barreras de Baviera, de Württemberg, etc. Ese día ha de ser constituida Alemania. Todo lo demás ha de darse por sí mismo, como algo que ocurre de acuerdo con la ley de la gravedad. (31).
Si la batalla de Königsgrätz (Sadowa) hubiese tenido como consecuencia la aniquilación total del dualismo de Austria y Prusia, también habrían desaparecido los distintos colores de las barreras dentro de Alemania. Por eso estas mismas habrán de desaparecer cuando haya sido suprimido por completo el dualismo. Habrá un día en que Austria y las barreras dentro de Alemania desaparezcan al mismo tiempo.
Con la misma mirada clara con la que Lassalle señaló la posición de Alemania en Europa, también determinó la relación entre la auténtica democracia alemana y la falsa democracia alemana.
En el proceso de explicación de los partidos políticos de Prusia en su tiempo supo proceder partiendo del gran principio práctico que Fichte había fijado:
que el medio político más violento es la expresión de aquello que es. (¿Entonces qué?, 35).
Las consecuencias de ello son éstas:
Toda gran acción política consiste en la expresión de aquello que es, y comienza con ello.
Toda mezquindad política consiste en el silenciamiento y en el disimulo de aquello que es. (Ibídem, 35).
Con estos grandes principios prácticos en sus manos, Lassalle explicó los partidos políticos de su patria.
Comenzó con la exigencia de constituir un auténtico partido democrático alemán. Entonces dijo:
Mucho mejor es escoger todos los elementos frescos a fin de constituir un frente grande y fuerte. (Libro de lectura del trabajador, 61).
Y figurándose de forma más concreta estos aspectos mejores, afirmó:
El estado de los trabajadores debe constituirse como un partido político autónomo, y hacer del derecho a un voto directo e igual para todos la solución principal y el bloque de este partido. La representación del estado de los trabajadores en el cuerpo legislativo de Alemania, sólo esto es aquello que puede satisfacer sus intereses legítimos en materia política. Por eso iniciar una agitación amistosa y legal, que se valga de todos los medios legales, es y debe ser el programa del partido de los trabajadores en materia política. (Respuestas escritas públicas, 7).
Ved, trabajadores alemanes, esa era una exigencia eminentemente práctica en el ámbito puramente político. Su éxito permanece aún desconocido. Vuestro partido fue constituido y ya no ha de desaparecer: solamente puede volverse cada vez más fuerte y masivo.
Advertid en ello, trabajadores alemanes, qué pensaba nuestro amigo ya fallecido sobre la posición del partido de los trabajadores frente al partido del progreso.
Por sí mismo resulta claro cómo debe comportarse este partido de los trabajadores frente al partido alemán del progreso.
Sentirse y constituirse ante todo como un partido autónomo y completamente separado de aquél, pero asimismo apoyar al partido del progreso en aquellos puntos y cuestiones en las que existe un interés común, darle la espalda con decisión y manifestarse en su contra siempre que se aleje de aquél, y así forzar al partido del progreso o bien a desarrollarse hacia adelante y superar su nivel de progreso, o a hundirse cada vez más profundamente en el pantano de la carencia de significación y de poder. (Ibídem, 7).
Retened con firmeza, con mucha firmeza, trabajadores alemanes, las expresiones de vuestro maestro:
Verdad y justicia incluso con los adversarios, y por sobre todo, ¡esto se debe inculcar muy profundamente al estado de los trabajadores! Es la primera obligación del hombre. (Ibídem, 10).
Entonces, ¿qué quería Lassalle en el ámbito interno puramente político? Sí, he de formular la pregunta mucho más allá de ello: ¿qué quería en el ámbito social-político?
Sólo quería, atended bien, trabajadores alemanes, sólo quería el derecho al voto universal y directo.
¡Una restricción digna de ser admirada! En la cabeza de este peculiar hombre se encontraba toda la cadena del desarrollo social, cuyo primer eslabón es de hecho el derecho al voto universal y directo, y cuyo último eslabón es el estado ideal, el sueño realizado de todos los buenos y justos: una cadena de una longitud imprevisible. ¿Y qué le dijo a los trabajadores alemanes, es decir, cuando consideró el fundamento práctico? Sólo dijo:
Que se organicen como una unión general de trabajadores con el propósito de una agitación sigilosa y pacífica, pero incansable e incesante, en búsqueda de la introducción del derecho al voto universal y directo en todos los estados alemanes. Desde el mismo instante en que esa unión sólo abarque a cien mil trabajadores alemanes se hará presente un poder con el que todos podrán contar. Comuniquen este clamor a cada taller, a cada pueblo, a cada hogar. Quiera ser que los trabajadores urbanos derramen sus expectativas más elevadas y su formación a los trabajadores rurales. Que discutan, debatan en todas partes, a diario, sin cesar, sin interrupciones, en el mismo modo que en aquella gran agitación inglesa en contra de la ley del cereal, en reuniones pacíficas y abiertas, como también en encuentros privados, la necesidad del derecho al voto universal y directo. Cuando el eco de sus voces se multiplique millones de veces, la impresión de la misma ha de tornarse más irresistible. (Respuestas escritas, 33).
¡Que repitan a diario, sin cansarse, lo mismo, de nuevo lo mismo, siempre lo mismo! Mientras más sea repetido, tanto más captará a su alrededor, tanto más violentamente incrementará su poder!
Todo arte de efectos prácticos consiste en concentrar toda la fuerza a cada momento en un punto, el punto más importante. ¡Sin mirar a la derecha, ni a la izquierda, quedarse mudo en todo aquello que no se llame derecho al voto universal y directo y que no esté en relación con ello y que no pueda conducir a ello!
¡Cuando en verdad este clamor haya alcanzado entre el 89 y el 96 por ciento de la población total que, como les he señalado, la constituyen las clases humildes y carentes de medios de la sociedad, entonces no podrán resistirse por mucho tiempo a sus deseos! El derecho al voto universal comprendido como una cuestión visceral por entre el 89 y el 96 por ciento de la población, y desde allí extendido por todo el cuerpo nacional con el mismo calor visceral, ¡despreocúpense por completo, señores míos, no existe poder que se les pueda resistir mucho tiempo! (Ibídem, 35).
Observad también allí, trabajadores alemanes, cómo se figuraba Lassalle la esencia de una verdadera y genuina agitación, y os pido de todo corazón que también guardéis esto muy profundamente en vuestras almas, ya que única y solamente se puede alcanzar algo grande por medio del camino sugerido urgentemente por Lassalle.
En toda verdadera y legítima agitación se trata en primera línea de generar una atmósfera espiritual. Todos los miembros del cuerpo que conforma el estrato deben sentir que hay algo nuevo en el aire. Esa novedad ha de seguirlos hasta el rincón más oscuro de sus hogares; ha de volverse una parte componente del aire que respiran; los ha de acompañar en la vida pública; ha de estar con ustedes en la mesa del desayuno y del almuerzo; ha de sentarse junto a ustedes en la realización de sus asuntos laborales; ha de acompañarlos al teatro, a los conciertos, a los bailes; ha de acostarse en la cama junto a ustedes; ha de amanecer junto a ustedes.
El aire ha de tornarse cada vez más enrarecido; la respiración ha de tornarse cada vez más agobiante: allí finalmente se ha de robustecer en todos el anhelo por la liberación de este flagelo, allí finalmente un rayo atravesará el aire: vuestra exigencia ha de ser satisfecha desde arriba. No ha de tener lugar ningún ataque violento, ninguna revolución en el sentido usual; simplemente se ha de estar frente a un resultado mecánico: una gran presión hará a un lado a un gran obstáculo en vuestro camino.
Entonces tendréis una ley bajo vuestros pies, entonces no quedaréis pendiendo entre el cielo y la tierra, entonces podréis construir serenamente, o dicho con palabras de Lassalle:
En la vida privada se ayudan los individuos, cada uno con sus fuerzas aisladas, tanto como puedan.
¡Los pueblos y las clases se ayudan permanentemente, y solamente se han ayudado desde siempre por medio de la legislación!
¡La ayuda propia de los pueblos y de las clases, ésta es la modificación en la legislación, la introducción de aquellas instituciones grandes y universales que condicionan toda la vida social! (A los trabajadores, 23).
Observad, trabajadores alemanes, que en verdad Lassalle no ha ahondado en la cuestión puramente social. Sólo en un modo puramente teórico indica qué habría de proponer para el mejoramiento de vuestra situación social cuando se alcance el voto universal y directo, cuando dispongáis de un fundamento legal bajo vosotros.
En los hechos, es decir, en el ámbito puramente práctico, Lassalle solamente fue un político en el estricto sentido de la palabra, y a esa autolimitación de Lassalle que se encuentra por sobre todo elogio le debéis vuestra existencia como un partido muy importante, y todo el éxito que podéis haber escrito en vuestros anales.
Aún así también debemos arrojar una mirada al Lassalle agitador socialista, debido al requisito de la completitud.
También aquí se nos muestra este atrevido hombre bajo la luz más favorable de todas.
Descubre de forma implacable el punto de emanación de la miseria social, la ley de hierro del salario, que como vosotros sabéis, dice así:
El salario promedio de un trabajador permanece siempre reducido a lo mínimo vital necesario, que para un pueblo, según sus hábitos, es lo suficiente para el mantenimiento de la propia existencia y para la reproducción. (Respuestas escritas, 14).
Indica de forma brillante que las uniones de crédito, de anticipo, de materias primas y de consumo de Schulze son solamente medios paliativos en contra de la miseria social, y que ese mal puede ser suprimido por medio de una cura radical, es decir, que a vosotros se os asigne el importe total de vuestro trabajo. Pero para realizar esto debéis garantizar al estado los medios y las posibilidades para la organización y la asociación de vosotros mismos.
En ese punto Lassalle ha permanecido firme. ¿No creéis vosotros que en su mente no había fijado bajo la más clara luz de su conciencia todo aquello que de forma necesaria ha de desprenderse de la garantización del crédito estatal, y de la formación de auténticas asociaciones productivas de trabajadores? Ciertamente no lo creéis. Lassalle pasó por alto todos los eslabones de la cadena que conduce al estado ideal; pero bien se cuidó de aclarar alguno de esos eslabones. ¿Por qué? Porque no era un utopista, porque más bien era un pensador extraordinariamente agudo y al mismo tiempo, un hombre extraordinariamente práctico. No era un insensato que en el mes de mayo, estando frente a un manzano en flor, pide manzanas maduras; sabía que las cosas buenas pueden demorar un rato; sabía que Roma no se construyó en un solo día; sabía que la humanidad se mueve lentamente, pero en forma continua, sin hacer saltos mortales como los hace un artista de la equitación; o traducido a lo subjetivo, sabía que el tiempo es un hombre galante, tal como dicen los italianos: tempo è galant’ uomo.
También por eso se aferró sólo a los trabajadores fabriles, apartó a estos mismos de entre todos los trabajadores, y solamente cuando fue necesario enfrentar reproches necios se refirió a los trabajadores rurales. Dijo:
Aquello que determina la cuestión acerca de con qué tipo de trabajo en la práctica se ha de dar el comienzo es la siguiente situación. El trabajador rural, aún cuando sólo tenga unas vacas, aún cuando sólo trabaje su sembradío con una azada y una pala, siempre se figura que es un propietario, aún no está dispuesto a la asociación, y a esa clase de disposición, a esa prestancia, uno no puede ser forzado. Pero bien puede ser inducida a través de logros, en efecto puede ser inducida, digo, por medio de una cosa: que el trabajador rural vea grandes logros de los trabajadores industriales. Cuando los haya visto en una situación muy distinta, y a la pregunta de dónde proviene todo esto se la haya respondido que todo es gracias a la asociación, entonces también habrá de tener lugar en él la misma prestancia y tendencia a la asociación, que hoy ya en los estratos de los trabajadores industriales es tan determinante. (Libro de lectura del trabajador, 52).
Tampoco debéis olvidar, trabajadores alemanes, qué conducta de vosotros frente a vuestros empleadores exige Lassalle con urgencia. De la misma forma que os sugiere el mayor respeto ante el honroso adversario en el ámbito puramente político, también quiere de vosotros una enemistad noble y con corazón en el ámbito social. Desde el fondo de su alma clama ante vosotros la exhortación:
No hay que reclamarle a las personas, que son el producto de sus circunstancias, totalmente inocente y carente de animosidad. (El impuesto indirecto, 134).
Impulsa:
Un grito de reconciliación, un grito que abarca a toda la sociedad, un grito de igualación para todas las oposiciones en los círculos sociales, un grito de unidad en el que todos han de coincidir en qué privilegios y formas de sometimiento del pueblo no desean por parte de los estratos privilegiados, un grito de amor que desde que surgió por primera vez desde el corazón del pueblo ha de permanecer por siempre como el verdadero grito del pueblo, y para poder querer su propio contenido, él mismo ha de ser un grito de amor cuando sea pronunciado como un grito de batalla del pueblo. (Programa de los trabajadores, 32).
Os indica:
Entregaros con vuestra propia pasión personal a la realización de una obra en común, en la que reine la solidaridad de intereses, la comunidad y reciprocidad en su desarrollo. (Ibídem, 38).
Y dispone:
Ya no les corresponden más las cargas de los sometidos, ni las ociosas distracciones de los carentes de pensamiento, ni la misma liviandad inocua de los insignificantes. ¡Ustedes son las rocas sobre las cuales ha de ser edificada la iglesia del presente! (Ibídem, 43).
Así, trabajadores alemanes, no ha de existir odio partidario alguno en el ámbito político, sino que o bien ha de haber cooperación, es decir, una acción conjunta con otros partidos, si se trata de algo bueno, o bien una lucha franca; en el ámbito social no ha de existir un odio de clases, sino que ha de reinar el amor al prójimo. Habéis sido llamados a hacer inofensivos a vuestros enemigos aún contra su voluntad, y ese hecho, por un lado, debe entusiasmaros, pero por otro, disponeros mansos, conciliadores, comprensivos. Si es este el caso, os captará únicamente la compasión, la compasión de quien puede ver hacia los respetables ciegos.
Así hemos determinado el segundo rasgo en la imagen del carácter de Lassalle. En Lassalle cada pulgada era de un político social con sentido práctico, cada fibra de su corazón, cada nervio de su cerebro era de un político social con sentido práctico. Era un servidor práctico del pueblo.
Retornemos ahora al lugar que Lassalle merece entre los grandes difuntos de la nación alemana.
A Lassalle se le ha hecho el reproche de haber trabajado para el primer ministro prusiano.
¡Trabajadores alemanes! Si no se supiera nada cierto, si no se supiera que se trató de una mentira infame y al mismo tiempo tonta, aún así el reproche no podría sostenerse debido al carácter de Lassalle.
Jean Paul, ¿conocéis a Jean Paul?, lo negáis con la cabeza, ¡todos, todos! Ved, trabajadores alemanes, nuevamente me contengo, como dijo Goethe, todo el lamento de la humanidad. El desánimo me cierra la garganta. ¿Por qué puedo habitar en el paraíso y vosotros no? ¿Por qué puedo disfrutar sentado a la mesa de los dioses y vosotros no? ¿Por qué puedo yacer en el seno del arte y de la ciencia alemana y vosotros no? Porque vosotros no gozáis del importe total de vuestro trabajo. Pero hallad consuelo. Llegará un tiempo en el que habréis de leer con gusto, e incluso habréis de comprender, a Lessing, a Goethe, a Schiller, a Jean Paul, a Fichte, a Kant, a Schopenhauer, y a todos los grandes, como sea que se llamen. Hallad consuelo. Si permanecéis firmes y unidos, habrá de llegar un tiempo en el que a vosotros os será pagada toda vuestra parte de la herencia nacional, hasta el último penique. Hallad consuelo, trabajadores alemanes.
Así, Jean Paul, un gran poeta alemán, dijo alguna vez:
Mientras más poderosas, espiritualmente ricas y grandes son dos personas, tanto menos se soportan bajo un mismo techo, del mismo modo en que los insectos que viven de los frutos se sienten incómodos cuando los pulgones se posan a su lado.
En un modo similar se puede decir que dos águilas no pueden anidar en el mismo peñón, y que dos leones no pueden habitar la misma zona de caza. Lassalle no pudo ser un sirviente del señor von Bismarck, como tampoco el señor von Bismarck pudo ser un sirviente de Lassalle, nunca, jamás, trabajadores alemanes. Es algo completamente indudable que Lassalle se sentía atraído por el señor von Bismarck, ya que entre estos hombres había de hecho una simpatía de corazón, como una campana en reposo siempre resuena cuando las que se encuentran cerca de ella redoblan, pero, ¿Lassalle un sirviente pago del cerco de acero? ¿Quién se ríe allí? ¿Vosotros os reís? ¿Todos vosotros os reís? ¡Por el nombre de Dios, yo también quiero reír!
Lassalle, como político, se encuentra aquí inmaculado, trabajadores alemanes. En su sangre no había ni una gota de la de un Judas político. Amaba a los trabajadores y era un fiel servidor de los trabajadores.
Sigamos adelante.
Es una ley natural que nadie ha de actuar sin una causa de movimiento que resulte suficiente. No podéis levantaros de vuestras sillas sin una causa de movimiento. Tampoco podríais haber venido aquí si no hubieseis captado una motivación más fuerte que la disposición a escucharme, y del mismo modo, yo no podría estar aquí si no tuviese que hablar con vosotros. Si por medio de otra ocupación pudiese ganar cien mil marcos, tendría que haber dejado pasar esa oportunidad y habría mencionado la tentación como consuelo. Eso es: el motivo más fuerte, la causa de movimiento más fuerte siempre vence.
¿Qué pudo mover a Lassalle a ayudaros? ¿Por qué, como él mismo alguna vez dijo, no se distendió a su gusto en el golfo de Nápoles, y por el contrario, se preparó para una vida llena de tormentos, dificultades, enojos y roces de modo que hizo de vuestros asuntos espinosos los suyos propios?
Debió haber tenido un motivo de movimiento que lo forzó a ello. ¿Qué motivo lo determinó?
Existen dos tipos de héroes populares: los tribunos del pueblo y los redentores de la humanidad. Los primeros se arraigan en la vida, se encuentran insertos en medio de la humanidad y superan al prójimo por una cabeza entera, mientras que los segundos se elevan por encima de la humanidad. Los primeros buscan aún algo en el mundo, pretenden la satisfacción de algún tipo de anhelo, por el contrario, los segundos carecen por completo de cualquier tipo de anhelo, se han separado de la vida y ya no quieren más al mundo.
Entonces podéis decir: entendemos muy bien que un hombre se dedique a nuestros pesados asuntos ya que podemos brindarle el más alto poder y la mayor honra tras nuestra victoria final, entonces habríamos de situarlo en nuestra cabecera como nuestro conductor y director, nos habríamos de inclinar ante quien nos ha liberado y eso habría de ser una profunda satisfacción para las más ardientes ansias de gloria. Esa sería su participación en nuestro éxito, sería su merecida cláusula leonina. Por el contrario, no podemos concebir que se dedique a nuestros asuntos tan pesados y agudos un hombre que no posea hambre de honor, ni de gloria, ni vanidad alguna, ni que rechace todas las recompensas que podemos ofrecerle.
Puedo entender muy bien esa objeción. Tampoco me sorprendería si me la hiciese gente muy formada. Pero es una objeción falsa, tal como ahora he de desarrollarla.
Si repasamos toda la historia conocida de la humanidad, sólo nos encontraremos con dos hombres que se elevaron por encima de la humanidad y aún así quisieron redimir a toda la humanidad: Buda y Cristo. Al primero no lo conocéis. Era el hijo de un rey indio y renunció al trono de su padre no solamente para redimir al pueblo indio, sino que también a todo aquel que tenga un rostro humano. Por otra parte, todos conocéis la historia de la vida de Cristo. Sabéis que quiso redimir a los judíos y a los gentiles, siendo totalmente ajeno a las cosas terrenas y estando totalmente libre del mundo.
¿Qué impulsa a estos dos auténticos redentores de la humanidad, al hijo del rey y al compañero carpintero, a salir desde su paz exterior hacia la falta de serenidad y los apremios del mundo? ¿Fue la gloria? ¿Fue el honor? ¿Fue el poder?
¿Debo responderos las últimas preguntas? Ciertamente no. Al menos acerca del Salvador sabéis que no tendía hacia esas cosas.
¿Qué era entonces aquello que los impulsaba en un modo irresistible?
El evangelista Mateo ha respondido esta pregunta:
Y porque vio al pueblo, se lamentó por el mismo, ya que estaban desprotegidos y dispersos, al igual que los corderos que no tienen pastor.
¡Y porque vio al pueblo, se lamentó por el mismo! Ved, trabajadores alemanes, eso era lo que lo impulsaba: la compasión por el pueblo.
La compasión es un sentimiento común y sumamente humano, y estoy firmemente convencido de que entre vosotros no existe ninguno que aún no haya sentido en su pecho ningún arranque de compasión. Así habréis de acordar conmigo cuando digo que la compasión es un dolor que se puede comparar con cualquier otro dolor del alma: es el dolor más asfixiante, más sofocante, más horroroso. El corazón late hasta el cuello, cierra la garganta y hace brotar de los ojos lágrimas ardientes, hace jirones el alma, da una punzada en cada fibra nerviosa.
Pero también sabéis, trabajadores alemanes, que existe un remedio muy simple contra ese terrible dolor. Sólo se debe ayudar a quien sufre, y desaparece de una vez, como por arte de magia.
Pero podréis preguntaros: ¿cómo puede un solo hombre extinguir todo el dolor de todos los hombres? No puede, por lo tanto siempre ha de sentir ese dolor en su pecho.
Pero esto es falso. La conciencia del redentor de haberse brindado por completo al servicio de un pueblo sufriente, de haber consagrado al pueblo toda su fuerza, la conciencia de poder desangrarse en la cruz por la humanidad, si es necesario, esta conciencia extingue para siempre el ardiente dolor de una forma tan segura y completa como el agua lo hace con la brasa de un carbón ardiente.
Ved, trabajadores alemanes, entonces tenéis aquí la causa por la que Buda y Cristo debieron abandonar la dicha de su paz exterior, por qué debieron retornar al mundo, debieron dejarse patear, insultar, escupir, y por qué uno de ellos se dejó matar en la cruz, siendo que le hubiese resultado muy fácil salvarse.
¿Lassalle se hubiese dejado matar en una cruz por vosotros?
¡Trabajadores alemanes! No oséis interrumpirme, ya que aún estoy hablando, más bien escuchadme con atención. Al final terminaréis por coincidir conmigo, debido a que os hablo desde la verdad.
¿Fue Moisés un redentor al igual que Buda y Cristo, o sólo fue un tribuno del pueblo?
Conocéis la vida de este gran profeta; de hecho, se ha estimado como algo necesario haceros muy conocedores de ello, cuya utilidad los habría hecho pasar por alto la exposición de la obra de Fichte “Los rasgos fundamentales de la época presente”. ¡Adelante! Si evaluáis atentamente la vida del profeta inspirado por Dios quizás no logréis reconocer claramente, pero sí logréis sentir que no puede situarse en el mismo escalón que Cristo. ¿Por qué? Detentaba el señorío sobre el pueblo judío, era el tirano del pueblo judío. Decía: ¡tú debes!, ¡tú debes! Y junto a él estaba el verdugo. Decía: quien no obedezca mi ley ha de caer muerto, y caía muerto, ya que Moisés poseía el poder soberano sobre la vida y la muerte de aquellos que eran dominados por él. Por el contrario, Cristo decía: ama a tu prójimo como a ti mismo, y ese mandato solamente se sustentaba en el poder de su oratoria daimónica y en el poder de la verdad divina. No era legislador y verdugo en una misma persona, como sí lo era Moisés.
Pero incluso si éste no hubiese sido el caso, si Moisés simplemente se hubiese limitado a la conciencia de los judíos, tampoco podría situarse en el mismo escalón que Buda y que Jesús, ya que no pretendía redimir a la humanidad, a todos los hombres, sino que únicamente a los judíos. Toda la ley mosaica es la expresión de ese anhelo: el trato con otros pueblos, y ni hablar de la mezcla, estaba mal visto.
¿Qué era entonces Moisés? Era un tribuno del pueblo, y ciertamente uno muy grande; pero no era un redentor, cuyo rasgo distintivo es que no pretende recibir nada de sus redimidos.
También Lassalle es uno de los tribunos del pueblo. Como repito, el rasgo distintivo de ellos es que al mismo tiempo favorecen al interés del pueblo y al propio de ellos en cuestiones mundanas.
¿Es eso último una mancha? En modo alguno. Puesto que durante su vida superan a todo el resto de los hombres en la altura de sus pensamientos, al término de la misma merecen también un monumento en un sitio elevado, pero no deben ser confundidos, es decir, no deben ser situados a la misma altura que aquellos que luchan por la humanidad siendo solamente movidos por la compasión hacia ella, que no buscan otra cosa más que la extinción en sus pechos de esa compasión ardiente.
Entonces podéis reprocharme: Lassalle jamás habló acerca del poder, ¿quién me ha otorgado el derecho a observar el fondo de su alma que ha permanecido en silencio?
Sobre ello sólo podría responderos si se me permitiese hacer mención de su vida privada. Pero anteriormente me he restringido el uso de ese medio, cuando expliqué que la persona privada de Lassalle no podía interesarnos en absoluto. Por eso debo dejaros a cada uno de vosotros la tarea de juzgar en base a su vida privada si Lassalle fue un redentor o sólo un tribuno del pueblo.
Vuestro juicio ha de ser además solamente el de la historia crítica; y así os digo que Lassalle sólo fue un tribuno del pueblo, es decir, un hombre al que los trabajadores deben observar con la más profunda gratitud.
Pero, ¿sería recomendable, por consideraciones prácticas, situar a Lassalle en un lugar superior?
¡Trabajadores alemanes! Respondo a esa pregunta sin miramientos con un sí.
¿Por qué? Os lo quiero decir con pocas palabras: la figura inmaculada del héroe de un partido posee una fuerza mágica, es mil veces más poderosa que el héroe en vida.
Pero podéis replicarme que siempre la vida privada de Lassalle habrá de impedir de hecho que se lo sitúe en un lugar más elevado que el de un tribuno del pueblo. Si se lo hiciese, uno se vería pronto decepcionado.
Pero esto solamente es en apariencia correcto.
¿Qué se le puede reprochar a la persona privada de Lassalle? ¿Ha robado? ¿Ha asesinado? ¡No!
Era torpe y desatento.
Pero, trabajadores alemanes, ¿desde cuándo son signos de un redentor ser atento y poseer una suavidad marmórea? ¿Acaso Cristo, en una santa ira, no ha corrido a golpes del templo a los cambistas y a los que estaban afincados allí en aquel tiempo, acaso no ha volteado sus mesas y arrojado a la calle los canastos de los comerciantes de palomas?
Estaba trinando.
Se trata de algo distinto, trabajadores alemanes. Pero sin embargo es un reproche agudo. ¿Y por qué? Es muy sencillo: porque la supremacía del impulso sexual en un hombre es el más claro signo de que esa determinada persona aún se aferra al mundo con miles de brazos, y de que no se eleva por encima de la humanidad.
En uno de nuestros más profundos poemas, en el Perceval de Wolfram von Eschenbach, el señorío espiritual sobre la humanidad -no el mundano, algo que debéis mantener diferenciado-, repito, el señorío espiritual sobre la humanidad, el reino del Grial, depende de la absoluta castidad. Dice:
Al amor de las mujeres ha de renunciar
quien quiera pertenecer a la comunidad del Grial.
Entonces este reproche es irrebatible; pero, ¿quién puede pretender contradecirnos cuando afirmamos que Lassalle habría sido puro en el mismo momento de su muerte? Se basó en el amor, la muerte lo hizo inmaculado, su culpa fue expiada.
Pero, ¿qué queda entonces en Lassalle como causa del movimiento cuando excluimos su daimónico amor sexual, por lo cual desaparecen de inmediato su apetencia por los honores, por la gloria, su soberbia, su vanidad y su gusto por el mando? Entonces solamente permanece aquello que hemos encontrado como el único rasgo distintivo de un auténtico redentor: una asfixiante compasión por los hombres. Ésta desgarraba el pecho de Lassalle de un modo tan potente que jamás un pecho humano supo soportar algo así. Escuchad:
Cuando en un sitio cualquiera, ya sea en los amotinamientos irlandeses o en los indios, el salario se sitúa precisamente en la expresión mínima más reducida de aquello que resulta necesario para continuar vivo, un incremento en el precio de los cereales trae entonces para la clase trabajadora enfermedades, atrofias, muerte por inanición. También conocemos esas situaciones entre nosotros bajo el nombre de tifus de los tejedores de Silesia. Y cuando el ángel exterminador ha desatado su ira entre la clase trabajadora por suficiente tiempo, cuando les ha pasado su guadaña por un tiempo suficiente y les ha impedido formar nuevas familias, el precio de los salarios ha de incrementarse para cubrir la cuota alimenticia esencial. (El impuesto indirecto, 41).
Además:
Y por debajo de ese diminuto grupo de gente que tiene las manos llenas, que se estimula solo, se mueve solo, habla solo, escribe, polemiza, conoce y defiende solamente su propio interés, y presume tanto del ser todo, por debajo de esos hombres que tienen las manos llenas se retuerce el pueblo carente de medios en un mudo e inexplicable dolor, formando su cantidad un verdadero enjambre, éste produce todo lo que mejora nuestra vida, hace posible para nosotros la condición no negociable para el surgimiento de toda civilización, para la existencia del estado, pelea sus batallas, paga sus impuestos; ¡y no tiene a nadie que los represente y piense en ellos! (Ibídem, 57).
Lo entusiasmó la compasión hacia vosotros y con una seriedad terrible proclamó:
¡Justicia para esa clase, señores míos, y no amordacen las bocas de aquellas personas tan aisladas que sin más toman la palabra en favor de ellos! (Ibídem, 60).
Y:
¡Una de dos: o bien nos dejan beber vino chipriota y besar bellas muchachas, es decir, simplemente complacer al egoísmo de disfrute usual, o si pretendemos hablar del estado y la vida civil, nos permiten volcar toda nuestra fuerza para mejorar el destino oscuro de la infinita mayoría del género humano, de cuyo flujo cubierto de oscuridad solamente sobresalimos nosotros los favorecidos, como aislados pilotes que al mismo tiempo nos indican cuán oscuro es ese flujo, cuán profundo es su abismo! (Ibídem, 88).
Así él, proviniendo de su existencia placentera, supo ingresar al tumulto del mercado, sola su alma:
¡Nada además de en ello, ni por un lado en el gobierno, ni por otro en camarillas, grupillos, organismos de prensa, no hay que apoyarse en nada que no sean los principios y la confianza en la fuerza y en la sana sensatez del pueblo! (Fiestas, 3).
Apareció entre vosotros:
En su camino solitario por la sociedad, perseguido por los fiscales, juzgado por los tribunales, y aún siendo considerado por la prensa liberal de nuestros tiempos con un horror interior mayor que el de los fiscales y el de los tribunales tomados en conjunto. (El impuesto indirecto, 87).
Para vuestras almas cansadas:
Atravesar las almas cansadas de los oprimidos con el entusiasmo y el consuelo de que vuestro asunto marcha hacia adelante, aunque lenta e imperceptiblemente, también lo es continua e incesantemente. (Ibídem, 126).
¡Trabajadores alemanes! He llegado al final.
Ya no observo al tribuno del pueblo llamado Lassalle, quien persiguió su propio interés en la medida en que fomentó el vuestro, nada más que con un simple agradecimiento, sino que con mi ardiente corazón volcado a un redentor, a un inmaculado libertador, que se movió sólo por compasión hacia vuestras almas cansadas.
Vedlo exactamente así, trabajadores alemanes. Debéis observarlo cuando vuestros corazones ardan. ¿Podéis verlo? Yo lo veo. Está allá, pálido, completamente agotado, con los ojos luminosos y sosteniendo con sus manos la bandera de vuestro partido: un patriota alemán, un hombre eminentemente práctico, un redentor. Vedlo con atención y luego jurad que queréis ser:
¡Patriotas alemanes, políticos prácticos y héroes temerarios!
[1] Poco tiempo después de ello, el día 31 de marzo de 1876, fallece quien lo redacta.